Cuba: el Cardenal y la “certidumbre moral”

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Manuel Alberto Ramy.*

Hace un par de días Francisco Aruca, director de Radio Progreso Alternativa, me escribió interesándose por la homilía del cardenal Jaime Ortega. Él había escuchado comentarios y visto alguna nota en diferentes medios de prensa, pero ninguno en el Nuevo Herald. “¿Qué ha dicho el cardenal?” y me comentaba la importancia dada al mismo por algunos colegas. “¿Qué tiene en la mano la corresponsalía de Progreso Semanal en La Habana? ¿No piensas opinar sobre el tema?”

Lo primero que hice no fue guiarnos por notas o grabaciones tomadas en la Catedral de La Habana, lugar donde el cardenal pronunció sus palabras en ocasión del 1ro de enero, día dedicado a la paz. Para mayor seguridad aguardé por la transcripción de la misma hecha por la Oficina de Medios del arzobispado y que publicamos ayer.

En cuanto a mi primera opinión, seré breve, concreto. Opino que lo más trascendental dicho por el cardenal–y que puede explicar todas las palabras que siguen– reside en el momento en el que refiriéndose al proceso de liberación de presos, afirmo: “Tengo además la certeza moral de que en los próximos meses serán puestos en libertad tanto esos prisioneros como otros de un grupo mayor de reclusos sancionados por algún tipo de hecho relacionado con posturas o acciones políticas”.

Certidumbre moral, una gran afirmación, máxime cuando es pronunciada por un hombre muy bien formado en los compromisos existentes entre la Teología y la teología moral, que la integra. La certidumbre del cardenal no se basa en el mundo de los sentidos, sino de la conciencia y de la razón, del conocimiento. Y ahí vamos: conocimiento de la crítica realidad nacional y de quiénes están asumiendo el delicado proceso de transformaciones.

El presidente Raúl Castro y el cardenal Ortega han dialogado más de una vez. El tema: ¿solo los presos? Los presos ¿y no el contexto? El contexto ¿y no el diseño de los cambios y las metas? Cambios o actualizaciones y metas ¿y no la necesaria participación del conjunto de la sociedad y de instituciones no oficiales?

Me aventuro a pensar que esos encuentros o diálogos pudieron comenzar hace un par de años, cuando regresaron juntos en el avión presidencial desde Camagüey. Puede ser que ese día el presidente y el cardenal iniciaran conversaciones relacionadas con todo lo que estamos viviendo. Diseño de futuro, que está haciéndose ya, y riesgos muy costosos en el camino forman parte de esta certidumbre moral que posee el cardenal Ortega.

Reducir la participación de la iglesia a salvavidas de un modelo es tarea politiquera o propia de cortos de vista o de quienes sobredimensionan las posibilidades políticas de la iglesia. Cierto que sus palabras poseen un impacto político inmediato, una consecuencia a la que trascienden pues no habla desde la política. Lo que está en juego es la sociedad cubana TODA, su disolución e inestabilidad por largos años, la vida material y espiritual de los ciudadanos. Y más, para mí, que me incluyo entre los que no confundimos nación –que es lo trascendente— con la forma en que se organice el estado (feudalismo, capitalismo, socialismo), pues son mediaciones históricas. Peligra Cuba, la nación.

Es desde esta afirmación de certidumbre moral que sugiero meditar las palabras del cardenal Ortega, su recuento de los logros de la iglesia en los últimos años, la decisión de iniciar la beneficiosa labor de mediación en el tema de los presos políticos, el llamado a la reconciliación y a superar en mentalidad y actitudes lo que por ley fue resuelto a comienzos de los años 90 —me refiero a la ya superada marginación de los creyentes-—, su consideración de que la religión debe valorarse como plena expresión de la dignidad humana y que los aportes de la iglesia y de sus militantes no deben ser remitidos en exclusiva a la ayuda solidaria (caridad) con los menos favorecidos, sino que ellos deben y pueden aportar al proceso de actualización del modelo económico y a su inevitable (lo de inevitable es mío) impacto en el tejido social que exigirá nuevas formas de relaciones (también mío).

O el llamado a ejercer “nuestra capacidad crítica para expresar claramente nuestras divergencias o señalar cuanto nos parezca que debe ser modificado” en los temas que ya están siendo sometidos a discusión nacional. Participar críticamente, vale decir con discernimiento responsable, porque este proceso iniciado “nos implica a todos” y “no depende solamente de las autoridades” en sus diferentes niveles.

Por eso la certidumbre moral es una afirmación tan poderosa que no solo compromete a quien la dice, sino también a las personas y circunstancias que la motivan.

* Periodista.
De su blog Borrador de un corresponsal
En http://progreso-semanal.com

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