Cubano en Chile: un tipo de opinión fácil que se llama Izquierdo, pero lo hace desde la derecha

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Lagos Nilsson.

José Ubaldo Izquierdo, se advierte, tiene verbo fácil, quizá una característica de los cubanos (de cualquier signo que fueren). Y lo demostró: puso en duda que otro gobierno, distinto al actual, le hubiera abierto las puertas —con todo y trabajo asegurado— y dejó en claro que el gobierno de su país lo había engañado a la hora de la emigración de su familia. Son amagues de la pequeña política.

Lo que está por verse es hasta qué punto la liberación de 52 presos en Cuba, todos cubanos, es una jugada en otro tablero, aquel ante el que se enfrentan básicamente sin descansos el gobierno de la isla y la Casa Blanca —por sí mismos y con sus aliados— desde los lejanos años sesentas del siglo XX.

Incidentalmente, para el gobierno que los libera todos ellos —incluido Izquierdo— son meros delincuentes, algunos traidores a la patria; los ex presos, contrario sensu,  eligen el rol de mártires de la democracia y las libertades públicas.

Lo cierto es que, guste o no, Cuba no vive una institucionalidad de excepción o directamente abrogada, y todos los órganos del Estado y la vida social se desenvuelven con normalidad. No hay toque de queda, existe vida nocturna, los turistas extranjeros se abanican en las playas, y los servicios de salud, educación, obras públicas, el comercio y otras actividades funcionan de acuerdo a las leyes del país.

Periódicamente hay elecciones con buena participación ciudadana y no son pocas —¿en que país son pocas?— las quejas y reclamos al gobierno y otras autoridades. No se conoce que esos reclamantes vayan presos por protestar.

Y aquí una de las claves para mejor comprender la prisión de Izquierdo y otros. ¿Por qué algunos sí y otros no? Acaso porque unos ejercen su derecho ciudadano y otros ejecutan acciones de aquellas que de un tiempo esta parte suelen describirse al menos en las democracias occidentales bajo el rótulo de terrorismo con ayuda o directamente a sueldo de una potencia extranjera.

Empero, producida la liberación y el desembarco del primer cubano de los liberados —Izquierdo más familiares— en Chile (se anuncia la posibilidad de que otros se avecinen en el país), lo que debe preocupar a los chilenos es la conducta de la migración de estos cubanos en su nuevo medio social.

Chile puede convertirse en campo de batallas

Porque no se trata, convengamos, de abrir las puertas a un grupo de perseguidos rescatados del potro de tortura o de campos de concentración. Seamos claros, aunque sea triste la claridad.

El gran núcleo de cubanos emigrados, algunos exiliados, se encuentra en La Florida, Estados Unidos. Y por más que la mayor parte de ellos se hayan adaptado a las condicioines de vida que ofrece aquel país, no es menos cierto que un buen y nunca contabilizado número de ellos se han dedicado a las más atroces formas de lucha contra el Estado isleño: intentos de asesinato de sus dirigentes, sabotaje aéreo, atentados explosivos y —aunque no se han producido pruebas universalmente aceptadas— con armas bioquímicas en territorio cubano.

No parece prudente —considerando la geopolítica intracontinental— echar en saco roto la advertencia del periodista Ernesto Carmona, expuesta en este mismo portal aquí; nada bueno saldrá de ello si Chile se convierte en una "sucursal de Miami", por más que personeros de gobierno y también de oposición, se desprende el artículo a que se ha hecho referencia, tiendan sus manos complacidas en esa dirección.

Las declaraciones de Izquierdo antes de terminar de llegar a Chile en ese sentido, reproducidas por toda la prensa local y no poca extranjera, adelantan un sesgo preocupante; desde luego porque aventura juicios sobre la política interna chilena (por más que puedan atribuirse a la locuacidad del viajero). Sus otros dichos en el sentido de que el gobierno cubano lo engañó al no dar en esta instancia autorización para acompañarlo a todo el séquito de parientes que lo hubieran querido acompañar se deben entender como simples voladores de luces.

Sobre ostracismo estrictamente político los chilenos que no han olvidado saben mucho.

En cuanto a que pise el país con trabajo ya otorgado en su aparente profesión de periodista, ¡enhorabuena! —aunque se produzca algún resentimiento por parte de los miles de profesionales que no encuentran qué hacer—. El tiempo dirá de su capacidad para el oficio y es posible que las entidades profesionales y sindicales lo hagan público.
 

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