Chile se suicida: consideran medida extrema los estudiantes

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Lagos Nilsson.

La información —de confirmarse— es tristísima y cabrá preguntar quiénes son los verdaderos responsables de tamaña decisión. El gobierno, dirán algunos, pero en realidad serán todos los gobiernos de los últimos 20 y tantos años; a éste le cabe responder por sus indecisiones, ideología y dureza, a los anteriores por no haber querido apagar la mecha de una carga explosiva que herirá los chilenos. Estudiantes secundarios  piensan en la huelga de hambre.

 

Las redes virtuales —que tanto unifican al movimiento juvenil como preservan su rica diversidad— metafóricamente zumban y arden: la idea o decisión de adoptar la huelga de hambre como última alternativa para ser considerados actores en el complejo momento social surge aquí y allá; en localidades tan distantes entre sí como Buin, próxima a la capital donde alrededor de 10 muchachos la habrían comenzado, y en el sur, quizá la lejana Temuco, allá en el castigado Gulumapu.

Las autoridades de gobierno difícilmente podrán alegar sorpresa; los aparatos de inteligencia (o espionaje) del Estado monitorean las "redes sociales" y, así como está probado que sus agentes actúan como provocadores en las manifestaciones de protesta ciudadana, merced a ese espionaje, se hace difícil pensar que no logran infiltrar los miles, los decenas de miles, de correos electrónicos, foros y páginas-web creados y usados por los estudiantes.

Cuando la vida de los más jóvenes se pone en riesgo no cabe discutir cuántos ángeles logran arracimarse en la punta de un alfiler. A lo largo de las últimas semanas los estudiantes —universitarios y secundarios— han mostrado una sorprendente madurez cívica y conocimientos cabales de los asuntos que los movilizan; los estamentos políticos, de gobierno y oposición, han sido puestos en la picota, sin reflejos, aferrados a frases hechas y sus representantes muchas veces presos de los sórdidos intereses que parecen proteger (la educación, lo dijo el Presidente de la República, es otro artículo de consumo, y no importa si horas después intentó corregir el aserto: el criterio de gobierno quedó desnudo).

No es hora de negociar. En los tiempos tempranos de la que se creyó recuperada democracia, hablando de cultura un hombre de cultura —el actor Julio Jung— señaló que los problemas de recursos para ese ámbito se solucionaban comprando uno o dos tanques menos para el ejército… ¿Cuántos menos tanques y otros implementos y gastos fiscales son necesarios para darle a las actuales y futuras generaciones lo que tienen derecho pleno a exigir, que es educación digna, igualitaria, laica y gratuita a aquellos que no pueden pagar las tarifas de los colegios, liceos, universidades y otros institutos particulares?

¿Entiende la autodenominada "clase política" que no se trata de apagar el fuego que su estulticia encendió, sino de aprender a utilizarlo para el bien común y el futuro del país? ¿Entiende que un —como le gusta decir— "proyecto país" no se formula desde el egoísmo, la avaricia y la mediocridad? ¿Entiende que los jóvenes, todos y cada uno de ellos, son sagrados e irreemplazables?

Probablemente no.

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