Chile, sin alianza ni concierto

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Wilson Tapia Villalobos*

Tal vez es un récord. Han pasado veinte años y, por primera vez hoy, la política chilena da muestras evidentes de agotamiento No me refiero a candidatos, que siempre habrá de sobra. Aludo al sistema. A este binominal que es la base de la democracia nacional y que de democrático tiene nada. También estoy pensando en el cansancio del electorado. Porque sólo así se pueden leer ciertas manifestaciones.

Empecemos por lo más escandaloso. La irrupción de Marco Enríquez Ominami ha creado un desbarajuste. No sólo en las encuestas (un impensado 14%), en las estructuras partidarias, en las bases de la Concertación. No es que el candidato sea una especie de Obama. No hay trabajo sostenido por décadas, ni mensaje demasiado novedoso. Tampoco un programa con enjundia superlativa. Más que presencia arrolladora del presidenciable, es actitud del electorado.

Por decirlo derechamente, es lata de los votantes. Y, atención, no sólo de los concertacionistas.

Todo esto está matizado con situaciones llamativas, por lo menos en política. En la política, claro, que estábamos acostumbrados a soportar. ¿Qué es esto de que un papá apoye a su hijo y deje de lado su condición de vicepresidente de su Partido, que es el Partido del hijo? Es lo que ha hecho el senador socialista Carlos Ominami.

Una postura que no se entiende con los parámetros casi militares con que hasta ahora se asume la política.

Algunos juicios condenatorios contra Ominami así lo han resaltado. Como si la política fuera de otro planeta. O no la hicieran los seres humanos. O el candidato tal o cual, fuera más entretenido, interesante o comprometedor que el hijo. ¿Estarán hablando de otra política? Porque de la chilena no es.

Aquí todos sabemos que los candidatos a presidente, senador, diputado, alcalde, concejal, son elegidos por la superestructura partidaria. En esa etapa poco importa lo que piense la gente. Son el nepotismo, los lazos de poder, los compromisos de clase –concepto marxista incluido–, que funcionan.

Cuando se llega a una instancia tan excluyente como la elección del aspirante presidencial, los empujones son mayores. Y también lo son los aspectos a considerar. En este caso, la figura del senador Eduardo Frei se impuso por razones bien simples. Existía la convicción de que si no era un democratacristiano el candidato, la Concertación perdería frente al presidenciable derechista, Sebastián Piñera.

Más aún, la Democracia Cristiana se diluiría, como ha ocurrido en casi todo el mundo occidental. Y significaba, lisa y llanamente, que la Concertación desaparecía.

Por otro lado, la posición de Ominami luce un tanto riesgosa. Puede que su hijo adoptivo tenga poco que perder y mucho que ganar. Pero él arriesga su repostulación. Es posible que maneje antecedentes que le demuestren la dificultad que tendría para ganar otro período en el Senado por la circunscripción que hoy representa (V Cordillera). Yo prefiero pensar que es la inclinación paterna la que guía sus pasos.

En este escenario, no puede sorprender que una ministra del Trabajo les pida a los trabajadores que no busquen empleo para no agravar la crisis. O que su colega de Educación aleone a los padres de escolares para que rompan una huelga de profesores. Y que desde una posición de fuerza, enfrente a los maestros como si se tratara de una señora feudal. Tampoco sorprende que pocas horas más tarde, el gobierno se allane a lo que piden los huelguistas.

Esto en el gobierno y en su entorno. En la otra vereda, el ambiente no es más transparente.

En la derechista Alianza por Chile, la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN) se muestran los dientes no sólo por el candidato presidencial, sino por los cupos parlamentarios.

Para nadie es un misterio que la calidad de empresario multimillonario de Piñera no es fácilmente digerible para la UDI. No se trata de que ésta esté integrada por revolucionarios radicales anti globalización y contrarios al neoliberalismo. Por el contrario.

El punto es que el Opus Dei reconoce que el orden divino considera la existencia de pobres y ricos, pero hay que mantener una actitud algo más solidaria que la demostrada por Piñera durante su vida. Miradas así las cosas, resulta casi impresentable el apoyo a tal abanderado.

Por tanto, hay que recuperarse en el número de diputados y senadores que se puedan elegir. La política es la política. Al menos esta política que parece latear profundamente a una buena cantidad de electores.

Y así volvemos al fenómeno Enríquez Ominami. Todo indica que esta ciudadanía poco informada, manipulada, sí tiene claro lo que le produce hastío. Y es lo que desconcierta y rompe alianzas entre los políticos. Los cambios son así, aunque los dirigentes no se den cuenta o no quieran darse cuenta.

* Periodista.
 

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