Costa Rica: Reflexiones sobre la cultura y la identidad sancarleñas

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Adriano Corrales Arias*

Acaso nos diga Adriano Corrales en este artículo que si dejamos de atender a lo que nos es propio –lo que nos hace porque lo hicimos o lo hicieron los ancestros– nos convertiremos en cuarto sin paredes ni suelo ni techo, un puro espacio imposible de identificar, un camino a la nada. La mirada antropológica –necesariamente política y desde la cultura– sobre parte del territorio de su país le permite extrapolar un proceso tenebroso ya en marcha en América: que la conformación de la aldea global, la globalización que llaman, arrasa y destruye identidades. Las identidades disueltas, borradas, dejan de existir y, en consecuencia, no pueden integrarse a mundo alguno.

Prolegómenos

El estudio de las regiones culturales de determinado país puede conducir al estudio e interpretación de ese país en términos de la especificidad de sus procesos socioculturales. fotoLa región norte de Costa Rica, especialmente el cantón de San Carlos, bien puede ser un ejemplo de ello. Considerada como una de las regiones nuevas en la configuración del territorio nacional, y por ello mismo poco estudiada, su historia reciente nos proporciona suficientes insumos para comprender la Costa Rica actual. Su auge turístico, impulsado por la presencia del volcán Arenal e infinidad de ríos, lagos, lagunas, humedales y vertientes de aguas termales, además de su pródiga y variada flora y fauna, es ejemplo de una Costa Rica asediada por la inversión transnacional.

Por supuesto, no intento tal desafío. Para ello sería necesaria una profunda investigación, inter y transdisciplinaria, que privilegie el trabajo de campo conjugado con historias de vida y análisis documental de archivo y bibliografía. No es el caso. Sencillamente me permito realizar algunas elucubraciones sobre la identidad y la cultura sancarleñas extendidas a toda la región norte de Costa Rica, conformada además por los cantones de Los Chiles, Guatuso, Upala, Sarapiquí y porciones significativas de Alfaro Ruiz, Naranjo, Grecia y San Ramón.

La cultura, en su acepción antropológica más general, se comprende, y así la percibiremos para efectos de este ensayo, como toda producción humana. La identidad, igual que la cultura, se construye a través de la historia en un proceso discontinuo. Por eso se transforman constantemente. Dentro de esa perspectiva no existe una cultura superior ni inferior, tampoco una identidad definida y fijada en el tiempo, aunque haya rasgos de la misma que podrían mantenerse durante largos períodos y espacios determinados. Eso sí, lo que tratamos de definir como identidad se forja frente al otro, o frente a los otros, los demás.

De identidades

Para el caso de la identidad del sancarleño, o de la sancarleña, la misma se ha conformado frente a las migraciones del valle central y de otras regiones del país. San Carlos, por su extensión y sus límites, es una auténtica cultura de fronteras (limita al norte con Nicaragua) porque se pobló mediante diversas oleadas de migrantes cuando se extendió la frontera agrícola a principios y mediados del siglo XX; la colonización, tardía si pensamos en el resto del país y del continente, iba del sur al norte, pero igual se daba, y se sigue dando, un flujo contrario de norte a sur: la migración nicaragüense que es de suma importancia por su impronta en la cultura sancarleña y del país en general.

Si de rasgos definitorios del "ser sancarleño" se trata, podríamos precipitarnos y apuntar que el sancarleño es trabajador, emprendedor, cooperativo, solidario, alegre, creativo, pero igualmente conservador, individualista, mojigato. Sin embargo, esos rasgos, que nacen con la colonización de lo que hoy es San Carlos, se han diluido y muchos de ellos ya no se perciben con nitidez por las necesarias transformaciones histórico-sociales. Los mismos tienen mucho del vallecentrismo costarricense, es decir, de la cultura proveniente del valle central de nuestro país, especialmente de Alajuela y los cantones cercanos a San Carlos (San Ramón, Naranjo, Grecia, Atenas, etc.), porque de allí provienen sus primeros pobladores. Pero también posee rasgos de la cultura nicaragüense y de la guanacasteca, en variados aspectos.

Todo ello ha constituido una cultura autóctona que esbozó un poco la identidad del sancarleño de la cual hablábamos, pero que lentamente empieza a ser distorsionada y arrasada por la cultura masiva de la globalización bajo esquema neoliberal, especialmente la conocida como el american way on life, o sea, el estilo de vida estadounidense, que nos ha sido impuesto por los centros culturales de poder en un fenómeno violento de aculturación. Por ejemplo: el sancarleño ya no come lo que comía hace 30 años. Hoy existen los "fast foods", o sitios de comida rápida y chatarra gringa, así como una serie de hábitos culinarios nuevos procedentes de distintas tradiciones como la nicaragüense, la centroamericana en general, la china, la italiana, la colombiana, cubana, etc.

