Chile, no Matrix, Lagos recargado

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Marcel Claude*  

Para desgracia de Chile, ya en el Partido Socialista inscribieron la candidatura de Ricardo Lagos y, en el PPD, a través de su presidente declararon que no se demorarían "ni dos segundos" en hacer lo mismo. Es curiosa y desventurada la política chilena, puesto que un funcionario público como el presidente, mientras más mal hace las cosas, mientras más oscuras y poco trasparentes hayan sido sus gestiones, mientras más desgracia haya traído a los hijos de Chile, más fácil le resulta volver a postularse al sillón presidencial. 
 

Nadie piense, no, que yo hablo exclusivamente por el mal amor que le profeso a dicho personaje –Ricardo Lagos– que tanto me gusta comparar con el famoso y mítico doctor Fausto, quien gastada su vida en la búsqueda inalcanzable de la verdad, por su propia e inevitable soberbia, termina abandonado en los brazos de su gran mentor, Mefistófeles.
 
Son varias las razones de mi pertinaz asociación.

En primer lugar, la ambición de poder, honor y gloria de Lagos lo llevó a deshacerse y renegar de sus más apasionadas convicciones de joven intelectual de izquierda, cuando con la misma fuerza que nos hace ver y notar su autoridad, pregonaba a todo evento la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la eliminación eficaz de los grupos económicos por su nefasta influencia sobre la democracia, la libertad de opinión y el desarrollo justo de los pueblos. 

Terminado su gobierno, declaraba sin ambigüedades que los jerarcas de los grupos económicos chilenos, como Lucksic y Angelini, eran verdaderamente los legítimos constructores del progreso de Chile, haciéndoles un reconocimiento inesperado tanto por la derecha como por la izquierda.

No sólo eso, con el gobierno de Lagos, los grupos económicos incrementaron sus ganancias y su posición de poder en la economía chilena, como nunca antes en la historia reciente. A estas alturas, el gobierno de Pinochet resulta ser más socialista –en materia de desigualdad y distribución del ingreso– que el gobierno de Lagos, dado que, al final de su mandato, la desigualdad era mayor que al término de la dictadura militar.

 
Pero no sólo por eso es pertinente la comparación con Fausto. Ante la pregunta acerca de qué es el infierno, Mefistófeles le responde: "el lugar sin límites". Cuan justa es esa metáfora para referirse a Chile bajo el gobierno de Lagos: la corrupción, la acumulación, la injusticia y el abuso de poder sin límites. Lamentablemente, el hombre vuelve recargado. Dios salve a su pueblo.
 
 
* Economista.
Director de Arena Pública, Plataforma de Opinión de Universidad Arcis

 

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