Argentina, elecciones. – FUNCIÓN CON NO DEMASIADOS ESPECTADORES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cometerán probablemente un grueso error quienes lleguen a pensar –algo calenturientamente– que la bronca expresada en la abstención, como los tomates y zanahorias que se arrojaban antaño al escenario, corre toda por cuenta del inevitable rechazo que podrían haber acumulado los Kirchner-Fernández, equipo de gobierno y dirigencia política por estos años de ejercicio del poder.

De hecho quizá el futuro «primer caballero» de la República sea el presidente que con menos rechazo termina su mandato, y lo hace dentro de los plazos constitucionales.

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No imperfecta, sencillamente no es democracia

La desconfianza y no poco enojo que expresó la ciudadanía argentina no puede cargarse al gobierno que encabeza todavía Néstor Kirchner, aunque es difícil que pueda ser absolutamente exculpado. En todo caso tal vez la toma de distancia de las urnas refleje la fatiga general de la ciudadanía argentina por un modo de hacer política y la falta de características democráticas reales de los conglomerados políticos.

Lo que podría estar en crisis en el país del sur es la ausencia de una metodología cierta que asegure a los ciudadanos que son representados por sus mandatarios, y no que éstos se conviertan –una vez logrado el mandato y no sólo en Argentina– en pequeños Ubúes muy semejantes al que describió Alfred Jarry.

Pese a los asomos de alza en los precios –inquietantes para los naturales del país y quienes han vivido en él durante los últimos años– la ciudadanía que sufragó eligió mayoritariamente –es una interpretación del hecho– dar un voto de confianza a la política económica de Kirchner en el convencimiento de que será continuada por su cónyuge y actual presidente electa.

Si bien el continuismo tiene motivos para reflexionar y sin duda para preocuparse –por último porque, como se ve en el caso de Chile, a las críticas que pueda merecer la conducción política de una mujer se suma el patriarcalismo (o espíritu machista) que suele desembozarse con dureza–, no es más sencilla la batería de disyuntivas que se abren al arco opositor.

No parece de buenas a primeras probable alianzas, por circunstanciales que fueren, entre los sectores abiertamente de derecha –un ala del peronismo, otra del radicalismo, los «independientes» de Macri y de López Murphy, por citar algunos– y la raída izquierda argentina, espectro formal que no resiste una descripción común, puesto que en ella, de hacerlo, se debería poner en el mismo camarín a las huestes que secundaron a Elisa Carrió (a la que acompañan cristianos cerca del fundamentalismo católico histórico y católicos próximos a los postulados de la Teología de la Liberación, grupos agnósticos desprendidos del viejo tronco radical, una parte de la izquierda reformista que no se reconoce en la semilla socialista), con desprendimientos de la social democracia, restos del peronismo de izquierda y de los pequeños partidos de origen marxista.

No obstante, ese amplio conglomerado humano disconforme deberá buscar –no más que por instinto de sobrevivencia– caminos que amplíen la posibilidad de acciones conjuntas entre las fuerzas que objetivamente comparten la posibilidad de levantar programas comunes. Ello supone, claro está, recordar –y adaptarla a sus modalidades– una frase del general Perón: el pueblo avanza con sus dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes.

No hay rosas en el camino de la presidente electa

Por ahora la fuerte personalidad de Cristina Fernández permite suponer que su ejercicio de la presidencia estará marcado por su impronta en mayor medida que el gobierno de su marido por la suya, y mientras Argentina pueda reponer durante la noche lo que le es birlado en las horas diurnas, nada hace suponer –como afirman algunos– que la «dinastía Kircher» no vaya a consolidarse, al final del mandato de la presidente, con el regreso del señor K a la Casa Rosada.

No las tendrá fácil la «señora F», de algún modo más de alguien se encargará de recordarle el fracaso de Estela Martínez de Perón y otros –menos prudentes– serán rápidos a la hora trazar algún paralelo en el guión de ambas al primer tropiezo, por nimio que sea, en las formalidades del ejercicio del poder. De hecho, desde algunas semanas viene circulando (todavía sotto voce, pero ya se hará en voz alta) la especie de que nunca obtuvo su licenciatura en Derecho en la Universidad de La Plata, donde estudió y conoció a su cónyuge Néstor.

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Éstas maniobras –y otras– tendrán por objeto erosionar su popularidad y aislarla de la base social que los Kirchner-Fernández lograron consolidar en los últimos años.

