Bélgica. – ANARQUÍA POLÍTICA EN EL CORAZÓN DE EUROPA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Bélgica es un país pequeño, con unos 32.510 kms2, aproximadamente del tamaño de la Península de Yucatán en México o de la región de Catalunya en España, casi del tamaño de la región de Copiapó en Chile.
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Su población, de más de diez millones de habitantes, está oficialmente dividida por zonas lingüísticas: el neerlandés es el idioma oficial de cinco provincias, al norte y noreste; francés es el idioma oficial otras cinco provincias al sur. Legalmente, Bruselas y la zona que la rodea son bilingües a pesar de que algunos pueblos insistan en darle prioridad a uno de los dos idiomas. La pequeña área donde se habla alemán está reconocida también como región lingüística.

La difícil tarea de formar gobierno en este país nunca ha sido un juego de niños. Para muestra, lo sucedido en el año 1988, donde Bélgica tardó casi 150 días en crear un nuevo gobierno.

Las tres regiones, que son tres comunidades lingüísticas (la flamenca, la francesa de Valonía y la alemana) y su complejo entramado institucional, se comprende mejor a la luz de los siguientes hechos:

Los flamencos, 58 % del país, viven en su mayoría (98%) en la región flamenca (2% en la región de Bruselas); los francófonos, el 41 % de la población belga, son valones (pero sólo el 80% de ellos francófonos); los «germanófonos» alcanzan a menos de uno por ciento de la población, más o menos 70.000 personas, y viven en nueve comunas al borde de la frontera con Alemania. En la región Bruselas-Capital los francófonos llegan al 80%, con minorías povenientes de varios países del mundo.

Esta semana, se cumplieron 150 días sin gobierno central –es decir Bélgica batió su propio record–, pese a que una salida a la crisis comenzaba a perfilarse en las difíciles negociaciones entre comunidades neerlandófonas y francófonas, estas fueron brutalmente interrumpidas por la votación de un conflictivo dossier llevado en una de las comisiones parlamentarias, que proponía la disolución de uno de los distritos electorales más importantes y él único bilingüe de todo el país:Bruselas, Hal, Vilvorde (BHV).

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La coalición llamada “naranja-azul”, formada por demócrata-cristianos y liberales, parece tropezar con cuestiones fundamentales, en particular las reformas institucionales y el estatuto que debe concederse a la región de Bruselas Capital. Los primeros 150 días de la coalición estuvieron marcados por la presión indebida puesta por los nacionalistas flamencos que pretendían imponer sus condiciones y no negociar.

Después del bloqueo producido con la dimisión –en agosto pasado– del líder de la coalición de los demócrata-cristianos flamencos Yves Leterme (abajo, izq.), quien arrasó en las elecciones legislativas del 10 de junio pasado, el Rey Alberto II confió una misión de “exploración” al presidente de la Cámara de Representantes Herman Van Rompuy, que intentó acercar a las distintas opiniones –francófonas y flamencas– sobre las cuestiones objeto de discordia, sin embargo su misión no llegó a buen puerto debido a la intransigencia de las partes.
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Tras ello, Leterme volvió a su rol a pedido del rey.

Los flamencos muestran los dientes

El miércoles siete de noviembre (2007) los diputados francófonos abandonaron la sala del Parlamento federal en la que una comisión votaba la proposición que cuestiona los derechos de los ciudadanos de habla francesa en la periferia flamenca de Bruselas. El texto en cuestión prevé la disolución del distrito electoral Bruselas, Hal, Vilvorde (BHV), que une Bruselas -en territorio de Flandes, pero con un 80% de francófonos– con los 35 municipios flamencos de la periferia.

El distrito BHV representa para los 120.000 francófonos que viven en los municipios flamencos alrededor de Bruselas –entre otras– desde realizar trámites burocráticos como la obtención de certificados y ser atendidos por el personal de la administración en francés, hasta la garantía de ser juzgado en esa lengua y poder votar en las elecciones federales y europeas a candidatos de partidos francófonos.

