Chile a un mes de la Navidad conoce a los espectros de Dickens

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Nicolás Gomarro

Charles Dickens escribió un cuento moral de espanto victoriano; se publicó por primera vez en 1843 y se llama Una canción de Navidad; es la historia de la conversión del avaro Scrooge, en un hombre bueno tras la visita del fantasma de su viejo socio y las admoniciones de los tres espectros de la Navidad. Los tiempos cambian, Victoria Regina murió y héte aquí que visitan a los chilenos cuatro espíritus navideños… ¿Quiénes son?

Las personas suelen endeudarse para comprar obsequios o tomar vacaciones especiales con motivo de Navidad, y no sólo los cristianos desde que esa festividad religiosa se convirtió en espacio para que medren las jaurías comerciales. Los ciudadanos, empero, se endeudarán –aunque no de manera directa en términos financieros– 10 días antes. Comprarán un regalito muy posiblemente envenenado.

En términos generales –salvo algún destello que sorpresivamente podría tomarse por idea– las campañas electorales de los candidatos a la Presidencia y las de aquellos que aspiran a engrosar la nómina parlamentaria no se diferencian gran cosa de las que efectúa el comercio cuando decide un plan de ofertas o realiza una liquidación de mercaderías atochadas en sus bodegas.

O sí: son más brutalmente aburridas y pesadas las de las candidaturas presidenciales, sin duda porque el producto único de cada una no puede competir, por razones obvias, con esas niñas que muestran caderas, pechos, piernas y culos y esos tipos que enseñan sonrisas y aparente musculatura. A ellas y ellos se les perdona la estupidez de la que son parte: al fin de cuentas un anuncio para vender algo habitualmente del todo innecesario. A los candidatos –los espíritus aludidos– habría que representárselo.

En declaraciones periodísticas, por medio de calculadas "filtraciones", en sus anuncios publicitarios, cuando los "debates" (que nunca lo han sido), todos aspiran a un diálogo "de ideas", a confrontar ideas, a discutir planes y acciones de gobierno, primeras y segundas medidas una vez llegados, si llegan, a La Moneda.

Lo curioso es que nunca lo hacen. Si una campaña electoral metafóricamente es como escribir un libro, no pasan de la dedicatoria.

Lo anterior es inexacto y tal vez injusto. Dos candidatos –o espectros– se diría no son muy capaces de discutir sobre ideas (quizá tengan muy pocas) y los otros dos pareciera que tomaron el pulso de aquellos y comienzan, en este trecho final, a sentirse cómodos en la pista circense de lo que en un principio quizá hubieran querido se pareciera al foro romano. Vamos por partes.

El señor Frei, por ejemplo, aprendió a lucir cara de estadista que concede bajar a la plaza donde la plebe olvida el ocio del cesante o se dedica a sus magros negocios. Todos los cargos públicos que he ocupado, afirma, me los ha dado la ciudadanía por votación. Una pequeña encuesta callejera, sin pretensiones científicas, hecha por un grupo de amigos no logró descubrir a nadie que lo hubiera votado para sus años como senador designado; la razón es sencilla, los senadores designados lo eran y vitalicios –hasta que se acabó la farsa bajo el gobierno de Lagos– por mandato de la  constitución política de la dictadura.

Piensa uno: con tal mala memoria –en ese y otros asuntos– ¿será un presidente fiable? ¿Será fiable un presidente que escabulle una y otra vez la respuesta a asuntos cruciales para la vida social, cultural y económica del país y sus relaciones internacionales?

Lo más cerca que ha estado de responder, por ejemplo, sobre el aborto consentido, la educación laica y pública, el resguardo del ambiente natural, las riquezas del subsuelo, el equilibrio de la carga impositiva –o la desigualdad del reparto–, etc… ha sido asegurar que está llano a dscutir "esos temas". La ciudadanía tiene derecho a saber qué piensa –si piensa– él sobre esos asuntos; y él debería tener la convicción de que es su obligación decirlo.

Pero no: cháchara y un gesto casi obsceno sobre su nariz.

A propósito de cháchara, Frei no le gana a Sebastián Piñera. Un hombre con su historial político y empresario sencillamente no seria candidato a la primera magistratura en ningún país que precie sus instituciones republicanas y en donde se agite una ciudadanía sana. Pero, tics mediante, Piñera se abrió paso como buen producto en una sociedad de consumidores endeudados y dispuestos a seguir endeudándose.

Tampoco es muy claro sobre lo que verdaderamente hará si elegido, aunque algunas cosas pueden suponerse sin asomo de duda; por ejemplo, acabar con esos monótnos y aburridos procesos a los que cometieron delitos de lesa humanidad. Él quiere la reconciliación. Que el asesinado o la asesinada se abrace con su asesino. lamentablemente hay asesinados que jamás podrán hacerlo: sus cuerpos desaparecieron, fueron dinamitados, se los comieron los peces. No podrán volar en LAN, no se vomitan frente a su Chilevisión.

Nada de eso le importa a éste que semeja un payasito madrugador en los negocios.

Si a Marco Enríquez-Ominami se le entendiera siempre lo que habla tal vez podría decirse algo sobre su candidatura. Por ahora prueba que ser –relativamente– joven no es sinónimo de mayor audacia. Entró en el juego de los carcamales y según avanzó la campaña hasta se cortó el pelo.

En su honor debe decirse que las veces en que intenta plantear algo más que promesas relamidas, se estrella con la incomprensión de sus colegas de candidatura menci onados precedentemente, a los que parece asustar cuando uno sospecha que propone algo de verdad para debatir. De cualquier modo, como la espuma, ha venido subiendo en la ciudadanía la intención de votarlo.

Su problema es dónde se cruza la línea horizontal del tiempo con la diagonal de las preferencias que recoge.

Jorge Arrate ha mutado de abogado, economista y hombre que maneja aparatos en fenómeno mediático. Tal vez porque sea el más inteligente de los tres. O el más culto: ¡se lo ha escuchado pronunciar vocablos de cuatro sílabas! Uno diria que es único con facha de estadista.

Pero lo carcome su pasado de hormiguita empeñada en pavimentar el camino para que el Partido Socialista sea lo que es hoy y la Concertación, bueno …la Concertación. No sólo la ruta al infierno es un empedrado; también el que va al cielo de los poderes. Su mayor mérito quizá consista en que siendo el candidato del PC el PC no parece acompañarlo mucho.

Los pactos temporales y coyunturales no trazan por necesidad el sendero de la no exclusión.

Así, los chilenos no se decidirán por un estadista, sino por el envoltorio de una mercancía –alguna rancia, otra desconfiable, aquella desdeñable, en fin esa imposible–. Todo bien forrado en, y no puede ser de otra laya en la California surera, las "enseñanzas" de la campaña de maese Obama allá en el norte de pie grande.

Se diría que el más inofensivo es el joven MEO. El riesgo es que termine mojándonos a todos, lo que –por otra parte– es bastante mejor que el peligro de ser "gerenciados" por la deshonestidad política –y vaya a saberse si de otra laya– de que se hace gala.

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1 comentario
  1. sylvia dice

    ¡Qué vaina tan buena!! dan ganas de reir y llorar al mismo tiempo

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