Hay un rasgo que no es distintivo del sancarleño, porque se expresa en muchas regiones del país y de más allá, pero que preocupa enormemente: es un tipo que no se preocupa por su cultura. Hay una especie de desvalorización de la misma, una suerte de baja autoestima respecto de lo propio que empobrece sus expresiones. El sancarleño es un individuo que no se reconoce en su cultura, es muy vallecentrista: prefiere lo que viene de fuera, lo extranjero; lo propio le parece "polo" y de mal gusto. Por eso ha sido difícil diseñar políticas culturales en la región norte del país, o, al menos, echar a andar una Casa de la Cultura en Ciudad Quesada como se lo merece, porque el sancarleño, en general, es muy reacio a la actividad cultural y artística a pesar de su probado talento.

Del arte y otras expresiones

Hablando de arte y talento, pienso que el sancarleño, históricamente, ha sido muy musical. Probablemente la música sea la expresión artística más acorde con la cultura sancarleña, y por ello la más desarrollada. Ha habido, y hay, excelentes compositores, músicos y cantantes. La familia Porras, del patriarca Paulino Porras (1917-1964), en mucho el padre del folclor sancarleño, para poner un ejemplo, ha sabido, hasta hoy día, mezclar y diversificar la música popular y folklórica con la música académica y comercial. En la región norte encontramos notables compositores y músicos, jóvenes muchos de ellos, pero que tienen poco impacto fuera de allí porque, sistemáticamente, no hay promoción de lo nuestro.

En la plástica han aparecido buenos prospectos. Destacan Guillermo Herrera en Venecia y Olga Dorado en Ciudad Quesada, quien se trasladara a Guanacaste y ahora vive en San José, así como el grupo de mujeres artistas campesinas "Corazones valientes" de Monterrey. Por cierto, el caso de Olga Dorado sirve para revelar que la mayoría de artistas e intelectuales sancarleños se han trasladado al valle central, o fuera del país, porque en la región no hay espacios que les permitan expresarse. Aunque esa tendencia tiende a disminuir en el presente, ya se detectan artistas plásticos incluso organizados en grupos, pero aún no dan el salto definitivo posiblemente por lo que se acotaba acerca de la escasa promoción y la endogamia cultural sancarleña.

En literatura hemos tenido algunos poetas interesantes pero menores, aún seguimos esperando al poeta y al narrador sancarleños por antonomasia. Hay muchos jóvenes escribiendo, lo sé, pero aún falta ver qué será de sus producciones. Entre la obra conocida destaca el trabajo de Francisco Rodríguez Barrientos (1956), tanto en poesía como en una singular producción de aforismos, única en Costa Rica y Centroamérica, así como una impresionante labor en la producción de ensayo y en la investigación sociocultural y ambiental. Precisamente Rodríguez Barrientos es el precursor de la investigación y la reflexión en torno a la vida e historia cultural de la región.

Vuelta de tuerca

Para retornar a la cultura sancarleña en general, es necesario decir que sus principales ejes pasan por lo que denomino, como ya señalé, culturas de frontera. San Carlos, y la región norte como región cultural, son una región de frontera en términos socioculturales, una zona de amortiguamiento cultural. Continúa recibiendo migraciones del centro, del Pacífico y del Caribe del país, así como de otros países latinoamericanos y europeos, principalmente. Pero también absorbe la migración nicaragüense que ha sido constante, fluida, fundamental. Eso, como ya lo dijimos, le otorga rasgos de frontera cultural, lo que la enriquecería notablemente si se promoviera esa visión, porque la cultura sancarleña se nutre de lo mejor del valle central, pero también del centro, sur y Caribe de Nicaragua y de otras regiones culturales del país y del mundo.

Es difícil hablar de evolución cultural. Sería más apropiado hablar de procesos culturales: la cultura es algo vivo que siempre está en movimiento transformador. En sus procesos hay avances y retrocesos. Pongo un ejemplo de lo que podría ser un retroceso: una característica fundamental de San Carlos era su campesinado productor de granos básicos, lo que conformó una cultura campesina auténticamente sancarleña con expresiones artísticas propias en la música, la artesanía, la poesía popular, etc. Pues bien, toda esa cultura fue arrasada por los Programas de Ajuste Estructural, los famosos PAE, porque nuestros campesinos ya no pudieron seguir produciendo y se convirtieron en peones agrícolas, en asalariados de las grandes empresas agroexportadoras de cítricos o de plantas ornamentales. No pudieron seguir produciendo ni económica ni culturalmente. Cuando cambia la estructura económica y productiva de una sociedad, cambian también su cultura y su identidad.

