Chile. – ME GUSTAN LOS ESTUDIANTES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En este escenario, que opera bajo la cuestionada lógica vigente en mayo del 2006, lo esperable es que las brechas existentes en la educación se acrecienten; por ejemplo, en los resultados de la PSU 2007, solo el uno por ciento de los hijos de las familias de menos recursos superaron los 700 puntos, mientras que en los hijos de familias de altos ingresos ese porcentaje llega al 16%. Estas cifran demuestran que los pobres en su condición de exclusión reciben una educación muy deficiente, lo que no ocurre con los estudiantes de altos ingresos.

De allí que el sistema de selección universitaria no sea más que el reflejo de la realidad social del país, razón por la cual, en la última propuesta entregada por los secundarios al Ministerio de Educación en diciembre pasado, se planteó su eliminación definitiva y su reemplazo por un mecanismo que considere sistemas de bachillerato humanista y científico.

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En esa misma y errada dirección se pueden considerar a otros mecanismos como el aporte fiscal indirecto (AFI) que resulta hoy una medida de política pública regresiva, ya que bajo el supuesto de favorecer la excelencia académica, premia a aquellas instituciones de educación superior que acogen a los alumnos de los estratos socioeconómicos más altos, que son aquellos que obtuvieron mejores resultados en la PSU y que provienen, a la vez, de los colegios privados que muestran históricamente los mejores resultados en la prueba SIMCE.

Un círculo vicioso que lleva más de 30 años sin romperse, heredado de la dictadura y que la Concertación ha ratificado. Basta recordar las demandas de los secundarios de la segunda mitad de los años ochentas que no eran ni más ni menos que las mismas del día 24 de abril de 2008, cuando nuevamente los estudiantes salieron a la calle en distintas ciudades del país y recibieron la acostumbrada represión policial.

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Desde mayo del 2006 han transcurrido dos años de tramitaciones inútiles, donde contrariamente a lo planteado en mayo del 68 por los estudiantes franceses, los nuestros sí han sido realistas pues han pedido sólo lo posible, pero en Chile, lo posible es imposible. Resulta políticamente absurdo responsabilizar a las movilizaciones estudiantiles por el poco avance logrado, ya que si no fuera por éstas, el consejo asesor de educación nombrado por Bachelet sesionaría ante la tumba del ex dictador.

Seamos honestos, ni el gobierno ni la oposición han querido modificar el marco regulatorio de la dictadura. La solución existe y es tan antigua como la vieja Europa, aquella que tanto nos gusta imitar, y que enfrenta el problema con cuantiosas inversiones públicas financiadas con un sistema tributario que grava más a los que más tienen y a las grandes empresas.

Entonces, no nos puede sorprender que los estudiantes vuelvan a salir a las calles para reclamar por un grave problema país que se ha querido presentar como solucionado o en vías de solución, que es la falsa imagen con la que se quiso clausurar la «revolución pingüina» del 2006.

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Además tampoco debería resultar sorprendente a la luz de lo que ocurre en el Parlamento, ya que el proyecto que se encuentra en el Congreso considera sólo una parte de las demandas y no asegura los cambios sustantivos que el sistema requiere. Un maquillaje más –entre tantos– gracias a los cuales, estilistas de la Concertación y de la Alianza han logrado reconocimiento internacional.

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* Economista.

Director de Investigación y Estudio de Universidad Arcis,
Santiago de Chile.

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