CONSIGNAS Y VERSOS

1.192

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Siempre recuerdo la misma anécdota.

Ocurrió hace años, en el Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México. Era la noche de la presentación de La fiesta del chivo. El lugar se encontraba lleno y ya estaban a punto de ingresar en el estrado Marcela Serrano y Juan Villoro, anfitriones del acto, junto a Mario Vargas Llosa. De pronto, en medio del silencio expectante, desde las alturas de algún balcón se descolgó un grito «¡Viva Cuba libre!». La consigna guerrera permaneció por unos segundos flotando, suspendida en el aire. Todos la miramos pasar.

Hasta que se evaporó.

Al finalizar la presentación, algunos amigos comentamos lo ocurrido. Una o dos décadas antes, ninguno de nosotros hubiera tenido dudas. La frase era un puño alzado en contra del bloqueo asesino de Estados Unidos. Pero el paso del tiempo siempre es una complejidad. Ya la historia había derrotado la simpleza de cualquier frase. Ya no era suficiente gritar «¡Viva Cuba libre!». Ya se hacía necesario, después, aclarar si ese grito estaba en contra o a favor de Fidel. Ni modo.

Después de 49 años en el poder, la «revolución cubana» no se puede escribir sin comillas.

Aunque intente disfrazarlo, el retiro de Fidel tiene más de boxeador aporreado que de líder político. Sólo abandona el poder ante un poder todavía mayor: la edad. Es irremediable cumplir años. No hay manera de negarse. No se puede decir «la próxima vez no lo hago». Las leyes de los cuerpos suelen ser más puntuales que las leyes de la historia. La carta que Fidel ha publicado esta semana no es sino un amago, otro gesto de un hombre que puede perder el poder pero que se resiste a perder su histrionismo.

Quizás ahí se encuentre un camino, una pista, que permita relacionar a Chávez y a Fidel de otra manera. Ambos han cultivado y organizado el poder alrededor de un gran talento histriónico. Hay un pequeño suceso que puede resultar muy revelador. En febrero de 1957, Herbert Matthews, un periodista del The New York Times, logra ingresar a la Sierra Maestra y entrevistar a Fidel.

La guerrilla apenas comenzaba, con muchos errores y poca brújula. Según relata Jon Lee Anderson, en su estupenda biografía del Che, Fidel organizó «una pequeña comedia: un combatiente sudoroso debía irrumpir en medio de la entrevista con un «mensaje de la Segunda Columna». Esperaba hacerle creer a Matthews que contaba con un buen número de combatientes, cuando en realidad, en ese momento, el Ejército rebelde tenía menos de veinte hombres armados». La astucia de Castro fue muy eficaz. El impacto de la entrevista fue fundamental. El mundo ya era un lugar donde un golpe mediático podía ser una victoria militar.

Chávez pertenece a esa misma raza, también juega en esa liga. Pero con una desventaja aterradora: no tiene historia. Posee el talento, los medios, el dinero… pero le falta la leyenda, la épica revolucionaria. Chávez se ha promovido como el heredero natural de Fidel, como su hijo político, como su nuevo traductor ante el mundo. En el fondo, le hace falta, le conviene. Chávez no luchó contra un dictador, no se ha defendido de una invasión, no ha enfrentado durante años un bloqueo infame… Por más que grite consignas, sigue siendo un socio de Estados Unidos, un aliado esencial del imperio. Se financian mutuamente. El ex presidente brasileño José Sarney, al comparar a Chávez con Fidel, acuñó una frase trepidante: «Le falta biografía y le sobra petróleo».

Ciertamente. La condición petrolera es una variable que diferencia de manera radical a nuestro país del resto del continente. Desde Venezuela se piensa la izquierda y la revolución de otra manera. El fenómeno Chávez sólo es posible con muchos barriles y muchos dólares. La experiencia bolivariana, antes que ser de izquierda, es sobre todo petrolera. Por eso a Chávez le urge el papel que Fidel ahora deja vacío. Necesita una historia que legitime su discurso. Necesita heredar las batallas que jamás ha dado.

Fidel se ha rendido ante la biología. Pero en su carta todavía tiene el descaro de decir que era su «obligación» preparar –»psicológica y políticamente»– al pueblo cubano para su «ausencia».

¡Como si 49 años de sometimiento militar no fueran suficiente experiencia educativa! Chávez, por su parte, afirma sin pudor que Fidel le da una lección a aquellos que lo acusan de querer eternizarse al frente del gobierno. El poder los ha vuelto cínicos o absurdos. Más que una consigna, ahora flotan sobre la página estos versos de Juan Gustavo Cobo Borda: «Y recuerda que la mayor sabiduría/ consiste en desaparecer a tiempo».

—————————–

* Columnista de El Nacional de Caracas.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.