Chile, sexo, »Wena Naty»: – ESTAMOS CONTIGO CHIQUILLA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Todo aquel que ha tenido un cachorro sabe –veterinario por medio– que no conviene «cruzarlo» antes de tiempo; y todos los que tienen cachorros saben lo difícil que es lograr retrasar su vida sexual.

El cachorro humano no tiene dueño, muchas veces en realidad tampoco tiene padres, tutores, guardadores; no es un asunto de moral –es una cuestión social, nomás porque los cachorros humanos pertenecen a la sociedad humana. Sólo que…

Sólo que la organización de la sociedad humana olvidó la razón de su estructura –o éstas: razón y estructura– no le sirven. La trilogía familia-sociedad-Estado hizo agua, por lo menos en su formulación tradicional. Y «la» Naty paga los platos rotos.

Yendo por partes

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La sociedad considerada una, aunque dividida en clases que luchan entre sí para imponer al resto sus intereses –considerándolos representativos de toda la sociedad–, se derrumba producto de sus explosiones internas, a veces heroicas las explosiones, por lo general abyectas.

El Estado, supuesta entidad por sobre esas clases, se convierte –o se convirtió– en mera oficina de partes para los trámites de los sectores más poderosos de la comunidad. Si todavía existe el Estado y sus estructuras se debe a que mantienen esos sectores poderosos el monopolio de la fuerza –aunque en los planos nacionales fuertemente disminuido por el ejercicio de poderes foráneos.

En cuanto a la familia, ésta se hundió junto con el fracaso de la fe institucionalizada en las iglesias –específicamente la Iglesia Católica vaticana en América Latina.

De la gran familia romana (o indígena) se derivó a la familia nuclear: papá, mamá, hijos –los abuelos a la casa de ancianos o al hospicio–. Pero el núcleo se empequeñece a diario: madre e hijos a menudo (eso si la madre no ha sido vuelta loca por papá o de verdad asesinada por éste).

Madre e hijos siempre y cuando se mantenga la identidad sexual –de género dicen algunos– heredada del patriarcado: son visibles las familias «unisexuales», sin que haya evidencia de que la elección sexual de los adultos determina fatalmente la orientación sexual de los críos.

Nuestra cultura se basa en la rigidez del verticalismo: la ley se obedece aunque no se cumpla, se trabaja aunque no alcance para vivir, se vota aunque no se pueda tener ni información ni control sobre los gobiernos, se paga la TV cable aunque en pagándola se pague también la propaganda. Vivimos el rito sin ceremonia.

Y cuando se intentó, a mediados del siglo XIX alterar esta característica, al menos en política, con las formas organizativas de tipo celular (se generan las directrices «desde abajo» para que «desde arriba» se planifique y ordene) la cosa acabó en roscas de mandamases gerontes hábiles para crear nuevas clases a cargo.

Naty sin cielo y sin diamantes

Naty es una chiquilla sin probablemente ninguna autonomía de vuelo, criada en un hogar «tipo» de los llamados «decentes». Fue grabada por algún amigo –con un celular comprado por los padres del amigo– coprotagonizando la escena de una práctica sexual vieja como el mundo: la felatio. Ningún medio periodístico la nombró, eligieron el eufemismo de «sexo oral». El nivel de placer que brindó y obtuvo no se ha dado a conocer.

Sabido el asunto –el amigo «subió» la grabación a la internet– la expulsaron del colegio donde estudiaba; por razones difícilmente racionales ella fue expulsada, no su partenaire, del establecimiento educacional: machismo, o sea. La hembra como demonio que trabaja para la perdición.

¿Será necesario ilustrar al lector diciéndole que se trata de un colegio católico tradicional y prestigioso en el variado y medio pelo pretencioso de Chile? El Colegio Lasalle.

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¿Y decirle también que la expulsaron por «conducta inadecuada» mientras vestía uniforme (del colegio) ¿Si no lo hubiera vestido la habrían expulsado?

Ella asegura, ¡a sus 14 años!, que todo fue un juego, una suerte de desafío a su mujeritud, y que no se había drogado ni estaba borracha (chicos y chicas drogados o borrachos son comunes en este país bendecido por el infierno en 1973 –bendiciones que sus actuales gobernantes sienten, a cualquier costo, que también les son propias, no en vano administran la herencia de esos años –aunque dizque con conciencia social, signifique eso lo que signifique).

Sus padres: avergonzados –acaso no conocían, cristianos, tal variante lúdica del «un/dos» que marca la vida conyugal–. Sería bueno que se enteraran de una vez por todas que que tanto mujeres como varones ponen labios, dientes y lengua en el «ahí» de sus compañeros sexuales con gozosa dedicación desde tiempos inmemoriales. A los 14 o 74 años.

Oler, palpar, sobar, ensalivar y gustar son actividades propias de todos los mamíferos, como lo saben quienes van al zoológico o tienen mascotas en casa. Punto.

En el fondo un problema de ética, no de sexo

En el caso Wena Naty si se exige un culpable directo e inmediato (porque los indirectos y hasta el fin del mundo son los padres de ambos) ése es el tarado mala persona que «colgó» lo grabado en la red sin pedir permiso; ningún arrepentimiento reparará el mal causado.

Ese niño imbécil –al igual que el asesino de un policía durante una jornada de protesta o el imbécil que arrojó una Molotov a una ventana de La Moneda o los hijos de los que se robaron las platas de los ferrocarriles– es producto del país pinocheto-concertacionista y debió haber sido él, ese niño, el expulsado de su colegio. Por último por «buchón». Sus pares tienen la última palabra.

La primera palabra debió pronunciarla el receptor de la caricia de Naty. Nunca es demasiado pronto para asumir lo que se hace o se deja que hagan porque de uno depende. ¿Qué ética reina en su hogar? Puede que, como los políticos de la Concertación esté siempre dispuesto a mostrar la cara –no importa cuál–, pero es incapaz de poner el pecho; o puede que sea heredero de la Alianza de derecha: puso el pajarito pero se guardó las alas para arrancar.

Estas dos conductas –más la idiotez de la Naty, los tres crecen en el universo peculiar post dictadura y contemporáneo de Afganistán, Palestina, Granada, Panamá, Cuba, migraciones «ilegales», etc… y la «justicia» para los mapuche– debieron ser el tema de crónicas, análisis, entrevistas, comentarios de la prensa; no lo fueron y eso dice mucho de la muerta, desagradable sociedad en que vivimos.

La estimulación o caricia oral al pene recibe en algunos casos, según sus actores, el nombre de auparishtaka en un viejo manual de educación sexual indio, que afirma es propia de esclavos y peluqueros.

En este caso los esclavos y peluqueros son los medios de comunicación periodísticos, incluyendo a los tres payasos de la televisión chilena de la noche de los domingos.

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