Algunos chispazos entre Brasilia y Buenos Aires

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Pablo Ramos *
 
Brasil como potencia pide apertura comercial. Una Argentina que no puede superar su estancamiento quiere proteccionismo. Hasta dónde llega este desencuentro.
 
"Sería una señal extraordinaria para enfrentar la crisis financiera. Si el comercio vuelve a fluir con facilidad tendremos chance de conseguir que esa crisis sea más corta…”. Esta frase del presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, en relación a una conclusión exitosa de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC), se encuentra en la vereda opuesta de lo buscado por la administración argentina. En momentos de caída de los precios internacionales y del comercio, la presidenta Cristina Fernández busca cerrar el país al ingreso de productos extranjeros y cuidar el empleo.
 
Sucede que Buenos Aires considera insuficientes las propuestas de las potencias industriales. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) y Japón buscan que el resto del mundo abra sus mercados al ingreso de productos manufacturados, compras gubernamentales, servicios y bienes culturales, sectores en los cuales son líderes. A cambio, poco ofrecen con respecto al acceso a sus mercados domésticos de productos agrícolas, en los cuales el Tercer Mundo o Mercados Emergentes tienen alta competitividad.
 
Pero Lula se siente seguro de que la apertura industrial no va a perjudicar a la mayor economía sudamericana. La diplomacia brasileña es una de las más activas en los últimos tiempos, y por lejos, la más dinámica de toda Latinoamérica. Y por ello, el Planalto quiere mostrar un Brasil que interviene en todos lo temas mundiales y con un sentido de liderazgo.
 
Es en este contexto en el cual el jefe del Estado vecino opinó en los términos en que lo hizo sobre la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) en Washington la semana pasada.
 
"Yo les confieso que en estos seis años que llevo en la presidencia esa fue tal vez la reunión multilateral más importante en la que participé. Entre otras cosas, porque había consenso en no volver al proteccionismo", había dicho Lula.
 
Pero Brasil no ve una contradicción en liberalizar los mercados en momentos en que las mayores economías mundiales adoptan medidas proteccionistas y rescatan a sus sistemas financieros de los “excesos” del mercado.
 
Más de fondo se cruzan cuestiones que los países no han superado en la relación multilateral ni fronteras adentro. La puja entre librecambismo/modelo agroexportador, por un lado, e industrialismo/mercado cerrado es pendular en la historia argentina, aunque con un éxito notorio por parte de quienes odian la producción local.
 
Brasil ha superado, al menos en teoría, esta falsa dicotomía. Sus empresas se han convertido en gigantes globales, pero con un fuerte apoyo de parte del Estado federal. El Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) brasileño, entidad financiera central y eficiente, cumple la función de financiar la creación de multinacionales Made in Brazil.
 
No obstante, los gravísimos desequilibrios sociales en la nación lusoparlante no se reducen en forma inversa a que las corporaciones de San Pablo se mundializan.
 
Del lado brasileño sostienen que la industria argentina exige demasiada protección. Al alto tipo de cambio que la mantuvo privilegiada durante al menos un lustro, debemos sumarle los aranceles externos altos, los cupos, cuotas y acuerdos entre empresas. Y sostienen que los empresarios argentinos son poco “audaces” en su expansión más allá de los casi tres millones de kilómetros cuadrados de su geografía.
 
Es en este contexto en el cual los integrantes del Mercado Común del Sur (Mercosur) se van a reunir el jueves y viernes próximos en Brasilia para buscar establecer, por fin, el Arancel Externo Común (AEC), el Código Aduanero y la distribución de la renta aduanera.
 
Este no es un tema menor: pese a que la nomenclatura del bloque menciona un “mercado común”, lo cierto es que el bloque compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay es sólo una unión aduanera incompleta, a 13 años de la entrada en vigencia de la iniciativa.
 
La intención de los cuatro miembros plenos -Venezuela se encuentra en proceso de ingreso- es que se pueda anunciar y rubricar oficialmente en la próxima Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur en Salvador, Brasil, el 15 y 16 de diciembre.
 
“Estamos tratando de hacer un esfuerzo para llegar a diciembre. Algo se va a anunciar, pero todavía quedan temas por resolver”, reconoció el secretario de Comercio Internacional de la Cancillería argentina, Alfredo Chiaradia.
 
Estas indefiniciones producto de los chispazos entre Brasilia y Buenos Aires son los que llevaron a que el canciller de Uruguay, Gonzalo Fernández sostuviera que el Mercosur “está sobreviviendo y se encuentra lejos de cumplir con las expectativas con las que fue creado”.
 
"Creemos en un regionalismo abierto y pensamos que el vecindario es muy importante, pero sería ingenuo o hipócrita desconocer que el Mercosur tiene problemas, trabas", aseguró el jefe de la Cancillería montevideana a un semanario del país oriental.
 
Y en esta línea de pensamiento, expresó sus dudas de que el bloque pueda generar un sistema "comunitario y asociativo" como el de la Unión Europea.
 
El AEC es un tema central que va a demostrar qué tan cohesionado es el eje Brasilia-Buenos Aires, y si las relaciones políticas y estratégicas se anteponen a los intereses sectoriales. Si la Unión Industrial Argentina o la Federación de Empresas Paulistas logran imponer sus posiciones dependerá que los dichos del canciller uruguayo sean proféticos.

*Publicado en APM

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