Chile a merced de las olas, y la ciudadanía sola

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Lagos Nilsson.

Uno se llama Luis Larraín y es director ejecutivo de un instituto, Libertad y Desarrollo, en esa calidad con munificencia explicó en un encuentro de peces gordos preocupados por la concentración competencia y crecimiento de la economía del país, que aquella, la concentración (de capitales), no es obstáculo para la competencia ni impide el crecimiento y desarrollo. El otro se llama Joaquín Lavín, es ministro de Educación y el jueves 12 de mayo tuvo el honor de recibir el saludo de los estudiantes —de todos—. Ambos, y eso es lo que los une en estos días aciagos de la república, mienten.

Larraín (en Chile los larraínes son legión, por eso conviene precisar: Luis Larraín), orgulloso de su saber explicó en un seminario económico organizado por las fundaciones Chile 21 y Friedrich Ebert, que ese fenómeno denominado concentración de capitales es muy sabido en los países pequeños, toda vez que el tamaño de su economía no da lugar más que a un número limitado de actores. Los actores son los que "mueven las cosas"; el consumidor preso de sus necesidades no es un actor, es la sardina que se comió el bacalao.

Lavín (en Chile no son muchos los lavines, así que dejémoslo así) viene explicando con gesto y voz de curita bueno (los hay) que si no "mejoramos la educación" lo colegios, escuelas, liceos, en fin, donde se supone reciben educación los niños pobres y de familias de escasos recursos, se vaciarán porque las familias elegirán matricular a sus hijos en colegios particulares. Para ello hay que sacar del circuito a los maestros que "no dan la talla".

Preocupado por la economía Luis Larraín mostró su estatura intelectual. Dijo, y lo reseñó la prensa, que la concentración es "…perfectamente compatible con un sistema competitivo cuando la concentración deriva de mejoras de eficiencia; aunque, claro, hay también otras razones o comportamientos que conducen a una mayor concentración de la propiedad y cuyo efecto podría ser anticompetitivo, lo que obliga a fortalecer la institucionalidad que tiene a su cargo el resguardo de la libre competencia”. Bravo.

Mientras las marchas estudiantiles recorrían las calles de las ciudades del país, Lavín —prudente— no di jo nada. La dirigente estudiantil Camila Vallejo, en cambio, informaba que a la cita habían acudido "profesores, funcionarios, académicos, secundarios, universitarios, públicos, privados, funcionarios de la Junji y de la Junaeb”. Para agregar —no en medio de la manifestación, que había leve olor a gas lacrimógeno y chorros de agua que, sin duda una casualidad, provocaban picazón:

"Necesitamos cambios culturales, apuntando al fortalecimiento real de un sistema público a nivel nacional en todos sus niveles, pero no hay voluntad política del gobierno de fortalecer aquello, y lo que será prioridad es entregarle recursos a las instituciones privadas y estas no necesitan plata, puesto que tienen recursos y grandes niveles de utilidad y que es abismal; por qué le vamos a dar plata que es de todos los chilenos y además no garantiza en calidad (…) No son sólo los estudiantes universitarios los que estamos develando la crisis en el modelo educacional superior, sino el Colegio de Profesores, rectores, funcionarios, que están diciendo que actualmente el sistema está en crisis en su conjunto”.

Quizá Camila tenga razón. Basta echar una mirada a los "blogs" y portales de encuentro —como el horrendo Facebook— de muchachas y muchachos que cursan enseñanza secundaria, por ejemplo del Instituto Nacional, Liceo de Aplicación, Liceo ex Escuela Experimental de Educación Artística, Barros Arana, Liceo número siete de niñas, y otros, para sentirse sumergido en un país avieso, sueño apocalíptico de un sicótico surrealista.

En provincia las cosas no son mejores. En la periferia de la capital las cosas son mucho peores.

El "futuro de Chile" suele estudiar en aulas insuficientes, hacinados como deben sin duda dormir hacinadas las ratas que pasean por las dependencias de un liceo de niñas, recibiendo lecciones en mediaguas, sin espacio para deporte, sin salas de música o para artes plásticas —y recibiendo una colación fría a diario, para resistir la doble jornada escolar, en el Liceo ex Escuela Experimental de Educación Artística allá por la Quinta Normal (¡con autoridades que no han cambiado desde la dictadura!).

No hablemos de bibliotecas, laboratorios, talleres y otros recursos imprescindibles. Acaso tengan razón los chicos y las chicas, y los profesores, y muchos que saben de educación (¿sabrá de educación Lavín?, y si no sabe, ¿querrá aprender, y si sabe ¿por qué no aplica sus conocimientos?): el gobierno, y no comenzó con el actual, prepara el zarpazo final. Como a los caminos de Chile, hay que privatizar la educación.

País sureño y marino, en las costas de Chile anidan pingüinos, aves tímidas, según las han descrito viajeros; y si en Chile llaman pingüinos a los estudiantes secundarios, qué mal hay, puede preguntarse el ministro del ramo, en tratarlos como tales, y si no quieren, ahí están el guanaco y el zorrillo policiales. Total, los empresarios tienen dinero y saben dónde educar a sus vástagos: el resto es material al sobrante, como los de una película: sucios, feos y malos.

No todo está perdido, sin embargo, el Gran Piñera no quiere un apagón para Chile y mandará al cuerno una provincia para que en 20 años un par de empresas —o más de un par— ganen plata a montones. Perdón: nos den luz. Que para ello habrá con seguridad que encarcelar, perseguir y finalmente matar unos cuantos mapuches más —porque ¿por dónde pasarán las torres?— carece de importancia: es el progreso.

Tiene que ser Aysén, es más barato para el capital; la energía que pueda brindar el Norte Grande (limpia, segura, abundante), esperará. Hasta que algún socio asociado en sociedad descubra cómo sacarle ganancias.

La mayor concentración en Chile es la de los sordos y estúpidos. Es de esperar que algún parlamentario, ahora que quieren discutir una ley sobre el "bullying" (palabreja inglesa que significa literalmente "toreo", pero que no es toreo, es "bullying" porque suena mejor a las orejas subdesarrolladas que nos gobiernan y a esas otras que hacen como que nos informan), en fin, que ese o esos parlamentarios incluyan como delito el acto de torear, perdón el "bullying", y aun el de tocarles el trasero a los jóvenes de Chile por parte de autoridades que decididamente no representan a nadie, pero sí a mucho, prometiéndoles a cambio de su alma una gardenia con olor a mierda para llevarla en el ojal.

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