Defensa del idioma: Manifiesto de los correctores

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Leyendo y oyendo lo que diariamente se publica o se transmite en los medios, la manera como se expresan nuestros políticos, los textos infames que llegan a manos de los lectores de cualquier edad, los ofensivos carteles y anuncios publicitarios que nos bombardean con errores e impropiedades de toda clase, resulta chocante que no se alcen más voces para reclamar un mayor cuidado del idioma, algún tipo de control de calidad efectivo de la producción oral y escrita en español, ejercido por las instituciones y organismos que deberían velar por la corrección de nuestra lengua.

Quizá la causa de esta indiferencia sea el hecho de que, hoy en día, la lengua culta, la lengua genuina e incluso la lengua apropiada han perdido ya su valor como fuente de prestigio, expresión de elegancia y, desde luego, vehículo de cultura y comunicación. ¿Cómo ha de ser de otro modo si desde altas instancias gubernamentales no se fomenta cosa contraria?

El cuidado del idioma pasa hoy por las manos de particulares: de lingüistas que ponen todo su empeño en promover el conocimiento y el buen uso del español; de profesionales (traductores, escritores, redactores, editores, tipógrafos…) que personalmente se comprometen con la calidad de sus producciones; y, sobre todo, de nosotros, los correctores, un grupo de personas que seguimos perpetuando, contra viento y marea, un oficio secular (hoy marginado y casi olvidado), conscientes de que en nuestra mano está, en buena medida, que un texto llegue a su destinatario de la forma más legible, eficaz y comprensible posible.

Todo ese trabajo se realiza en muchos casos anónimamente y a duras penas y, en el caso concreto de los correctores, sin reconocimiento ni apoyo académico algunos. Al corrector se le sigue considerando una oscura figura confinada en un taller de cajas o en la habitación más recóndita de una editorial, ignorando con ello no sólo el valor de su trabajo, sino sobre todo sus acuciantes necesidades. Hoy en día el corrector –alejado ya de los medios, de la imprenta y de las sedes editoriales– está condenado a malvivir con trabajos mal remunerados y cada vez más esporádicos. La progresiva falta de interés por el cuidado de los textos lo ha llevado a una situación en la que, para sobrevivir, necesita compaginar su oficio con otras tareas.

Aun así, para desempeñar su profesión se le exigen una formación y una experiencia que hasta no hace mucho podía adquirir trabajando como aprendiz en los talleres de prensa, de imprenta o en las eitoriales, pero que hoy no puede alcanzar si no es costeándose másteres, posgrados y cursillos de lo más dispar y en ocasiones de dudosa calidad. A día de hoy, el corrector no solo apenas tiene trabajo, porque pocos ven la necesidad de corregir, sino
que ni siquiera puede formarse de manera reglada ni obtener una titulación oficial que lo acredite como profesional.

Todos los que suscribimos este manifiesto somos correctores o profesionales del idioma español que valoramos y requerimos el apoyo que representa el
corrector para la calidad de nuestra labor. Por ello solicitamos a quienes competa que:

– atiendan por todos los medios al cuidado del idioma y a la corrección de las producciones orales y escritas en español, ejerciendo el control que corresponda,

– y fomenten la creación de titulaciones oficiales de corrección de textos en español que reconozcan la figura del corrector, a imagen de las que desde hace muchos años otorgan los gobiernos autonómicos de Cataluña y la Comunidad Valenciana, y algunos centros académicos argentinos, como la Universidad de Córdoba, la Universidad del Salvador y el Instituto Mallea.

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Para firmar el manifiesto basta con enviar nombre y apellidos, mención de la profesión u oficio, número del documento de identidad y lugar de residencia a Silvia Senz Bueno, cuya casilla de correo electrónico es:
silvia.senz@MENTA.NET

O activar el siguiente enlace: www.elcastellano.org/manifiesto.html para hacerlo desde allí.

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