LA MARCHA DE PARÍS

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Si bien las informaciones sobre la cantidad de participantes no son coincidentes, no caben dudas que se trató de una movida imponente, numéricamente hablando. No parece exagerada la apreciación de muchos periodistas en el sentido que se trató de una marcha tan o más importante que la realizada con motivo del fin de la ocupación de París por parte de los nazis, en la Segunda Guerra Mundial. Se habla de 1 a 4 millones de franceses, en su inmensa mayoría, legítimamente preocupados por su futuro. Son parte de una sociedad acorralada por una pinza de la que no logran zafar. La crisis económica cuyo final es un horizonte al que no pueden llegar y los riesgos de una violencia cuya causa no logran descifrar aunque temen que tenga que ver con la creciente presencia de emigrados musulmanes. Esto último, aunque negado en el discurso oficial, está omnipresente en la vida cotidiana. Ello llega a tal punto que una novela -“Sumisión”- que salió a luz el mismo día de los atentados ironiza con la ficción de un Presidente musulmán para el año 2022.
Si lo dicho vale para la mayoría de un pueblo que -altivo en su gesto y temeroso en su alma- se  movilizó el domingo pasado, no puede decirse lo mismo de la cabecera de dicha movilización. Allí primó la hipocresía de la dirigencia de una cincuentena de estados. Allí estaban las máximas autoridades de varios estados integrantes de la OTAN y responsables de miles y miles de asesinatos en varias intervenciones armadas contra pueblos diversos. Tampoco faltaron aquellos que ocupan sillones presidenciales, en países emergentes de lo que se conocía como el Tercer Mundo, que fueron electos en “democracias a la occidental” después de haber aceptado las reglas de juego impuestas por esas invasiones militares o dominaciones imperiales.
La foto de esa cabecera –publicada por el diario Le  Monde- hecha fuera de la movilización, ajena al pueblo allí presente y “para la galería”, es una muestra de esa contradicción.
En la decadencia del occidente desarrollado, en la miseria y el dolor de sentirse violado e invadido -que padecen los pueblos musulmanes sometidos- se encuentra el campo fértil para reclutar las desesperaciones juveniles que alimentan al “terrorismo” que cínicamente dicen combatir.
Es por eso que la mayoría de la dirigencia de la Marcha de París está manchada con sangre. Hizo bien la Presidenta argentina, si lo ordenó, en no permitir que el Canciller asumiera la representación del país en la misma.

Juan Guahán, Question

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