Chile. – AUTOCRÍTICA A DOS BANDAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La Concertación parece un nido de autoflagelantes. Y ahora a los personajes díscolos y no tanto, se han agregado algunos denominados referentes históricos. Primero fue el socialista Jorge Arrate. Luego se agregó el ex presidente Patricio Aylwin. Pasar revista a sus dichos es ahorrarse muchas horas de análisis de los males de afectan a la Concertación. Y, también, es posible reconocer en ellos las dificultades para resolverlos.

Arrate, político, escritor y académico, ha sido presidente de su Partido, ministro de Educación, del Trabajo, y embajador en Argentina. Estos tres últimos cargos los ejerció durante los gobiernos de Aylwin Azócar, Eduardo Frei Ruiz Tagle y Ricardo Lagos Escobar, respectivamente. Ahora, dedicado exclusivamente a la academia, se ha lanzado en una experiencia compleja: ampliar la Concertación hacia la izquierda extra parlamentaria.

Una idea que ni siquiera cuenta con unanimidad en la Concertación y, muy posiblemente, tampoco en su propia colectividad. Su justificación, sin embargo, no deja de ser encomiable. Sostiene que en diecisiete años de gobiernos concertacionistas “Ha habido una obra muy importante, pero esa obra ha terminado en una desigualdad económica y social muy grande y en una democracia incompleta”. Para continuar la obra importante y reparar las promesas no cumplidas, aboga por generar una nueva mayoría y se abre hacia la izquierda.

Lo más tangible de su propuesta puede ser una alianza con el Partido Comunista. Esto entregaría al PC la posibilidad de integrarse a la vida parlamentaria de la que hoy se encuentra excluido gracias al sistema electoral binominal. El problema es que el denostado sistema asegura poder parlamentario a la derecha, pero también a la Concertación. Esa es una arista del problema.

Pero hay otra que resulta nada despreciable. Sin duda, los cuatro gobiernos de la Concertación que ha tenido el país han contado con el respaldo electoral del PC. En algunos casos a regañadientes y en otros con guiños de complicidad. Pero, en definitiva y a la hora de decidir si se entregaba el gobierno a la derecha, pudo más la consecuencia ideológica. Esto fue especialmente claro en las elecciones de Lagos y Michelle Bachelet. A la vista de tales realidades históricas, el proyecto de unidad de Arrate no aporta un solo voto adicional, pese a la justicia del objetivo que persigue.

Una tercera arista de la propuesta es que no se sabe cómo resolverá las grandes desigualdades, ni cómo completará la democracia. Consultado al respecto, ha afirmado que reconoce la realidad en que se mueve el mundo. Que el sistema neoliberal forma parte de esa realidad y que hasta ahora no hay alternativas. En cuanto a la democracia, las posibilidades de mejorarla son escasas mientras se tenga que contar con el beneplácito de la derecha.

La visión de Patricio Aylwin apareció a propósito de las celebraciones de los cincuenta años de la creación de su partido, el Demócrata Cristiano. Sus niveles de satisfacción con lo obrado son mayores. Por eso es que plantea para un próximo gobierno concertacionista tareas concretas:

“Consolidar en nuestro modelo político, económico y social, instituciones que aseguren el pluralismo de nuestro Estado, dentro de límites que garanticen su unidad, eficacia y paz”. Satisfecho don Patricio. Sin embargo, su gobierno es uno de los responsables de las trabas que ha enfrentado la democracia chilena para consolidarse. A él pertenece la frase “se hará justicia en la medida de lo posible”, hablando de los atropellos a los Derechos Humanos cometidos durante la dictadura.

Y fue en su administración que se afianzó el agudo desbalance que existe en el manejo del poder comunicacional en Chile. Fue en la administración Aylwin que surgió la idea de que “no hay mejor política de comunicaciones que no tener política de comunicaciones”. Y se encargó, por acción u omisión, de enterrar a casi todos los medios de comunicación que habían luchado contra la dictadura.

Cuando leo o escucho a Arrate o a Aylwin, no puedo dejar de pensar que siguen viviendo en una parte de historia gloriosa, pero historia. Creen que aún los partidos actuales serán capaces de revertir la crisis que vive la política en Chile. Y lo hacen desde una perspectiva engañosa. Pese a estar en posiciones encontradas, ambos confían en el sistema antiguo. Ni se les ocurre que las complejidades que hoy enfrenta la democracia chilena tienen que resolverse por la base. Ya no es la clase política la que dará las recetas. Las que dio fracasaron. Y hoy empiezan a pagarse las consecuencias, con un pueblo apesadumbrado, pese a los éxitos económicos, y temeroso, aunque vive en un país que muestra índices de violencia bajos a nivel mundial.

Que los partidos políticos juegan un papel importante, es indudable. Pero tendrán que volver a ser correas de transmisión participativa y no simples bolsas de trabajo. Deberán escuchar lo que quiere la gente y cómo lo quiere. Los políticos han fracasado, entre otras cosas, porque la política ha pasado a un segundo plano, relegada en las decisiones por la tecnocracia. Y los técnicos no son precisamente sensibles a las demandas sociales. Error político.

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* Periodista.
wtapìav@vtr.net.

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