Delicias de fines de otoño o un país a la caza de estadistas (I)

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gatitos
Con el alma vacía o, peor, sin alma, ellos, los candidatos, bregan por atención: tienen planes, promesas, lagunas mentales, mentiras, proyectos; tejen las alfombras de sus propios palacios de invierno. «Señor —cantó alguna vez Serrat— hay unos pobres abajo» (o algo así). En el mundo-tele una tarotista dice estupideces, no sabe qué es la rueda o si acaso caería bien pronunciar tárot. Saltan los arcanos mayores tal monitos bien adiestrados. | LAGOS NILSSON.*

 

Los candidatos, sus patrocinadores, comandos (es bueno usar terminología militar para un proceso esencialmente civil), la disminuida turba expectante, en fin, sacan cuentas. ¿Cuál será coronado con la candidatura tras la previa a la fiesta eleccionaria de noviembre? Llaman «la previa» los más jóvenes al ensayo de borrachera que los acompañará a la diversión posterior. Unos entuban el pito, los otros buscan palabras en el morral de los sueños. La sociedad global opaca diferencias e intenciones.

 

Difícil separar sueño de realidad cuando no se informa de miles de alumnos sacrificados a los dioses de las tomas de liceos y facultades porque los otros dioses, los de la política, no los oyen; difícil de distinguir el trabajo a tristeza de los mal pagados; complejo describir las deudas hasta el cuello que obsequian los plásticos degradados; difícil aceptar que el pueblo amenaza con echar a andar y complejo trazar su derrotero.

 

¡Aleluya, vienen las elecciones!

Las hojas caídas forman senderos resbalosos sobre las aceras húmedas, hacia la esquina la basura gotea, preparados para otra batalla los vehículos a medias blindados que cargan agua con porquerías, gas enfermante, cientos de uniformados esperan otra batalla contra los anarquistas (¡!) que a alguna hora protestarán por algo. En las cercanías, despaciosamente, se despega una hilera del imágenes de un candidato adosadas al muro horas antes: quizá hizo mucho frío o el candidato pagaba poco.

 

 

El oficialismo institucional
alamosEl mes abrió con tres candidatos firmes en es rol, dicen, y seis candidatos aspirantes a serlo; aquellos hacen campaña como pueden incluso alguno sin tener la certeza de poder enarbolar el noviembre la candidatura, éstos, los de la ex Concertación, con el falso optimismo de quienes aseguran tener cuadrado el círculo: no es un secreto, se proclama a voces que la carrera «ya la ganó» mamá Oca, aunque su descenso es, como en el caso de las mercancías, notorio.

No vale la pena detenerse en estos cuatro —tampoco en verdad en los otros dos—, la media docena corresponde a un ramillete de flores cultivadas en el jardín de la Alianza/Concertación, que no es el de los suplicios, pero se le parece en más de algo. Mirbeau, el autor de El jardín de los suplicios señaló que su libro —»estas páginas de muerte y sangre»— estaban dedicadas a «los sacerdotes, los soldados, los jueces y los hombres…». No esparza la noticia: Mirbeau era anarquista en la Francia de Dreyfus.

 

Desde la coalición de derecha e intentando un corrimiento hacia el centro pulsean Andrés Allamand y Pablo Longueira; sus amigos dicen que son buenos muchachos capaces de mano firme si necesario.
Desde el centro e intentando un corrimiento desde la derecha hacia ese centro, Michelle Bachelet, ex presidenta, impulsada por tres partidos (PS, PC, PPD) y un movimiento (MAS); Andrés Velasco, independiente liberal que admite al Estado como regulador, guía y árbitro, ex ministro (Hacienda) de mamá Oca; Claudio Orrego, DC, con vasta experiencia en la orgánica de su partido y un pasado reciente exitoso y popular en la Alcaldía de una comuna de capas medias de la capital; José Antonio Gómez, que a veces parece intentar —sin gran suerte— recuperar las viejas banderas del radicalismo, hoy asociado a la social-democracia internacional.

 

Decir más sobre esas formaciones políticas es aceptar como ley inamovible de la historia la estructura de contubernios para compartir con variado ritmo las funciones de gobernar y reclamar contra el gobierno, al que siempre se termina apoyando, y la imposibilidad de establecer mecanismos de representación política.

 

La periferia
En rigor ninguno de los dos candidatos opositores —Marcel Claude y el progresista Marco Enrique-Ominami— y el recientemente incorporado a la campaña por el Partio Ecologista Verde, Alfredo Sfeir, economista, ex funcionario del Banco Mundial, que debe terminar de reunir 35.000 adherentes para llegar a la papeleta, nacieron y viven fuera del sistema; contra el sistema se mueve el Partido de la Igualdad con su hasta ahora precandidata Roxana Miranda.

 

Alea jacta…
Probablemente los dados a punto de arrojarse al tapete guarden una poca de suerte para el país; entre estos últimos puede estar el estadista que se necesita con urgencia; los candidatos del sistema no aportan nada, históricamente son un chiste, una repetida farsa que se paga claro.
En próximas entregas procuraremos siquiera alumbrarnos con una vela para echar luz sobre la periferia…
——
* Periodista, escritor.

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1 comentario
  1. alejandro dice

    se estará atento a la luz de la periferia, no vaya a ser que algunas de las siluetas apenas visibles sea el viejo lobo con piel de oveja

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