Otras dificultades se avistan en el escenario internacional, local y mundial. La Argentina es uno de los centros a los que apunta el mundo corporativo trasnacionalizado –o globalizado, si prefiere el lector–; de hecho hay una cuña metida incluso en el territorio del país por la vía de la adquisición por empresas y fundaciones extranjeras de cientos de miles de hectáreas, tanto productivas como de valor estratégico.

La Patagonia –territorio que comparte con Chile– es rica en recursos naturales, entre los que el agua no es el menor; y agua es lo que sobra en el Acuífero Guaraní, que comparte con Brasil y Paraguay. En la última década el agua dulce se muestra como el valor económico-estratégico a considerar. Respecto del agua marina, en este caso el Atlántico Sur, persiste, y ya no como amenaza futura, sino como factor de depredación actual, la pesca indiscriminada de las factorías flotantes extranjeras entre el sur de la provincia de Buenos Aires y la Tierra del Fuego; más allá incluso: en el Mar Antártico que también comparte con Chile; Gran Bretaña prepara, además, nuevos reclamos sobre la Antártica.

En otro terreno los equilibrios y juego de influencias en América del Sur podrían en los próximos dos años tornarse explosivos de mantenerse el eje de facto que conforman Venezuela, Bolivia y Ecuador, los tres en la mira política, económica y militar de Estados Unidos, cualquiera sea la voluntad de los ciudadanos de aquel país cuando las elecciones para reemplazar al señor Bush.

La asimetría económica entre Brasil y Argentina –y la enorme diferencia de población– es otro factor preocupante, que no se resuelve liquidando el MERCOSUR en aras de una ya imposible autarquía o un más peligroso hacer más pequeña la órbita de su giro con el Primer Mundo.

Hay muchas más razones para reflexionar, desde luego; algunas sutiles, otras de mayor tosquedad, pero todas ellas pueden significar eventuales conflictos –no bélicos, desde luego– con sus vecinos; en especial si se considera que no son pocas las orejas en Paraguay dispuestas a escuchar los cantos de sirena que vienen de muy al norte –y que podrían ser acompañados parafernálicamente por ejecutantes de la base militar instalada allí–.

Por otra parte los gobiernos de Chile en los útimos 30 y más años se mueven en dirección opuesta a sus fronteras, mirando a un planeta económico «globalizado» que no devuelve de manera congrua sus esfuerzos por «entrar en el primer mundo». Esta política económica comienza a dar frutos amargos, como el aumento de la disconformidad ciudadana –y un pueblo que se moviliza tan lleno de frustraciones como de ira, se sabe, es un factor de desestabilización para sus vecinos.

Tampoco es sencilla la relación con el Estado uruguayo; el asunto de las papeleras a orillas de un río que comparten, y que podría –nada indica lo contrario– convertirse en un curso de agua mucho más enfermo que en la actualidad (América tiene vasta experiencia acerca del valor de los estudios amabientales y las promesas empresarias), está lejos de zanjarse; las señas apuntan a que la celulosa se va a producir, sean cuales fueren las consecuencias.

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Voz que viene de adentro:
VOTANDO POR UN SUEÑO

Si bien en estas elecciones no pude votar (hice cambio de domicilio y no me empadronaron), quise empaparme con el tema político. Sin embargo, para mi sorpresa, me costó mucho: no hubo debates, no se expusieron las plataformas y no se explicitó la ideología de cada candidato.

Celina Rucci*

Todo el mundo anticipaba que Cristina Kirchner resultaría la ganadora, pero no sé cuáles son sus propuestas porque jamás la escuché hablar. Esta es una de las cuestiones que tienen que cambiar en la Argentina: deseo que para las próximas elecciones, los ciudadanos sepamos a quién estamos votando, que esa información esté al alcance de la mano de todos, sin necesidad de ponernos a investigar por nuestra cuenta.

Otra de las cosas con que sueño es con un país seguro, para que mi hijo Uciel, de 12 años, pueda disfrutar la infancia de la misma forma en que yo lo hice. Sueño con un país en el que pueda andar en bicicleta por la calle, jugar al ring-raje, juntarse en una esquina con amigos o dejar abierta la puerta de mi casa. Todas aquellas cosas que te hacen de buena madera.

