Bolivia: el eterno polvorín americano

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El «traidor» y el «enfermo mental». El viernes 9 de julio Jaime Solares, secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), comunicó la expulsión de la institución del diputado y líder social Evo Morales. Se le retiraba la «ciudadanía COB» por «traidor», puesto que no niega la validez política del referéndum sobre el gas convocado por el presidente Carlos Mesa, que se votará el 18 de este mes.

Según Morales es posible conseguir a través del referendo -al votar en forma disciplinada- que el gobierno se vea obligado a reestatizar los hidrocarburos, hoy en manos privadas. Con 54,9 trillones de pies cúbicos, Bolivia tiene la segunda reserva más importante de gas en Sudamérica, luego de Venezuela.

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Jaime Solares señaló que la central obrera decidió expulsar a Morales por «traidor, vendepatria, referendista y parcializado». Este último no se dio por notificado y contraatacó al puntualizar que no hubo el quórum necesario para adoptar esa medida.

«No conozco ningún documento de expulsión», declaró el líder del Movimiento al Socialismo, agregando que junto con él se expulsa también a los campesinos cocaleros como sector. Con frecuencia en la prensa internacional se trata a Morales de dirigente cocalero, ignorando la compleja realidad de los cultivadores de coca en Bolivia.

«No entiendo la actitud del compañero (Solares, que) sólo se puede entender si uno tiene problemas mentales», declaró Morales, considerando que Solares «destroza» el movimiento de los trabajadores bolivianos y «necesita tratamiento psiquiátrico».

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La COB organiza una serie de movilizaciones en contra del referendo y ratifica el boicot a la consulta. El lunes se realizaran dos cabildos abiertos, en El Alto y en La Paz, para determinar nuevas acciones. Sin embargo no es un misterio que Solares es rechazado por un sector del sindicato de mineros -al que pertenece-, por su conducta durante la dictadura de Banzer.

Otro dirigente en problemas. El líder campesino aimara Felipe Quispe también enfrenta rechazo de una parte de sus bases de apoyo, lo que es magnificado por sectores afines al gobierno y la derecha. Quispe promueve el boicot al referendo sobre el gas, amenaza con bloquear rutas y quemar urnas, pero sugirió también anular el voto escribiendo la palabra «nacionalización» en la boleta.

Según el diario boliviano La Razón en Achacachi, donde Quispe tiene su principal base de apoyo, el proceso previo a la consulta se realiza con normalidad.

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Para Quispe el presidente Mesa encabeza un «gobierno sordo y mudo» al que se debe presentar una oposición frontal: «cortar las carreteras, los productos agropecuarios, cercar las ciudades coloniales que nos oprimen a nosotros (los campesinos)».

Bolivia, historia del futuro

La imagen que abre esta anotación refleja tanto como simboliza el pasado y el presente del país central de Suramérica: un ciudadano, en este caso un profesor anónimo -durante las revueltas que, en octubre de 2003, provocaron la caída del gringo Sánchez de Losada y su inmediaro refugio en Estados Unidos-, a punto de encender la mecha de un cartucho de dinamita.

Bolivia no está a punto de explotar, su historia republicana es la crónica de un largo, traicionado estallido. Y aquella que comenzó con la primera traición -del porquerizo «adelantado» al inca- es también la de una rebelión que no cesa.

Sobre las ruinas que dejó la penetración europea, se desmoronan de modo permanente las que ha construido a los largo de los decenios la minoría empecinada en gobernar ignorando a la mayor parte de la población.

No en vano la casa de los presidentes se llama Palacio Quemado. Sucede que no hay pueblo en el mundo que intente con tanto afán diseñar su futuro; no hay lugar donde América pague un precio tan alto por la sola aspiración de vivir con dignidad. No hay pueblo más solitario, incomprendido, generoso y persistente.

El acceso boliviano al mar -el antiguo mare hispánicum– es uno de los nudos políticos y económicos de América del Sur cuya resolución aparece como absolutamente necesaria para el desarrollo de la región andina que comparte con la Argentina y Chile (e importante también para peruanos, paraguayos y brasileños).

Desde esta perspectiva, qué duda cabe, es dañina la tintura nacionalista y de revancha que La Paz insiste en agitar; pero es ciega y torpe la negación de que es un problema que rebasa los marcos de las relaciones bilaterales en que insiste La Moneda, en Chile. Con Bolivia no es Chávez el único que quiere bañarse en una playa del Pacífico.

En 1884, hace 120 años, terminó la guerra -cruenta- entre Chile y Perú y Bolivia; no se pueden desarrollar en la actualidad estrategias de desarrollo e integración con el ancla, y la mente, aferrada a concepciones territoriales-económicas del siglo XIX. América tiene sobra de políticos, necesita estadistas.

Después de Venezuela, Bolivia es la principal reserva conocida de gas, riqueza no renovable, de América del Sur. La guerra por el petróleo y el gas cobra víctimas en otras latitudes; aquí no se advierte, siendo como es América tierra de masacres. En todo caso no está de más recordar -un ejercicio que no gusta a quienes gobiernan este continente- las causas de la Guerra del Chaco en la primera mitad del siglo XX…

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