Chile: Freirremoto

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Wilson Tapia Villalobos*
 
Que los momentos preelectorales son movidos, qué duda cabe. Pero lo que acaba de producir el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle en el Senado, es prácticamente un terremoto.
Y se trata de un movimiento telúrico político que tendrá réplicas hasta la elección presidencial del próximo año.
 
 
El rechazo de Frei a la designación presidencial del ministro Alfredo Pfeiffer para integrarse a la Corte Suprema de Justicia, fue decisivo. Echó al suelo una operación política que se suponía muy bien estructurada por el ministro de Justicia, Carlos Maldonado.

Los detalles de la votación del miércoles 30 de julio son conocidos. Sólo cinco senadores de la Concertación dieron el sí a la propuesta gubernamental, mientras la derecha votaba en masa por el hoy cuestionado Pfeiffer.


Lo que se suponía un acuerdo con la oposición, terminó siendo un enjuiciamiento a la forma en que operan las instituciones en Chile. Frei anunció su decisión horas antes de la sesión senatorial. Y con ello llevó el tema a un punto en que tenían que pronunciarse otros personajes. Para los senadores socialistas era poco presentable aprobar a Pfeiffer. Después de conocer la actitud de Frei, con mayor razón.

Se trata de un jurista resistido por las agrupaciones de DD.HH. Como juez y ministro de la Corte de Apelaciones, Pfeiffer ha privilegiado la aplicación de la amnistía a los militares involucrados en atropellos a los derechos humanos.

 
En el juicio contra Pinochet por enriquecimiento ilícito, prácticamente paralizó la investigación que realizaba el juez Carlos Cerda. En otras causas contra el mismo general, enarboló su demencia para evitar llevarlo al estrado como acusado. Una argucia que se demostraba falaz con sólo ver al general en su actividad diaria.
 
Esta es parte de la cara profesional de Pfeiffer. Su sentir lo hizo saber en una entrevista publicada por el diario El Mercurio, el 17 de abril de 1994. Consultado por la periodista Raquel Correa, puso en duda la magnitud del holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial.
 
Cuando Frei hizo su anuncio, en su propio Partido, el Demócrata Cristiano, las cosas cambiaron. Tal vez logró un objetivo que no perseguía. Pero, en concreto, llevó a la presidenta de la colectividad a medir con mucho cuidado su decisión. 
 
La senadora Soledad Alvear terminó acompañándolo junto a Mariano Ruiz Esquide en el rechazo. Es posible que haya pensado en su postulación presidencial. Quedar a la derecha de Frei habría sido un error que podría pagarse caro. Las últimas elecciones presidenciales han demostrado que es esa tendencia, no la centroderecha, la que define al Presidente de Chile. Además, en la propia DC seguramente le habría creado más obstáculos a una nominación que ya enfrenta dificultades.
 
Esta visión podría dar por sentado que Frei también encuadró su decisión dentro de un cuidadoso sopesamiento electoral. Igual que Alvear él estaría persiguiendo la candidatura presidencial. Y el rechazo a Pfeiffer –como la propuesta de estatizar el Transantiago– le hace mostrar una faceta que no se le conoció como presidente. Sin embargo cercanos al senador afirman que en él influyeron otro tipo de consideraciones.
 
Una fundamental: el convencimiento de que su padre, el ex presidente Eduardo Nicanor Frei Montalva, fue asesinado por agentes de la dictadura. Y la autoría intelectual de ese magnicidio habría sido responsabilidad del mismo general que Pfeiffer benefició con sus dictámenes y, posiblemente, admiraba.

Más que una venganza, Frei trataría de saldar una cuenta que no creyó tener mientras fue Presidente de la República. En este último episodio, eso se lo habría hecho ver uno de los abogados que intervienen en la causa para aclarar la muerte de su padre. De allí que cuando él apela a que su voto fue en conciencia, puede tener una razón muy profunda.
 

El caso Pfeiffer también sirvió para demostrar que las instituciones chilenas no funcionan tan adecuadamente como algunos quieren hacer creer. ¿Una justicia sujeta al cuoteo político puede ser independiente?
 
Tampoco resulta muy comprensible cómo está operando el sistema en esta democracia de los consensos.
 
La peripecia que comento develó que los negociadores gubernamentales se preocuparon más de entenderse con la oposición que con sus propios senadores. Tal vez dieron por sentado que bastaba el acuerdo con la cúpula. El comité político, que integran jefes de partidos y autoridades gubernamentales, terminó el lunes anterior a la votación en el convencimiento de que el nombre de Pfeiffer sería aprobado holgadamente.

Algo no funciona entre el gobierno y sus partidos. Y no es algo atribuible sólo a ineptitudes de la actual administración. Con la excepción del Partido Radical, todas las colectividades concertacionistas han experimentado escisiones. E igual cosa ha ocurrido en las de la Alianza. Una respuesta fácil sería decir que son problemas que aquejan a la política a nivel mundial.
 

Lo que no tiene una explicación sencilla es la frase de la presidenta Michelle Bachelet cuando fue consultada sobre el suceso Pfeiffer. Dijo: "Yo no me doy gustitos, cumplo la palabra empeñada". Ojalá se diera ese y otros gustitos que le hacen bien a la democracia chilena.

 

* Periodista.

 

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