Un país con buena educación es también una cuestión primordial. Yo, por suerte, puedo mandar a mi hijo a un colegio privado, pero las personas que no tienen la solvencia económica para hacerlo deben lidiar con los paros docentes en las escuelas públicas. Claro que esto es un límite que genera el Gobierno: si la gente no piensa, es mejor para algunos.

Los próximos presidentes van a tener que luchar mucho con estos problemas, así como también con la inflación y los bajos sueldos. Hasta ahora, siempre hicieron la vista gorda y lo dejaron pasar año tras año.

Tener una presidenta mujer me parece una renovación, aunque no tengo esperanzas de que Cristina pueda llegar a solucionar estos problemas en sus cuatro años de mandato. Van a tener que pasar varios presidentes más para que todo mejore y para que, de una vez por todas, aparezca uno que tenga realmente la bandera argentina puesta en el pecho.

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* Vedette, licenciada en Comunicación Social.
Tomado en Chismedia Foro de encuentro, intercambio y discusión de periodistas básicamente argentinos. Se agradece al periodista Hugo García.

De la prensa argentina: No asumió y ya se asoman las complicaciones*
DURO INFORME SOBRE EL SECTOR ENERGÉTICO
EVIDENCIA LOS PRIMEROS DESAFÍOS
QUE CRISTINA TENDRÁ COMO PRESIDENTA

La calificadora S&P advirtió que son «muy bajas» las reservas de capacidad eléctrica para «los próximos dos o tres años». Agregó que durante la gestión actual «la oferta de energía no acompañó el crecimiento de la economía».

Uno de los primeros desafíos de Cristina Kirchner será lidiar con la posible crisis energética que sobrevuela todos los veranos.

fotoUn duro informe de la calificadora Standard & Poor´s (S&P) al que tuvo acceso perfil.com dejó en evidencia uno de los primeros desafíos que deberá afrontar el futuro gobierno de la reciente presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner: la crisis energética.

El trabajo publicado en el sitio web de la consultora recuerda lo frágil de la infraestructura eléctrica del país por la falta de inversiones, un día después de confirmarse el triunfo de la Primera Dama como futura jefa de Estado, en una inédita sucesión marital-presidencial, y a menos de dos meses del inicio del verano, estación donde el consumo de energía se eleva por encima del nivel medio.

En el estudio S&P destaca que «la espera un sector eléctrico con muy bajas reservas de capacidad en los próximos dos o tres años y altamente expuesto a la evolución del nivel de actividad económica, como también a las temperaturas y al nivel de lluvias y nevadas».

El análisis asegura que «la demanda nacional de energía creció de modo extraordinario» desde la asunción del presidente Néstor Kirchner a mediados de 2003, «impulsada por la fuerte recuperación económica argentina».

Sin embargo, la firma internacional advierte que «la oferta no acompañó ese crecimiento, debido en parte a los bajos incentivos que tuvo el sector privado para invertir en nueva capacidad y también a la débil situación financiera de las compañías del sector luego de la pesificación y el congelamiento de tarifas en enero de 2002», agregó.

El principio «más crecimiento, menos energía» que explica las dificultades actuales del sector, no es ajeno a la administración Kirchner, a pesar de las reiteradas celebraciones por lograr un desarrollo económico anual superior al 8 por ciento. El propio Presidente aseguró meses atrás que «hay que terminar con la mezquindad y egoísmo de no reconocer que el problema de la energía es el crecimiento”.

Pero hay otro motivo aclara el panorama energético. S&P explica que los bajos incentivos en materia de inversiones resultan de los bajos precios y tarifas, y de la elevada incertidumbre política y regulatoria. «Por ejemplo, el precio por MWh que reciben las compañías generadoras en la Argentina ronda los u$s 20/25, comparado con u$s 80/90 en Chile y u$s 60/70 en Brasil», destacó el reporte.

«Además, el costo de financiar una inversión en Argentina es bastante mayor que en Chile y Brasil debido a los mayores riesgos inherentes a la economía local», agregó.

Según la calificadora, existen nuevos jugadores que compraron activos en el sector generación a precios relativamente bajos en los últimos años y que están analizando nuevas inversiones con el fin de comercializar la nueva electricidad a grandes clientes, bajo el programa Energía Plus, a precios sustancialmente mayores a los u$s 20/25 actuales en el mercado spot.

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En el periódico Perfil el 29 de octubre de 2007.
www.perfil.com.

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