Ciencia, poesía, amistad. – UN PSIQUIATRA ESPECIALISTA EN NERUDA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El poeta David Huerta (Premio Xavier Villaurrutia 2006), se ha pasado dos años difundiendo una investigación sui generis, se trata del Enigma inaugural escrito por Enrique Robertson (Temuco, 1944); en México se
escuchó por primera vez la hipótesis no oficial del seudónimo de Neftalí Reyes en el Centenario de Neruda, durante la Feria del Libro de Guadalajara 2004. David Huerta citó en su ensayo El correo de los narvales (Letras Libres, febrero de 2006 y retomada en síntesis por el diario Reforma, el 20 de noviembre de
2006) lo que pareciera un misterio resuelto por Sherlock Holmes.

Enrique Robertson (en la apertura con Hernán Loyola, fotografía del autor) es un científico (neurólogo y psiquiatra) nacido en la tierra de Neruda, pero radicado desde hace más de 30 años en Bielefeld Alemania; es que estudiar medicina en la Universidad de Concepción, junto a los
dirigentes del MIR, (ver la Carta del EZLN en homenaje a Miguel Enríquez fundador del MIR en La Jornada 9.10.2004) entre 1963 a 1970, y ser elegido por el Movimiento Universitario de Izquierda como Secretario de Extensión Cultural del Centro de Estudiantes de Medicina por dos años consecutivos –confiesa en
exclusiva– “pasó a ser de peligro mortal, el país se transformó en una trampa por el sólo hecho de ser allendista, algunos amigos míos fueron bestialmente asesinados” entre profesionistas y universitarios vivir el exilio, se le llamó de forma amarga “obtener la beca Pinochet”.

Regresando al tema nerudiano, la Universidad de Alicante, en su revista América sin nombre (diciembre de 1999) publicó la investigación de Robertson, posteriormente retomada en su totalidad por la revista de la Fundación Neruda Cuadernos (número 44) y en formato electrónico por la Biblioteca Virtual Cervantes. Pero su trabajo no se limita a ese texto, ahora está investigando al pintor Pablo Picasso y asegura: “Vengo preparando una exclusiva; si me resulta, nadie me acallará. El problema de tales cosas
picassianas, es que requieren muchas ilustraciones con copyright; eso me frena”.

Cerramos la conversación rompiendo lanzas por la memoria de Neruda y de cómo se invierten los derechos de autor del poeta (US$ 2.3 millones sólo en 2003) junto a Ricardo Claro –uno de los civiles detrás del golpe de 1973, asesor y embajador de Pinochet– todo por la ‘gestión’ de Juan Agustín Figueroa: presidente vitalicio de la Fundación Neruda e implacable inquisidor de mapuches bajo leyes «antiterroristas». El raport de la
entrevista no pudo ser mejor, él psiquiatra y yo aspirante a psicólogo, ambos amantes de la poesía de Neruda y otros delirios.

–Eres psiquiatra y neurólogo, ¿qué sinapsis existen entre las neurociencias y la literatura?

–Ser neurólogo y psiquiatra es posible en Alemania; en Chile era neurólogo, y solamente cambiando de especialidad podría haber sido psiquiatra, pero no habría podido ejercer simultáneamente ambas especialidades (se consideran tribus diferentes). Menos mal que en Alemania se puede lo intertribal; porque es algo muy útil, por ejemplo para poder moverse con cierta desenvoltura en sub-especialidades como la que ejerzo desde hace más de 25 años : la Epileptología. Sí, compadre Mario; me dejé fascinar por la milenaria enfermedad de los mil nombres.

«En 1980 pensé hacer una pasadita de algunos meses por ese campo, para tener algunas nociones. Y allí me quedé. Hay muchas epilepsias; y hay algunas enfermedades que no lo son, pero que se le parecen.

«Si te lo comento es para decirte que en la neurología, la psiquiatría y la epileptología hay algo (o mucho) de trabajo detectivesco. El entrenamiento en la observación de síntomas y signos en dichas
especialidades, es sherlockiano. No por nada el padre literario de Sherlock Holmes era médico, y el modelo para su inmortal personaje era otro médico.

