Chile: ¿ovejas o ciudadanos?

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Punto Final*

Sometidos a una permanente erosión ideológica y cultural por la acción combinada de la televisión, radio y casi todos los medios escritos, muchos chilenos parecen vivir un pesado sopor respecto a sus derechos más elementales y en la más absoluta ignorancia política. No parecen importar la desigualdad creciente entre pobres y ricos, la concentración de la riqueza en pocas manos, el imperio del lucro y el individualismo, el aumento acelerado del desempleo como efecto de la crisis capitalista, la explotación y la discriminación vergonzosa que sufren los pobres en general y sectores como el pueblo mapuche, en especial.
 
Asistimos a un gigantesco acto de prestidigitación política: los más agudos problemas parecen desvanecerse mediante la parafernalia publicitaria que alienta un loco consumismo y el circo embrutecedor de la política convertida en espectáculo. Es cierto -reconocen todos- que hay sufrimientos y desigualdades profundas, pero esos males no tienen remedio y pueden ser metabolizados por el sistema de manera cínica, concediéndoles espacio en la farándula que convierte la miseria, las carencias y el dolor en banalidades humillantes. El mensaje de los medios es que debemos conformarnos con lo que hay, porque pretender algo más es peligroso, y podría retrotraernos a la crisis de los 70. Todo el aparataje del sistema de dominación quiere convencernos que no hay salida a esta situación, que no es posible una sociedad en que imperen la armonía y la igualdad de derechos y deberes. Se nos ha convertido en un rebaño de ovejas, cuya mansedumbre y conformismo están muy lejos de la concepción del ciudadano participante y activo de una república democrática.
 
En este clima avanza la campaña electoral. En menos de 150 días tendremos nuevo presidente de la República y nuevo Congreso. El triunfo de la derecha es una posibilidad que se avizora real. Por lo demás, esto ha estado a punto de ocurrir en las dos elecciones presidenciales anteriores, en que tanto Ricardo Lagos como Michelle Bachelet se salvaron raspando en segunda vuelta, sólo por representar el “mal menor”. En la última elección presidencial los candidatos de la derecha, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín, acumularon en primera vuelta 3.376.302 votos, en tanto Bachelet consiguió 3.190.691 (y Tomás Hirsch, candidato de humanistas y comunistas, recibió sólo 375.048 votos). En el balotaje Bachelet obtuvo casi 500 mil votos adicionales, provenientes de la Izquierda e independientes, lo que mantuvo a la Concertación en el gobierno por un cuarto período.
 
Sin embargo, parece que esta vez el factor del “mal menor” no jugará el mismo rol. Tanto por el desgaste de la Concertación -acentuado por la corrupción y el debilitamiento de sus partidos- como por el eclipse de toda diferencia sustantiva entre el bloque de gobierno y la Alianza derechista. La oligarquización de la política, que ha permitido nacer a una casta que comparte privilegios y espacios exclusivos, ha cavado un abismo entre el pueblo y la política. Votar por un candidato de la Concertación o de la Alianza es jugar a una ruleta en que siempre gana la banca.
 
Los temas realmente importante están ausentes de la campaña presidencial. Ninguno de los candidatos con opción de ser elegido se propone producir la gran transformación de un Chile de temerosas ovejas a un país de valientes y audaces ciudadanos. En esta campaña no hay debate de ideas sino monólogos superpuestos y una que otra pirueta para ganar espacio en la TV. Ni Frei ni Piñera hablan de la concentración de la riqueza, ni del poder asfixiante de las multinacionales.
 
Tampoco lo hace Marco Enríquez-Ominami. Nadie habla de meter en cintura a las AFP que controlan decenas de miles de millones de dólares de los trabajadores. Nadie hace propuestas concretas en materia de educación para terminar con el negocio de los colegios privados y ordenar el sistema de educación superior que perpetúa los privilegios. Ninguno de los candidatos habla del cobre: el tema central de la economía chilena es un tabú que ha durado todos los gobiernos de la Concertación. A lo más se saca a colación para sugerir, como hacen algunos desfachatados, iniciar la privatización de Codelco.
 
Cada vez es mayor el número de personas, especialmente jóvenes, que se apartan del sistema político. Esto es sumamente peligroso pero tiene explicación. El sistema político, reducido a una participación electoral manipulada, está desprestigiado porque se ideó para conducir un piño de ovejas. Los ciudadanos, en cambio, requieren hacer oír su voz y ejercer su derecho a participar en todos los ámbitos de la vida del país. El sistema político sólo podrá atender esos anhelos mediante una nueva Constitución que proponga al pueblo una Asamblea Constituyente. Para eso hay que juntar fuerzas desde ahora, superando el desaliento y la resignación.

Todavía pesa la dramática derrota de hace casi 40 años. La Izquierda fragmentada no encuentra un camino propio. Una parte de ella ha suscrito un pacto electoral con la Concertación y asume el riesgo -a cambio de conseguir espacio en la Cámara de Diputados- de compartir su derrota. Hay, sin embargo, otras salidas. Es cuestión de buscarlas y reanimar un entusiasmo que no ha muerto. Debemos dejar de ser un rebaño que pastorean políticos sin principios para transformarnos en colectivo. Debemos dejar de ser ovejas para convertirnos en ciudadanos, superando la mediocridad, la arrogancia y la corrupción para integrarnos a las grandes corrientes de cambio que hoy recorren América Latina y que han surgido cuando ya parecía no haber esperanza.

*Editorial del quincenario chileno  “Punto Final”, edición Nº 690, 24 de julio, 2009

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