Chile, pre candidatos presidenciales: los mismos ancestros políticos

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Wilson Tapia Villalobos*

Lo del senador Pablo Longueira fue casi una denuncia: “Tres demos se disputarán la presidencia de la República en la próxima elección”, afirmó. Y pasó a detallarlos: Eduardo Frei, Adolfo Zaldívar y Sebastián Piñera. Se refería al origen de los tres. El senador Frei es el único que queda en la DC. Zaldívar abandonó la colectividad en el último desgajamiento que él produjo. Y Piñera es personaje nacido en esa sensibilidad y con trayectoria familiar democratacristiana.

 

Tal vez Longueira lo dijo en son de broma. Mal que mal Piñera es el candidato casi oficial de la derecha chilena. Es a quien apoya incluso su partido, la Unión Demócrata Independiente (UDI). Pero el dirigente derechista, se equivocó.

Son cuatro, no tres, los precandidatos con la misma cuna. El cuarto es José Miguel Insulza. Nació a la política en la DC, luego perteneció al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y hoy es militante del Partido Socialista. Actualmente, sólo un precandidato no ha pasado por las filas de la falange. Es el presidente del Partido Radical Socialdemócrata (PRSD), senador José Antonio Gómez.

El transformismo es una práctica frecuente en la política. Por lo general, afecta a partidos que han jugado un papel decisivo en el escenario que les ha correspondido desenvolverse. Es lo que ha ocurrido aquí con el Partido Radical y con la Democracia Cristiana. Ambas colectividades representaron fuerzas contundentes en el centro del espectro. El radicalismo dio tres presidentes. La DC, también tres. Las dos colectividades hoy se encuentran en franca decadencia. El PRSD no representa a más del 5% del electorado y la DC ha perdido cerca de un millón de votos desde 1990 a la fecha.

El tema de los guarismos, sin embargo, dice poco. En un fenómeno que es global, la política ha tomado rumbos que se alejan de lo tradicional. Los partidos parecieran haber perdido la sintonía fina con los ciudadanos. Y eso tendría una relación muy estrecha con el advenimiento de esta especie de democracia virtual en que nos movemos. En que lo más importante es la imagen, la forma, por sobre el mensaje, el contenido.

El centro del escenario es el más disputado. Por ello es que aquí se habla de centroderecha y centroizquierda. La opositora Alianza por Chile representaría a la primera. Y la oficialista Concertación por la Democracia sería la segunda. Sin embargo, en ambas coaliciones han aparecido sectores denominados díscolos. La oposición muestra a un segmento fuerte que no oculta su orgullo de haber sido partidaria y partícipe del gobierno dictatorial. Eso quedó claro en las multitudinarias manifestaciones de pesar por la muerte del general Augusto Pinochet. En su mayoría no se sienten cómodos con la candidatura de Piñera.

En la Concertación, el fenómeno de la indisciplina también es patente. Ha aparecido con fuerza especialmente en la administración de la presidenta Michelle Bachelet. Pero no es una cuestión sólo atribuible a la falta de liderazgo, como comúnmente se trata de presentar. Es un fenómeno más profundo y que se vincula con la ausencia de un proyecto de país. Una visión nacional en que la inclusión sea algo más que el contenido de algunos programas sociales limitados. En que el chileno medio sea tratado como ciudadano y no como consumidor.

En las próximas elecciones, esto estará en juego. Si los dirigentes políticos serán capaces de asumir el desafío, está por verse. Pero de eso dependerá que los chilenos vuelvan a encantarse con la política. Si es así, bajará la alarmante cifra de dos millones de ciudadanos no inscritos en los registros electorales. Y posiblemente, también disminuirá la cantidad de electores que anulan su papeleta, la dejan en blanco o, lisa y llanamente, no asisten a sufragar.

Hasta ahora, las propuestas programáticas traen escasas novedades. Y ninguna enfrenta la realidad con algo de creatividad que permita insertar al país en el presente con cara de futuro que vivimos cotidianamente.

La presencia de cuatro precandidatos de matriz demócratacristiana habla a las claras de una política que no se ha renovado. Y tal vez a ello se deba que los problemas nuevos que enfrentan los chilenos aún no tengan solución. Posiblemente allí está la base de la actitud desencantada con que los habitantes del país evalúan su presente y la desconfianza con que miran el futuro.

Mientras la economía se ha modernizado en términos de gestión y ocupación de nuevas tecnologías en las áreas productivas, una situación muy distinta es la que enfrenta el consumidor. Chile es hoy el quinto país del mundo que peor reparte su riqueza. Y el ciudadano medio se siente desprotegido ante una justicia que considera clasista o a lo menos obsecuente con el poder y frente a la acción de grandes empresas que abusan en el cobro por servicios básicos sin ningún control efectivo de la autoridad.

Todo esto estará en juego en la próxima elección presidencial. Y si la clase política no es capaz de ponerse a la altura de los tiempos, los ancestros valdrán poco.

Y, tal vez, hasta estorben.

* Periodista.
 

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