«Aquí ya llegamos más cerca de la respuesta, que son las sinapsis entre las neurociencias y la literatura. Sobre psicología y psicopatología, para qué decir. Hay demasiada literatura. Volviendo a lo mío: la epilepsia; sólo
te nombraré a Fedor Dostoiewsky, en representación de los clásicos de la literatura universal. Por otro lado, en la novela policial, por ejemplo, hay que nombrar a Simenon, que en 1933 escribió una novela, sin Maigret,
que en castellano se llama La Epilepsia (Le Haut Mal); cito la fecha porque entonces la epilepsia tenía ‘mala prensa’, quiero decir estaba más estigmatizada que hoy.

«De 1939 es The Big Sleep, clásico policial de Raymond Chandler (con Philip Marlowe, el detective).

«Quedémonos ahí con las novelas y pasemos a la poesía: en Un grabado fantástico (de Las flores del mal
de Baudelaire) se menciona la epilepsia, de mala manera. Sus razones tendría el poeta para hacerlo. En cuanto a Neruda: una deformación profesional me enciende la alarma cuando leo en el Poema 15 (de los Vente poemas de amor publicados en 1924)…

«Esas ausencias con silencios, con ojos que parecen que se hubiesen volado y con voces que, oídas desde lejos, no tocan a la amada. ‘Como si hubieras muerto’, dice. No voy a diagnosticar nada, pero ganas no me faltan; porque eso, en esa amada, explicaría algunas cosas. Porque si ella ocultó su enfermedad, juvenil y benigna y que luego desapareció espontáneamente, cuando ya era demasiado tarde: qué tragedia. Y el tratamiento, hoy día, habría sido tán fácil.

«Otro diagnóstico, ésta vez psiquiátrico sobre Neruda: veo que en el viaje de regreso desde Oriente a Puerto Montt (infelizmente casado, sin trabajo ni dinero ni perspectivas de ganarlo, desolado, con la sensación de un fracaso absoluto y con su Residencia en la Tierra al parecer condenada a no ser editada jamás) al
escribir su poema El Fantasma del Buque de Carga (a bordo del Forafric y después de varias terribles y tediosas semanas de navegación) Neruda jugaba muy peligrosamente con la idea de suicidarse lanzándose al mar. Nadie
lo ha dicho; yo creo firmemente que fue así».

–Temuco, siendo la segunda residencia de Neruda en la tierra, ¿qué tanto marcó tu infancia o adolescencia?

–Me marcó, menos en la infancia que en la adolescencia, cuando era alumno del mismo Liceo en el que se formó el vate (aclarándote que el establecimiento educacional era el mismo, pero el edificio –un caserón– que él describe en sus memorias, ya hacía décadas que no existía).

«Neruda, en esos tiempos en los que yo era liceano, casi no se dejaba ver por Temuco. Además la ciudad y sus autoridades lo ignoraban como persona; jamás lo habrían invitado, era un comunista. Pero era extraordinario el número de gente que en Temuco (y la zona) se sabía de memoria algún poema suyo; mi madre, por ejemplo, se sabía, y se sabe todavía a sus más de ochenta años, Farewell, a ella se lo oí recitar muchas veces.

«En Temuco, Hernán Loyola fue mi profesor de castellano, siendo él a quien oí hablar de Neruda (a mis 12 o
13 años) por primera vez; además haciendo de coinvestigador, porque Loyola en más de una oportunidad nos dio la tarea de ayudarle a buscar todo lo que relacionase a Neruda con Temuco, Carahue y Puerto Saavedra. Después de que Loyola se fue de Temuco, hablar de Neruda se redujo a casi cero, con la sola excepción de un profesor que amaba sus Odas Elementales.

«De mi niñez lo que recuerdo –relacionado con Neruda– son mis viajes en vapor (barco) desde Carahue a Puerto Saavedra, que eran los mismos barcos fluviales en los que él viajó; y por primera vez (como yo) llegó al mar, lo vio, olió y sintió. Supongo que habrá viajado en el barco que era de unos parientes cercanos míos: los Holzapfel. Debió ser el caso, porque está documentado que fue amigo de mi tío Armando Holzapfel, primo hermano de mi madre, que fue diputado del Partido Radical. Eso me hace recordar que también mi tía Lutecia Holzapfel era amiga de Laura Reyes, la querida hermana de Neruda. No sé si aún existirán las fotos en las que aparecían juntas en la playa de Puerto Saavedra; mi tía era profesora de la Escuela Técnica Femenina en la que Laurita era inspectora (en Santiago).