Ahora bien, ¿cuándo "nace" la cultura sancarleña? Es una pregunta torpe y tautológica. Inútil si se quiere. Pero, paradójica e históricamente, necesaria. Se puede responder que desde que hubo presencia humana en esa región, porque la cultura la hace el hombre en comunidad, o en sociedad. Así que desde nuestros primeros habitantes precolombinos, los Votos, Huetares y Caribes (hoy Guatusos o Malekus), ya teníamos una cultura sancarleña aunque no se conociera por ese nombre, ni se conserven, lamentablemente, elementos materiales que den cuenta de la acción sociocultural y artística de la época.

Actualmente San Carlos es un enorme híbrido cultural surcado por la homogenización cultural que impone la globalización Esa situación, unida a la escasez de políticas e instituciones culturales en la región, lo convierten en una especie de tierra baldía, culturalmente hablando. Sin embargo, hay que subrayar su riqueza cultural inexplorada donde nuestros antepasados indígenas y los primeros colonos que se establecieron en esas tierras son los personajes más simbólicos porque forjaron lo que hoy conocemos como cultura sancarleña.

En esa perspectiva histórica son encomiables los primeros médicos y maestros que llegaron a la zona, así como otros profesionales, empresarios y comerciantes que aportaron a la cultura y al saber sancarleños. Pero, a riesgo de equivocarme y de invisibilizar a otros, creo que los personajes más importantes, simbólicamente hablando, son El Boyero, el Trabajador Agrícola (parcelero, pequeño productor), el mencionado Paulino Porras y casi toda su familia, y Fenelón Quesada como el primer historiador sancarleño.

Es posible señalar múltiples logros en la cultura sancarleña, aunque habría que realizar una lista pormenorizada. En esa línea de búsqueda, el más importante hecho es el de que una región casi despoblada a mediados del siglo veinte se convirtiese en una de las más pujantes del país y de Centroamérica, sin grandes conflictos sociales, en un período muy corto, 50 años aproximadamente. Esto es todo un hito en la historia reciente de Costa Rica y de Latinoamérica, lo que habla de sus primeros pobladores como grandes emprendedores pues ya poseían el conocimiento necesario para echar a producir esta región incorporándola al desarrollo nacional y regional y ampliando la identidad cultural de lo que conocemos como lo "tico", lo costarricense.


San Carlos hoy: búsquedas y necesidades

Como lo señalé anteriormente, los diversos procesos económicos a que nos vemos sometidos en la actualidad condicionan la cultura y la memoria histórica de un pueblo. Con la crisis que padece el país en todos los ámbitos, incluido el educativo, así como el fenómeno de la globalización bajo esquema neoliberal, las actuales generaciones desconocen sus raíces y su procedencia cultural. Saben más de la música internacional que de nuestra música, por ejemplo. Esto para no hablar de de nuestras diversas expresiones literarias y artísticas, de nuestra propia construcción y desconstrucción histórica.

Para señalar obstáculos y deficiencias en cuanto a lo cultural en la región norte costarricense, debemos apuntar que la mayor carencia es infraestructural y educativa. Si no se mejora la infraestructura cultural, inexistente por lo demás, poco podrá hacerse en este terreno. Igual urge una reforma educativa que devuelva a la educación su verdadero contenido raigal y cultural, su identidad regional y nacional. Para ello se precisa de verdaderas políticas culturales acordes con nuestra idiosincrasia y realidad histórica desde los municipios, coordinadas con el gobierno central. La iniciativa privada y comunal será muy importante también.

Un primer proyecto en ese sentido sería un diagnóstico regional por parte de las municipalidades en conjunto con el Ministerio de Cultura y de Educación. Y una transformación infraestructural (ampliación de espacios de participación para los jóvenes como Casas de la Cultura, Bibliotecas, Centros de Artes, etc.; además de la infraestructura educativa, por supuesto). Pero ya sabemos que nuestras autoridades no están interesadas en estas cuestiones en una época donde lo que determina la vida de la sociedad es el mercado, es decir la oferta y la demanda, los negocios, la mercancía, la compraventa universal.

Ya lo anoté, la cultura es un hecho vivo, cambiante: lo que fue ayer no será mañana. Todo cambia, como la vida misma. No podemos decir: todo tiempo pasado fue mejor, ni lo de ahora es una farsa. Lo que debemos hacer es interpretar los diversos fenómenos. En ese sentido podemos hacer proyecciones: si la globalización continúa con ese ímpetu arrollador muchos de los rasgos de identidad actuales serán borrados y ocupados por otras manifestaciones y valores venidos de otros espacios culturales. Pero, seamos optimistas: hay posibilidad de realizar una resistencia cultural creativa si nos lo proponemos y nos ponemos de acuerdo como comunidad y sociedad. Para ello, además de voluntad política, se precisa de un nuevo pacto social que garantice la permanencia de nuestras principales instituciones y formas de convivencia. De lo contrario San Carlos en poco tiempo será, como el resto de Costa Rica, definitivamente otro no lugar.

