Adriano Corrales y las íntimas fronteras de la guerra

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L.N.

¿Por qué se recomienda un libro? ¿Qué desastrosa omnipotencia nos impele a considerar que otros recibirán del mismo modo un texto literario? Pero no para desentrañar los interrogantes planteados recomendamos una novela singular: Los ojos del antifaz. Tiene que ver con los combatientes de Nicaragua y con la retaguardia costarricense; pero en ella hay mucho más.

La literatura, en especial la europea y alguna árabe antigua y moderna, nos pone a veces ante el espejo de la quebrada realidad que son las personas testigo –o mártires– de la guerra. En América Latina, salvo excepcionalmente, ello no existe; se ha desarrollado otro género: el testimonio de los sobrevivientes de la prisión política, de la tortura, de las masacres perpetradas por servidores –uniformados y no– del Estado. Los ojos del antifaz, de Adriano Corrales Arias, nos ubica sin vueltas en un territorio donde la guerra es la única política posible.

No es la guerra –cómo decirlo– "limpia" que suele mostrar el cine de Hollywood, plagado de héroes convencidos e invencibles, de enemigos forzosamente malvados a los que se derrota y en el que sabemos que habrá un rosado regreso a casa.

Pero la casa del guerrero –del ciudadano convertido en combatiente– es su propio corazón, su corazón y sus ideales, y la guerra puede matar los ideales y convertir en piedra al corazón.

Publicada por primera vez en San José de Costa Rica (Perro Azul, 1999), Los ojos del antifaz conoció una segunda edición en Buenos Aires (Ediciones del Leopardo, 2003) y una tercera otra vez en Costa Rica (EUNED, 2007). Son, según la edición del Leopardo 203 páginas. Densas: un viaje peligroso por el mundo de la violencia, la traición, los actos desesperados, el convencimiento y la voluntad –tanto aquella recia y firme como aquella que flaquea o se vende y gira los ojos.

El marco es la guerra civil nicaragüense, los protagonistas son un puñado de mujeres y varones de distintas nacionalidades, que se involucraron en su desarrollo. Jóvenes, alocados algunos, conscientes otros, entran en el laberinto y espiral violento apasionadamente; mueren, escuchan a John Lennon, fornican, sobreviven, se acomodan, son derrotados o insistirán en el futuro. Adivinamos que no volverán a ser los mismos. La guerra es terreno arrasado.

Otra vigencia para recomendarlo: la triste, tristísima situación en Bolivia, donde impera la sedición y el separatismo al parecer con ingerencia extranjera. No se trata de extrapolar gratuitamente la Centroamérica de ayer a la geografía boliviana de hoy; pero tampoco, creemos, se trata de olvidar la situación de acoso por la que atraviesan otros países y –por último– la misma realidad actual de Costa Rica, donde nació Corrales.

Este es el relato de lo que pasó en un tiempo. Puede leerse gratis aquí.

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