«Además, en mi niñez conocí la escuelita privada (algo así como un jardín de infantes pero con la diferencia que enseñaban a leer) que se llamaba Escuela Santa Filomena. Allí aprendió sus primeras letras el infante Neftalí Reyes; y las aprendió tan bien que después pasó a llamarse Neruda (él, y no la escuelita; esa desapareció hace ya más de medio siglo). Muchos años después, y siendo ya médico, vi a Neruda en Temuco, cuando la ciudad le homenajeaba con Las Jornadas Nerudianas de Temuco, de las que hoy casi ni se habla».

–Alguna vez me contaste que tu madre era amiga de juventud de Ligeia Balladares Saavedra, a quien Neruda le dedicó un poema ¿Así es el Sur? ¿Tan pequeño y distante? Sin saberlo tenemos a otro amigo de Temuco, el
poeta Bernardo Reyes…

–Mi madre conoce desde su juventud a Ligeia Balladares Saavedra, periodista radicada desde hace ya muchos años en México, esposa de Guillermo Ravest, quien fue director de Radio Magallanes, donde se transmitió el último discurso de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Ella, Ligeia, y mi madre Silvia son aproximadamente de la misma edad. En cambio, la señora Selva (madre de Ligeia), pedagoga, poeta y ecologista (mi abuela Selva, le decía yo) fue gran amiga de mi abuela y de mi abuelo materno (Rafael Álvarez).

«El Sur es así: grande y cercano/ pequeño y distante/ grande y distante/ pequeño y cercano. Según el estado de ánimo de uno; y el cristal con el que uno lo quiera mirar. Pero, en cualquier caso: con sinapsis múltiples conectadas a todo el planeta, y a todos ‘los astros azules que tiritan a lo lejos’. En cuanto a tu amigo, el temuquense Bernardo Reyes, sobrino nieto de Neruda, por supuesto que lo conozco; si son amigos míos
también, Bernardo y Guido Eytel, otro gran escritor temuquense».

–Mi buen amigo David Huerta se ha convertido en tu mejor publicista, para el Centenario de Neruda, en la FIL Guadalajara 2004, citó tu ensayo El enigma inaugural (en El correo de los narvales, en Letras Libres; febrero, 2006) y en Reforma del 20.11.2006 te cita ampliamente. ¿Alguna vez pensaste que tu investigación publicada en la Universidad de Alicante sería tan comentada en México?

–Que esa investigación ‘sherlockiana’ que presenté al Coloquio de marzo de 1999 en Alicante sería comentada en México por el poeta David Huerta, de tanto y tan merecido prestigio, es un honor que no llegué nunca a imaginar; a tu amigo David lo he leído, pero no lo conozco personalmente, sé que es hijo de don Efraín Huerta, uno de los viejos amigos de Neruda desde la guerra civil en España y de la vida cultural mexicana de los 40. En el
transcurso de los años El Enigma ha sido citado una gran cantidad de veces y en diversos países. Eso tampoco es algo que yo desde un principio haya podido imaginar.

«Lo mejor es que citan mi trabajo personas que saben de qué va la cosa; pero también me alegra que otras me digan que lo leyeron de punta a cabo, con la facilidad y el agrado de haber leído un relato entretenido».

.

–¿Qué cambió en tu vida descubrir que el seudónimo de Neruda no tenía nada que ver con el poeta checo Jan Neruda como dice la historia oficial?

–Bueno, no sé si es sorprendente comprobar que la historia oficial difiere de la verdadera; yo creo que lo raro es que coincidan. En el caso de la adopción del nombre Pablo Neruda por el jovencísimo poeta temuquense
Neftalí Reyes, la historia oficial del gran poeta aseguró que al adoptar Neruda como pseudónimo había rendido una especie de homenaje a Jan Neruda; escritor checo que en 1920 al liceano de 16 años le era desconocido. Y, hasta mucho después, continuó siéndole desconocido.

