Chile. – LA ENFERMEDAD DEL PODER

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Y esto quedó claro en el Encuentro Nacional de la Empresa, ENADE 2007. Alfredo Ovalle, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), contagiado, dio clases de cómo gobernar a una incómoda presidenta Michelle Bachelet. Es cierto que el panel en que ambos debían participar se llamaba “Condiciones para el Desarrollo de Chile”. Pero sólo la virulencia de la enfermedad pudo hacer que el mandamás de la CPC hiciera lo que hizo. Criticó las dificultades que enfrenta hoy Chile en el campo laboral.

Culpó de esto a un aire enrarecido y a la excesiva ideologización. Y se quejó de que la autoridad no ejercía su poder reprimiendo como debiera. Según él, todo se arregla con una golpe de timón. Y, por cierto, quien debe darlo es la presidenta. Lo único que faltó es que le sugiriera que se ponga los pantalones.

Michelle Bachelet, también contagiada, le contestó molesta, pero sin la fuerza que había puesto Ovalle en sus dichos. Lo que vimos en el encuentro empresarial es el daño que hace el poder. Alfredo Ovalle se siente con el derecho de darle lecciones a la jefa del Estado. Y ésta, en vez de pararse e irse, sigue sentada escuchando todas las lecciones de este profesor de poco vuelo. Es cierto que los empresarios se sienten dueños del país. Claro, manejan el poder económico. Pero Chile, como nación, es mucho más que unas pocas fortunas.

Y eso los chilenos del estado llano esperábamos que la presidenta se lo hubiera hecho sentir a este personaje tan poderoso, pero uno más entre los habitantes del territorio nacional. Desgraciadamente, no fue así.

En los últimos años ENADE ha sido el escenario elegido por el empresariado para hacer sentir su fuerza sobre el poder político. Un bochorno para el mandatario de turno. También le pasó a Ricardo Lagos, así es que no se puede justificar lo de ahora con una supuesta debilidad femenina de Bachelet. ¿Por qué tienen que soportarlo, me pregunto?

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Sin duda, la respuesta debe encontrarse en que el sistema vigente cambió las reglas del juego. Los Estados han sido transformados en instituciones débiles, encargadas de la función de policía local con la labor específica de mantener el orden para facilitar los negocios. Una imagen nítida que pertenece a Sygmunt Bauman y que hace honor a lo que ocurre en la realidad.
Para comprender mejor a Ovalle, no se debe buscar en el área del conocimiento ni de la brillantez intelectual. Él habló en su lenguaje trabado, tal como le habla a sus empleados. Es la consecuencia de la enfermedad del poder. A algunos les da con ataques de altanería. Siempre ha sido así, pero ahora un poco más desfachatadamente como consecuencia de la globalización.

Es cuestión de mirar cifras. Uno de los últimos informes de Naciones Unidas sobre desarrollo humano incluye un dato interesante al respecto. La riqueza total de los 358 más importantes multimillonarios globales equivale a los ingresos de los 2.300 millones de personas más pobres. O sea del 45% de la población mundial.

Ovalle no está entre los 358, pero los siente sus pares. Eso lo enferma de arrogancia.

Me inquieta que los presidentes de Chile no golpeen la mesa. Porque si no son capaces de eso, menos podrán hacer realidad lo que pidió el obispo Goic. El sueldo ético no es una creación del prelado. Pero su voz fue la única que se escuchó en el maremagno conservador en que han transformado los medios de comunicación a los referentes de opinión pública chilenos.

Y más inquietante aún es el momento por el que atraviesa la Concertación.

Sus partidos miembros parecen montoneras en que el poder también ha vertido su contagio. Si uno mira los problemas de la Democracia Cristiana, allí ve la pugna entre apetitos presidenciales. Porque eso es la impaciencia revolucionaria del senador Adolfo Zaldívar, un conservador que de pronto descubre que el modelo económico es injusto. Ha tenido una destacada participación política en los cuatro gobiernos de la Concertación, especialmente en los de sus camaradas DC, Patricio Aylwin y Eduardo Frei. Sin embargo, en aquellos años no se rebeló contra el neoliberalismo.

Y si hoy lo hace, más parece que se debe a que cree que ha llegado su momento de ser presidente de Chile, que a diferencias ideológicas con la socialista Michelle Bachelet. La enfermedad del poder también afecta a la presidenta de la DC, senadora Soledad Alvear, que quiere expulsar a Zaldívar del partido. En esto tampoco hay diferencias ideológicas. Simple deseo de alcanzar La Moneda.

Todos padeciendo la sintomatología del poder. Unos altaneros, otros embravecidos. La enfermedad del poder es una vaina.

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* Periodista.
wtapiav@vtr.net.

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