En mi infancia y adolescencia había promotores culturales orgánicos aunque empíricos, personas que organizaban rondallas, estudiantinas, orquestas, bandas municipales, grupos de bailes, topes, carreras de cintas, turnos, fiestas cívicas, etc. Familias interesadas en resguardar sus valores culturales como los culinarios, los del vestido, etc. Hoy el impacto aculturador de la globalización hace que la gente no se interese por lo suyo sino por lo que nos vende la tecnología liviana, lo que aparece en la pantalla o procede de Estados Unidos, o China. Pero con voluntad y consensos políticos se puede revertir el proceso integrando lo mejor de la cultura universal a la regional y desplegando nuestras propias producciones en redes nacionales e internacionales.

Lo que falta saber es si todavía hay personas y grupos interesados en ello y si nuestras autoridades y políticos se identificarían con un proyecto multicultural, inter y transdisciplinario, como el que proponemos. Obviamente habría que profundizar en cuanto a su diseño.


Prehistoria sancarleña

Más arriba señalo que, desafortunadamente, no tenemos evidencias materiales sobre la profunda noche precolombina en la región norte de Costa Rica. Sin embargo, debo reconocer que San Carlos y la Región Norte poseen características histórico-culturales de suma importancia. El problema es que no se han estudiado suficientemente, a pesar de que existen algunos estudios etnológicos, arqueológicos y lingüísticos, ni se han visibilizado su riqueza arqueológica suficientemente.

Los estudiosos, según Luis Ferrero (Costa Rica precolombina, Editorial Costa Rica, 2000, pp. 135-166), ubican las Llanuras del Norte en la arqueología de la Vertiente Atlántica. Según el autor es ésta una región fronteriza con altas influencias mesoamericanas dadas las conexiones con la fosa de Managua a través de los ríos navegables de la región. Se sabe que el territorio era cruzado por calzadas y hay indicios del uso de puentes de troncos o bejucos para cruzar los ríos crecidos. Pero también se han encontrado muestras de la cultura suramericana y sus diversos grupos lingüísticos del tronco chibcha.

La región fue habitada por diversos grupos humanos. Los españoles llamaron a los diferentes cacicazgos con los nombres de Catapas, Tises, Votos, Suerres, Pococís, Viceítas, Tariacas, Terbis, etc. Hoy, a sus pocos descendientes los reconocemos como Guatusos o Malekus. El intercambio ocurrido en épocas precolombinas se observa en lo que se conoce como provenientes de los sitios La Fortuna, Pital y Venecia de San Carlos, entre los más importantes. En este último distrito se encuentra el sitio Cutris, conocido por algunos investigadores como Ciudad Cutris, inmenso complejo de montículos para viviendas con calzadas de piedra que se pierden hacia la frontera con Nicaragua. Incluso para algunos arqueólogos del Museo Nacional este sitio bien podría ser más grande que el de Guayabo de Turrialba.

Lamentablemente la escasez de recursos ha impedido el levantamiento y el estudio a profundidad del sitio y, aunque el dueño de la finca donde se asienta ha procurado mantenerlo protegido, ha sido objeto del insidioso e indiscriminado trabajo de los "huaqueros". Por esa razón conocemos muy poco acerca de Ciudad Cutris, la cual podría brindarnos pistas más sólidas sobre la cultura norteña en la época precolombina.

Es cierto que en Costa Rica, como en casi toda la América Intermedia, no se habían superado los cacicazgos tribales y no se contaba con un sistema socioeconómico y urbanístico que sugiera una alta civilización. No obstante, el arte precolombino, mestizo o híbrido según todos sus indicios (Ferrero, op cit), denota que sí había rangos en la sociedad. Hubo artesanos especializados, lo que explica la rica variedad de artefactos en piedra, cerámica, jade y oro.

Para el caso de San Carlos y la región norte se hace indispensable la búsqueda de recursos para incentivar y retomar la investigación interdisciplinaria in situ, y para levantar sitios como el de Cutris en Venecia, de tal manera que podamos conocer más acerca de los rasgos socioculturales de nuestros antepasados.

Nuevamente tienen la palabra las autoridades municipales y gubernamentales en general. Y nuestras universidades, por supuesto.

* Escritor.
adrianocorrales@hotmail.com.

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