«Pero, como explico en mi investigación, dudar de que tal nombre remitía a Jan Neruda, no era nuevo entre aquellos que se habían ocupado de observar las aseveraciones de la historia oficial bajo sherlockiana lupa. No sé si, retrospectivamente, lamentar que cuando –hace cerca de medio siglo– el profesor Loyola nos habló de Neruda a los que éramos sus alumnos en el Liceo de Temuco, yo ya había leído mucho antes Estudio en Escarlata, esa primera aventura de Sherlock Holmes donde menciona a la violinista Norman Neruda; había
seguramente olvidado ese detalle; si no, ya entonces se lo habría dicho al profesor Loyola. Porque, claro, fue él quién nos dijo que el apellido original del poeta era Reyes y que su familia residía en Temuco. Y que si
encontrábamos diarios o revistas antiguas de Temuco o de cualquier parte, en que apareciese el nombre Neruda, no tardásemos en mostrárselas.

«Creo que mi amigo Carlos Jara y yo, fuimos los únicos que reaccionamos a su demanda, aunque sin gran éxito. Que en Temuco, y toda La Frontera, no había nadie que se apellidase Neruda, parece que estaba ya investigado. Una revista –de 1920 o antes- en la que hubiese aparecido un cuento de Jan Neruda era imposible de encontrar y probablemente nunca había existido.

«Debimos hablar acerca de otras posibilidades, porque –eso lo tengo fresco aún en la memoria– yo creía más probable que Neruda fuese una ‘ensalada de letras’ proveniente de Renaud. Y –como juego– lo reinicié cuando a mediados de 1990, compré en Barcelona la Antología Poética de Pablo Neruda, en dos tomos, una
selección de mi viejo ‘profe’ Loyola. La nota 2 bis de su excelente prólogo, fue la que gatilló mi nueva búsqueda.

«¿Algo que cambió algo en mi vida?: nada menos que hacer conocido mi nombre como autor de una investigación cuyo destino sería la de ser citada por poetas, nerudistas, nerudófilos y nerudólogos, como también por muchas otras amables personas que me han comentado lo mucho que les gustó leerla; por ejemplo el ‘Círculo Holmes’ de Barcelona le dedicó especial atención porque semeja una apasionante aventura
sherlockiana. Parte de su éxito se debe a que le copié la idea a Sara Vial de ilustrarla profusamente, tal como su Neruda en Valparaíso. Pero, sin duda alguna, lo mejor fue que le gustó a Hernán Loyola que me llevó con ella a Alicante, a presentarla en el legendario coloquio de marzo de 1999 que se llamó ‘Pablo Neruda: con la perspectiva de 25 años’.

«Su posterior publicación en papel, en la revista América sin Nombre (España) y Cuadernos de la Fundación Neruda (Chile); y en su versión electrónica en la Biblioteca Virtual Cervantes y en Espéculo (España), en letras.s5 (Chile), en ‘Agonia (Francia); y ‘links’ en otras páginas que conducen
a ella, la han hecho muy conocida».

–Entonces ¿Consideras a Hernán Loyola tu padrino intelectual?

–Ya sabes que fue profesor mío en el Liceo de Temuco. Con mi amigo Carlos Jara (psiquiatra, numismático, y Marchand d’Art), que fundó en el exilio la Galería que llevó su nombre en Puerto Príncipe, Haití, éramos los
menores y los más lectores del curso; por eso Hernán nos tenía especial simpatía y nos ponía de ejemplo. Con Carlos nos dimos a la tarea de tratar de encontrar para él, un ejemplar –o un recorte– del diario La Mañana, ese que casi cuatro décadas antes había publicado el poema de Neruda Salutación a la Reina con el que ganó el premio de la Fiesta de la Primavera, en Temuco.

«Fracasamos, no lo encontramos (todavía nadie lo encuentra y nadie conoce el misterioso texto de ese poema, que algo diría entre líneas, porque desapareció). Muchos años después, pero antes de retomar contacto con
Hernán, que vivía en Italia, yo había escrito para la hoja cultural Els Quatre Gats (café donde Picasso en 1900 hizo su espectacular exposición de retratos de amigos y personajes conocidos), en Barcelona, breves notas acerca de Neruda –en relación a su breve estancia como cónsul de Chile en esa ciudad (1934) y a su poema Alberto Rojas Jiménez viene volando–. En las Obras Completas de Neruda editadas por Hernán Loyola, El Enigma fue citado en el prólogo del tomo 3. Lo más actual e importante para mí al respecto, es que en su
recientemente publicada –y ya premiada– Pablo Neruda. La Biografía Literaria (Seix Barral 2006), Hernán Loyola me hace el honor de citar El Enigma Inaugural y otros temas sobre los que hemos dialogado, con una
extraordinaria amplitud que me llena de orgullo y satisfacción».

