Chile: la derecha no es derecha

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Wilson Tapia Villalobos*

Cuando se acerca el momento de las definiciones, en la derecha todo lo que parecía claro, transparente, deja de serlo. O, al menos, surge un vaho de tinieblas que enmascara el entorno, que lo difumina, lo confunde. Y luego vienen los obstáculos, las zarzamoras, las coronas de espinas, las pasadas de cuenta, las pequeñeces, la avidez, el egoísmo, la egolatría. Así ha sido y así parece que seguirá siendo, al menos en la historia de Chile.

El último presidente proveniente de esa vertiente ideológica fue Jorge Alessandri Rodríguez (1958 -1964). Después, sequía absoluta. Para paliarla, hasta pareció adecuado desechar las reglas democráticas y subirse en la grupa de los militares, entre 1973 y 1990. No quiero desenterrar odios, que va. Simplemente hago historia.

Ahora, con un solo candidato en el punto de partida, Sebastián Piñera parecía tenerlo todo. Dominador en las encuestas, sin postulante seguro que lo enfrentara. Ni siquiera en su conglomerado, la Alianza por Chile, aparecía alguna luz capaz de opacarlo. Y él se mantenía firme, con cerca de un 30% de voto favorable, con dominio escénico y cara remozada, cirugía incluida. Hasta sus socios de la Unión Demócrata Independiente (UDI) parecían resignados –sí, resignados– a seguirlo hasta las últimas consecuencias. Incluso llegaron a pensar en no presentar candidato.

Pero inesperadamente asomaron las espinas. Lily Pérez, ex secretaria general de Renovación Nacional (RN), Partido de Piñera, fue designada diputada por el Distrito 38. Reemplazó en el cargo a Pedro Álvarez Salamanca, quien murió de un infarto al miocardio, a los 60 años, en un Hotel de Reñaca, en Viña del Mar. Las razones ni las circunstancias del infarto –como pudiera inducir a pensar la pacatería del sector– lanzaron guijarros en el camino de la derecha. Fueron las palabras de la flamante diputada las que causaron conmoción.

Al asumir su nuevo cargo, Pérez dijo que en ese instante comenzaba su carrera para llegar al Senado por la región del Maule. Resulta que el actual representante de la derecha allí es nada menos que el presidente de la UDI, el senador José Antonio Coloma. Ardió Troya. Hasta el presidente de RN, Carlos Larraín, acusó a Pérez de ser anti aliancista. Ésta no se desdijo y avanzó que contaba con el apoyo de Piñera.

Para muchos puede parecer inconcebible lo ocurrido. Pero Pérez y Piñera han sufrido en carne propia el pragmatismo electoral de la derecha. Las tensiones y zancadillas, en RN. La severidad de la UDI, cuando ésta defiende sus intereses.

Piñera fue bajado violentamente de una postulación senatorial, cuando todo indicaba que ganaba. Y debió hacerlo en beneficio del candidato UDI, un ex comandante en jefe de la Armada. Pérez, por su parte, intentó postular a una senaduría por el acomodado sector Oriente de Santiago. Las encuestas la tenían muy bien posicionada, hasta que la UDI desechó a Carlos Bombal y le colocó de competidor a Pablo Longueira. Pérez perdió.

Sopesando estos detalles, se puede entender que ahora Piñera buscara recuperarse de los agravios y penas pasadas. Pero no todo es tan fácil ni tan derecho en la derecha. El último fin de semana, el diario El Mercurio publicó una desusada entrevista de cuatro páginas. El protagonista, el empresario ultraderechista Ricardo Claro. Y las cosas dejaron de estar claras.

En el diario que hasta ese momento aparecía como vocero del presidenciable de la derecha, se pudo leer por primera vez que era “prematuro pronunciarse” acerca de la candidatura de Piñera para el 2009. El periodista insiste, Claro nuevamente es tajante: “En un año pueden pasar muchas cosas”.

Como nada es casual y en este pañuelo estrecho que es la política chilena el tiempo sobra para la revancha, Ricardo Claro se tomó nuevamente la suya. Su amistad con Piñera se rompió definitivamente en los años ochentas. Hasta ese entonces ambos eran amigos y hasta socios –otros dicen que Piñera era más bien subordinado de Claro–. En una de esas condiciones, Piñera viajó a los Estados Unidos. Su objetivo, compartido con Claro, traer la representación de las tarjetas de crédito. Piñera volvió con la representación, pero olvidó a su mandante, amigo o socio.

Después de eso hay una larga historia de desencuentros. Algunos son episodios clamorosos. Como aquél que, vía Megavisión, el canal de TV de Claro, éste denunció a Piñera por tratar de desprestigiar –grabación telefónica incluida– a Evelyn Matthei, actual senadora UDI, en ese entonces diputada de RN. Corría 1992. Piñera intentaba ser candidato presidencial de RN, al igual que Matthei. En la grabación, Piñera daba instrucciones a un amigo para que, a través de un periodista de Megavisión, tratara de desprestigiar a su contendora interna.

Se comprobó que el material de audio había sido logrado a través de un espionaje telefónico, realizado por especialistas del ejército. El episodio ayudó a que Piñera y Matthei se perdieran como precandidatos presidenciales. Y esta última terminó cambiándose a la UDI. Desde allí hoy anuncia posible precandidatura presidencial que la enfrentaría a Piñera, una vez más.

La derecha no es derecha para los tratos internos. Seguramente seguiremos siendo testigos de otros momentos culminantes en que saldrán a relucir las diferencias. Como en todo grupo humano, me dirán. Pero aquí hay algo más. Una mezcla tórrida de orgullo kamikaze y egolatría francófila que retrata la frase de Luis XV: “Después de mí, el diluvio”.
 

* Periodista.

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