Para los partidos flamencos, el distrito BHV es una “anomalía” que rompe la unidad territorial y lingüística de Flandes. Su objetivo histórico es escindir Bruselas del resto del distrito para que los 35 municipios flamencos se sumen a Lovaina para formar un Brabante flamenco unido, homogéneo y monolingüe, con la supresión de los derechos lingüísticos para los francófonos, pero además con un poder económico imbatible.

El nacionalista flamenco Jean-Marie afirmó –en torno a la votación del dossier BHV– que: “hoy es un día histórico para Flandes. Finalmente hemos conseguido imponer la mayoría flamenca, aunque no podemos celebrarlo todavía porque habrá todo tipo de recursos. Pero ya hemos enseñado los dientes”.

El aspecto más cuestionado por los francófonos fue que los diputados flamencos –que hacen parte de la coalición “naranja-azul”– votaran junto a los ultra independentistas flamencos, rompiendo la histórica política de consenso que caracteriza las relaciones entre ambas comunidades, constituyéndose en un “atentado al sistema federal belga”. Tras reunirse en una cumbre de urgencia, los partidos francófonos, invocaron el conflicto de interés previsto en la Constitución para paralizar la decisión legislativa BHV durante varios meses. Por su parte, los alcaldes de seis municipios flamencos de la periferia de la capital con mayoría francófona, con el apoyo de los 19 alcaldes de las comunas de Bruselas, reclamaron un plebiscito local para integrar esos municipios en la región bilingüe de Bruselas.

Para los diputados francófonos esta votación es una verdadera «declaración de guerra» de la región flamenca ,lo que –tras 150 días sin gobierno– podría haber significado ciertas consecuencias, como la disolución de la coalición existente, una convocatoria a elecciones anticipadas, la designación de un nuevo formador de gobierno o la instauración de un gobierno en minoría que sacara al país de la crisis; pero nada de esto ocurrió y el Rey Alberto II ratificó su confianza a la gestión de Leterme como “formador” para la constitución de un gobierno federal “lo más rápido posible” porque, precisa el comunicado: «es importante para el bienestar de los ciudadanos, la credibilidad de Bélgica y su necesaria cohesión».

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La estrategia del rey consiste en dar la responsabilidad al presidente del Senado y de la Cámara de Diputados, el democristiano flamenco Herman Van Rompuy y el liberal francófono Armand De Decker (der.), de «iniciar un diálogo para tratar de reforzar la cohesión» entre la comunidad flamenca y la francófona, según el comunicado del palacio real. El soberano hizo un llamado a todas las partes a resolver el conflicto en nombre de la unidad nacional y la imagen internacional del país.

El líder del Frente Democrático Francófono, Olivier Maingain, afirmó que “es la primera vez en la historia de Bélgica que, en un asunto tan delicado, una comunidad lingüística vota contra otra y todo ello además, promovido por la extrema derecha”. Por su parte, Elio Di Rupo (izq.), líder de los socialistas francófonos –quienes están fuera de las negociaciones– lo consideró foto

“un acto monstruoso, inaceptable, un acto de una gravedad sin precedentes en toda la historia de Bélgica en el que una comunidad quiere implantar su dominación sobre la otra”.

Pelea histórica y económica

Los partidos de Flandes –la región rica del norte y con un 60% de la población– exige mayor competencias para poder autogestionarse, pero los partidos de Valonía –principalmente francófona– que son más pobres y minoritarios, se resisten a modificar el actual Estado federal, que los dejaría en desmedro y a riesgo de perder sus garantías sociales, permitiendo a su vez que se potenciara a la ultra-derecha flamenca. La demanda mayoritaria de los flamencos es que los políticos de su grupo lingüístico mantengan su exigencia de proceder a una nueva descentralización del Estado, con más traspasos en los ámbitos financiero, fiscal, de ferrocarriles, ciencia, salud y justicia entre otros.

El rol de Bruselas, capital europea e internacional, la presión de los medios económicos, el interés de los «medias» (prensa) y la unidad mantenida del movimiento sindical y el hilo de las relaciones de todo tipo entre flamencos y valones abogan por la integridad mantenida del reino de Alberto II.