–Ahora que mencionas al café Els Quatre Gats, sé que trabajas una investigación sobre Pablo Picasso ¿Qué puedes adelantarnos en exclusiva?

–Estoy trabajando acerca de dos obras de Picasso: Ciencia y caridad, que pintó a los 16 años de edad y que, al mirarla detenidamente en el Museo Picasso de Barcelona, me hizo pensar en un par de cosas que estoy
pasando al papel; veremos qué saldrá de eso. El otro cuadro acerca del que –si lo logro y sin presumir– quisiera decir un par de cosas que creo puedan ser novedosas e interesantes, es nada menos que del Guernica. También está por verse si sale algo presentable de eso».

–Hace tres décadas gritabas por las calles: «En América una luz: ¡Fidel Castro Ruz!» Hoy día se encuentra extraviada la palabra final de Neruda por la Revolución cubana, en un prólogo inédito para Canción de gesta (1973). ¿Cómo eran los días del Diálogo de las Américas entre Fidel Castro y Salvador Allende rodeado del MIR?

–A mediados del 70 dejé Concepción para irme mucho más al sur a Valdivia a trabajar primero para el Servicio Nacional de Salud, de modo que lo sucedido en la Universidad de Concepción a partir de esa fecha, no lo viví directamente y por eso no lo puedo atestiguar. Sé que el número de afiliados al MIR aumentó considerablemente. En mi experiencia, fue un lapso políticamente muy movido e interesantísimo; el estudiantado estaba prácticamente dividido en demócrata-cristianos por un lado, y en la izquierda por el otro. También había una minoría de juventud radical.

«Las protestas estudiantiles por la guerra de Viet Nam, por la amenaza que se cernía sobre Cuba, las huelgas en
apoyo de reivindicaciones y reformas, no es que fueran algo cotidiano, pero se llevaban a efecto con mucha frecuencia; con multitudinarios desfiles en los que gritábamos consignas como la de Fidel Castro Ruz, otras por el
Che, otras por Ho Chi Min y se pronunciaban encendidos e incendiarios discursos. Sobre todo en el local –de gran capacidad– de La Casa del deporte; y en el Foro de la U de Concepción, ubicado al lado mismo del Hogar de
Estudiantes donde yo residía.

«Ya en Valdivia y en Santiago me tocó disentir de las huelgas que ordenaba el Colegio Médico en contra del gobierno de la Unidad Popular; lo digo con orgullo, trabajé sin acatarlas».

–Para finalizar, como buen nerudista, nada de su vida o muerte te es ajeno. ¿Qué opinas de que los derechos de autor de Neruda se inviertan junto a Ricardo Claro? (siendo uno de los civiles detrás del golpe de 1973 y
asesor de Pinochet desde el 12 de septiembre de 1973).

–Por muy globalizado que esté el mundo de la información y por muchas horas que uno navegue en la internet, no se entera uno de todo. Cuando tomo contacto con la Fundación Neruda, lo hago siempre con las mismas personas, que son Adriana Valenzuela y su jefe Darío Oses; es decir, cuando lo hago, tomo contacto con la Fundación ‘entrando’ por su Biblioteca. Y eso siempre me resulta muy agradable y simpático. Lo que me cuentas es tremendamente lamentable. Neruda no lo habría encontrado nada de ‘Claro’, y –sin duda– lo habría rechazado.

«¿Quién decidió ‘poner techo de vidrio’ a la Fundación? Y ¿con qué necesidad o intención?, en todo caso, no le hizo ningún honor a la memoria del poeta.

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foto
* Periodista. El texto se publicó originalmente en el periódico mexicano
La Jornada Morelos y en el diario digital chileno El Clarín.
Se reproduce con autorización de su autor.

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