Cruceros de lujo, mucho más costosos de lo que se paga

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La belleza de sus paisajes, las bondades de su clima y su enorme riqueza natural, están convirtiendo rápidamente a Panamá en uno de los destinos favoritos para cruceros y trasatlánticos de las mayores compañías navieras del mundo. Pero el crecimiento de este tipo de turismo debe ser vigilado de cerca, para evitar poner en riesgo precisamente esos tesoros naturales que están atrayendo a más visitantes cada año.

Un típico barco de crucero genera diariamente unas siete toneladas de basura, y más de un millón de litros de agua sucia, entre excrementos y agua de lavamanos, duchas, lavanderías, cocinas, etc. Además, un barco de estas características quema diariamente el combustible equivalente a 12 mil automóviles, con sus respectivas emisiones contaminantes, considerando que en general los cruceros utilizan un combustible de baja calidad 50 veces más tóxico que el diesel de los camiones.

Todo lo anterior signfica que casi un 75 por ciento del total de aguas contaminadas generadas por los barcos del mundo, provengan de los cruceros.

En la temporada 2000-2001, recalaron en puertos panameños 65 de estos barcos, cifra que en cuatro años casi se ha cuadriplicado, llegando el verano pasado 217 de estas mega-naves. El gobierno anterior, por su parte, manifestó en reiteradas ocasiones su interés en fomentar este tipo de turismo, confiado en que esto podría traer reactivación económica y nuevas plazas laborales en algunas zonas costeras.

No obstante, estos legítimos esfuerzos no se han repetido en un tema tan sensible como la protección del patrimonio natural panameño, frente a la clara amenaza ecológica que estos hoteles flotantes representan.

Por el contrario, la administración anterior solicitó en Estados Unidos que Panamá fuese declarado «puerto distante», condición que le permitiría aumentar el número de puertos donde podría embarcar pasajeros, aún cuando según un estudio de la Cámara de Comercio de Colón -uno de los puertos que actualmente recibe cruceros- su llegada no ha representado cambios importantes en la economía local, y su impacto ha estado muy por debajo de las expectativas formadas, tanto por los comerciantes, como por los pequeños empresarios.

A la luz de todos estos antecedentes, convendría más que nunca formalizar una estrategia de desarrollo de esta industria turística, considerando las necesarias medidas para salvaguardar el patrimonio natural de Panamá, sobre todo sabiendo que si las compañías navieras invirtieran un dos por ciento de sus ganancias en el tratamiento de las aguas servidas de sus cruceros, la contaminación podría disminuirse de manera importante, protegiendo así un tesoro tan valioso como irrecuperable.

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* Director ejecutivo de Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica.

Publicado en el diario panameño La Prensa (www.prensa.com/hoy/negocios/83787.html).

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