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Los belgas –francófonos y flamencos– leen diarios y ven cadenas de televisión diferentes, cuya mirada sobre este conflicto es sustancialmente distinta. Por lo general, los «medias» de cada comunidad sólo hace aparecer a la otra parte en los informativos para noticias negativas (corrupción, crímenes o conflictos lingüísticos), aunque debido a esta crisis institucional –al menos la televisión publica francófona RTBF– intenta tender puentes y destacar las múltiples experiencias de integración e intercambio entre estudiantes, empresarios, deportistas, artistas y turismo de ambas regiones.

La complicada estructura federal de Bélgica –con tres regiones, tres comunidades lingüísticas y siete parlamentos– y las grandes diferencias económicas y culturales entre flamencos y francófonos han llevado a un reparto del voto más disperso que nunca. El rol del rey que se caracteriza de ser “políticamente irresponsable”, en tiempos normales, adquiere un estatus distinto durante el periodo de formación de gobierno y –por estos días– la responsabilidad de Alberto II es mayor y con un margen de gestión más amplio.

Por ahora, Leterme sólo había conseguido que los partidos se pusieran de acuerdo en algunos puntos, como inmigración y asuntos exteriores, pero todavía le quedaban por resolver los más conflictivos, como el de presupuestos, el dossier BHV o la reforma institucional.

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Debido a la actuación de los democratacristianos flamencos en la Comisión parlamentaria del miércoles las negociaciones están bloqueadas y no se podrán reanudar «hasta que no se recupere un mínimo de confianza entre el norte y el sur del país», explicaron Didier Reyders (arriba, der.), presidente del partido francófono liberal (MR) y Joëlle Milquet (izq.), presidenta democristiano-humanista (CDH).

Ser o no ser, ¡esa es la cuestión!

La posibilidad de una “puesta en escena” de los parlamentarios, para salir del pantano, se escucha más fuerte que un susurro.


Algunos datos para situar el conflicto:

Flandes:
3.41 millones de habitantes (2006)
Tasa de cesantía: 5% de la población activa (1er trimestre 2007)

Bruselas, Capital de Europa:
1.02 millones de habitantes (2006)
Tasa de cesantía: 18.1 de la población activa (1er trimestre 2007)

Valonia:
6.08 millones de habitantes (2006)
Tasa de cesantía: 10.7% de la población activa (1er trimestre 2007)

El Parlamento de las elecciones del 10 de junio de 2007
Total de cupos parlamentarios: 150 representantes (88 neerlandófonos y 62 francófonos).

– Partido Socialista francófono (PS):
20 representantes

Coalición Partido Socialistas Flamencos-Spirit (PSA-Spirit):
14 representantes

Partido Ecologista francófono (Ecolo):
8 representantes

Partido Ecologista flamenco (Groen):
4 representantes
Partido Liberal francófono (MR):
23 representantes

Partido Liberal flamenco (VLD):
18 representantes

Coalición Partido Demócrata-Cristiano flamenco – Partido Nacionalista flamenco (CD&V-NVA):
30 representantes

Partido Demócrata-Cristiano francófono:
10 representantes

Lista Populista flamenca (Liste Dedecker):
5 representantes

Extrema derecha francófona (FN):
un representante

Extrema derecha flamenca (Vlaams Belang ex Vlaams Blok):
17 representantes

El principal candidato a primer ministro, el demócrata cristiano flamenco Yves Leterme, ganador absoluto en Flandes, donde obtuvo casi 800.000 votos personales, no cuenta con el apoyo de los francófonos, y algunas torpezas –como confundir el himno belga con el francés– no han hecho sino que dañar aún más su imagen en el sur.

Mientras el partido de Leterme, el CD&V, que se presentó en las elecciones junto al nacionalista N-VA, y el partido liberal del primer ministro saliente Guy Verhofstadt, el “Open VLD”, siguen gozando de la simpatía de los flamencos, los socialistas del SP.A no paran de caer en los sondeos debido a querellas internas.

Por otro lado, el partido liberal de derecha “Lista Dedecker”, que sorprendió a todos con su buen resultado en los comicios del pasado 10 de junio, aumentaría considerablemente su electorado si se convocaran ahora a nuevas elecciones.

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* Periodista, del Comité editorial de Piel de Leopardo.
Despacho desde Bruselas.

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