Cuando un amigo se va

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Lagos Nilsson.

Dos cosas se pueden decir de Luis Vitale, el viajero que partió: la primera es que nunca olvidó lo que eligió ser, y vivió de acuerdo con ello; la segunda es que su viejo violín tanguero debe acompañarlo en ese camino que nadie conoce. Y no sería lo menos agregar que amó lo que los hombres deben amar: aquellos y aquellas que lo acompañaron y el lugar donde vivió.

Conoció, como millares, lo que nadie debería anotar entre sus experiencias: la prisión injusta, la tortura, el extrañamiento. Nada lo quebró a este historiador de La Pampa, Argentina, avecindado en Chile desde joven. Dejó en su casa —una vivienda humilde— algunas fotografías, escritos inconclusos, su taza para el te y libros, muchos libros. También a muchos que lo echarán de menos.

Por asuntos de la política de los tiempos en que no se la concebía sino como una aventura común de la humanidad, como lo postulara León Trotsky, cruzó la Cordillera desde su Argentina natal para conocer y participar en lo que se pensaba y hacía en las orillas del Pacífico. Y para participar en ese pensamiento y en ese hacer.

En el responso se anotará que fue historiador, académico, escritor y militante de la revolución social; no se podrá soslayar, sería una pequeñez hacerlo, que en la última década reafirmó sus orígenes: "Soy un marxista libertario" dijo más de una vez. Y en esa calidad ya deben haberle puesto la silla simbólica sus amigos que partieron antes; Abraham Pimstein, Mandel, el maestro Romero, su maestro, y muchos más; y por ahí se acercará, ¿por qué no? el Che.

Profesor doctor emérito, luego de ocupar una cátedra en ella, de la Universidad de Groningen, en Hamburgo, Alemania, tras ser liberado de los campos de concentración de la dictadura militar-cívica chilena, juzgó que su deber era regresar a América. Caracas fue, entonces, su primer desembarco, y lo recibió la Universidad Central de Venezuela; en este país produjo y publicó, en 1984, en nueve tomos una obra monumental: Historia General de América Latina.

Después regresa a la Argentina; en esos años lo preocupaba la necesidsad de desarrollar una teoría que nos fuera propia, porque "la historiografía tradicional ha bloqueado el análisis histórico de las especificidades de América Latina"; sobre este asunto publicó en 1992 en Buenos Aires Introducción a una teoría de la historia para América Latina. Nunca dejó de trabajar en ello.

Sólo que no era trabajo desde un observatorio lejano al humus de la praxis cotidiana de los movimientos sociales, se formulaba y reformulaba engarzado y enlazado con éste. Parte del qué hacer de aquellos que se contienen en una palabra hoy en (temporal) desuso: pueblo.

Pero Argentina y la Universidad de Córdoba, no le era suficiente: quería regresar a Chile, cuya nacionalidad, que había adoptado, le había sido arrebatada por la dictadura; y lo consiguió.

El tránsito del exilio al regreso fue duro y la depresión y las enfermedades mordieron muchas veces sus días y sus noches. Perseveró y sus vínculos con el pueblo vivo y su tarea en la Universidad de Chile no fueron mellados. Su Interpretación marxista de la Historia de Chile, obra comenzada mucho antes del golpe de Estado conoció una reedición —agotada lamentablemente— en tiempos más recientes.

Más de 100 son los títulos capitulares de su vasta obra; a ellos deben sumarse —porque los redactó con la misma acuciosidad, rigor y pasión— un número incalculable de opúsculos, folletos, manuales, trabajos de divulgación, en fin, repartidos con generosidad entre sus alumnos e integrantes de organizaciones populares. Todo sin olvidar uno de sus amores primeros: la música en general y el tango y la cumbia en particular en cuanto son expresiones directas de la cultura popular de nuestras sociedades.

En Concepción fue entre los que confluyeron en la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, junto con su amigo al que admiró y del que fue secretario en la CUT: Clotario Blest a fines de los años cincuentas del XX.

Vitale murió el domingo 27 de junio; lo velaron en la Sociedad de Escritores de Escritores de Chile —lo que honra a esa institución—, puesto que no existe en Chile un movimiento obrero para reclamar despedirlo como se merecía. Gran lector y amante de la poesía —escribió una Sociología de la novela—, se sentirá orgulloso de zarpar a la mayor de las distancias desde la SECH.

Sus amigos lo echarán de menos. Su legado no será en vano. El resto, la razón y la descripción de sus tareas llegará con el tiempo.

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Entrevista a Luis Vitale en Arcoiris

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