Colombia, la tristeza infinita. – BETANCOURT: SOLITARIAMENTE SOLA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cuenta García Márquez del largo convoy, 30 vagones, cargado de muertos; relata –en verdad– una parábola de Colombia. El texto fue escrito hace más, probablemente, de 50 años, pero la parábola está vigente. Colombia, un territorio donde es fácil morir o desaparecer (aunque los que desaparecen suelen estar muertos).

Colombia, la católica, es la impiedad. No por vivir allí un pueblo impío, sino porque allí moran gentes con miedo.

Centenares –dicen– de secuestrados por las FARC arrastran su miseria por la selva en la retaguardia de los combates. Millares –dicen– de rehenes del Estado arrastran su miseria por los calabozos terribles de la retaguardia gubernamental.

Los apresados por uno u otro bando son material gastable. Expresión tétrica del capitalismo que todo lo concibe como intercambio. Los gobiernos se amparan en una legalidad tradicional que ¡ay! demasiado a menudo violan o entregan a potencia extranjera; la guerrilla en el hecho de que controlan parte del país y disponen de poder de fuego para ser considerados por la ley internacional como beligerantes.

Ambos castigan, apresan, ejecutan. Sólo que la comunidad internacional, hipócrita, se niega a pedir al gobierno formal de una parte de Colombia que reconozca que otro gobierno de otra parte de Colombia ganó el derecho a que Bogotá se deje de argucias y acepte su existencia.

Ingrid Betancourt, pobrecita, quedó de repente al medio de estas formaciones ferroviarias; pero ella sabía por dónde caminaba. Probablemente lo pague con su vida, y si la liberan nunca olvidará la experiencia. Pero, más allá de su triste fotografía, lo cierto es que ella es una presa política al otro lado del espejo. Y no hay ninguna Alicia.

Alrededor de 10.000 almas han sido sumergidas en los últimos años en las mazmorras que regenta el Estado colombiano por cuestiones políticas. Unas 600 al parecer gozan de la selva al estilo FARC. Todas ellas tal vez de acuerdo a la ley que impere en ambos territorios.

El hecho es que el gobierno de ese Estado no es capaz de imponer su ley en todo el territorio. El otro gobierno, el de las FARC, por odioso que parezca, impone la suya en su tajada geográfica; y sobre las bolsas de vacío, filibusteramente, los paramilitares hacen de las suyas. Existe suficiente evidencia de que han contado con el beneplácito de la familia Uribe, primero, y del Estado después.

«La débil y enferma ex candidata presidencial de Colombia, Ingrid Betancourt, fue encadenada a un árbol y obligada a caminar descalza por la selva luego de que intentó escapar de un campamento de la guerrilla, reveló uno de los políticos liberados el miércoles» (27 de febrero de 2008).

¿Será cierto? ¿No huele la historia a una de aventuras, a las armas de Sadam?

Lo objetivo es diferente. Ella es inocente, pero ella es culpable. Porque así como Marulanda es el enemigo de Bogotá, ella es la enemiga de la selva. Estúpido tal vez, pero es la lógica que impera. Hasta que el Comando sur de las FFAA estadounidenses conviertan todo en un gigantesco Guantánamo. O en otro Kosovo.

Nadie ha develado la suerte de los torturados por el DAS ni donde entierran en el campo los muertos que matan las «fuerzas de seguridad». No hablamos de Jano. La cara es una. Los que mienten serán desenmascarados.

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