Desde la fe / La «cuestión mapuche» y la ley para todos

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Lautaro Rojo Millapán.*

Cuando Dios habla debería el mundo escuchar…y muy atentamente. El hombre necesita oír lo que Dios dice. Le es provechoso pero también urgente: vive desamparado, desorientado, engañado, hipnotizado. No tiene ya visión correcta. Le falta capacidad de oír. Tiene un corazón endurecido. Es arrogante sin tener mérito.

Entiende mal las realidades de la existencia. Se cree en la luz pero navega en las tinieblas. Està convencido en su fuero interno que va a puerto seguro, pero la realidad incontrovertible es que el barco de su ser va derecho a las rocas de su destrucción.

La humanidad desesperadamente, necesita, necesita oír la voz de Dios.
Esto lo sabe perfectamente el presidente Sebastiàn Piñera, no de otra manera, tuvo que recurrir a la Iglesia. Y Dios lo escuchò y le puso a Monseñor Ezzati, no para que escuche lo que Monseñor Ezzati tiene que decirle, sino para que escuche lo que Dios tiene que decirle sobre el grave problema que tienen mis hermanos mapuches y que el hombre no puede solucionar. Monseñor Ezzati es solo un instrumento de Dios.

Y Dios ha hablado en términos claros, penetrantes, cortantes, categóricos. “Y hablò Dios todas estas palabras, diciendo…” y luego se dan en sucesión vertiginosa los Diez M;andamientos, que es la ley para todos, No hay ser humano, por bajo o humilde o degenerado que haya llegado a ser, que no estè bajo la jurisdicción de esta ley de Dios. Todos absolutamente todos, deberían escuchar cuando Dios habla en estos Diez Mandamientos.

Muchos han escuchado porque esta ley se ha convertido en la base fundamental de muchísimos sistemas morales de la historia y todos los códigos legales del mundo civilizado han sido afectados por lo que Dios ha dicho en esta ley para todos.

¿Han pensado ustedes alguna vez, por ejemplo, porqué es que se condena invariablemente el homicidio? ¿Saben porqué es que, aún entre aquellos que la practican a diario, hay ciertas reservas sobre la mentira? ¿Porquè es que no se admiten testimonios falsos ni en la vida diaria ni en los tribunales de justicia?

Pero hay quienes locamente proponen destruir la vigencia de esta ley. Dicen cosas extrañas y tergiversan de ese modo los deseos pero también la misma personalidad de Dios que da esta ley para todos. Hablan algunos como si esta ley fuese tan solo para gente de otras épocas, por allà bien lejos, mucho antes de la llegada de Jesucristo al mundo.

Esta ley de Dios demuestra y prueba, en primer lugar, la incomprensible arrogancia y orgullo del corazón humano. Es curioso ver la arrogancia del hombre que, objetivamente hablando, no es absolutamente nada mas que inútil e inservible. No cabe duda que usted y el vecino y el otro de màs allà tienen ideas tontas con respecto a si mismos. Se creen, si no santos, bastante cerca de la santidad; consideran que son dignos de alabanza por parte de la huestes del cielo.

El hombre tiene la tendencia a considerarse santo, justo, suficientemente humilde,digno, merecedor de los buenos oficios de Dios. Pero esta ley viene a despertarlo de su vana ilusión; viene a sacudirlo de su insensata modorra; viene a sacarlo de su plàcido sueño de muerte.

Se le quita la arrogancia, desaparece su orgullo,comienza un sentido irresistible de necesidad y se siente impulsado a solicitar socorro y auxilio antes de hundirse en su ahora clara miseria espiritual.

Miles de actos atroces no se cometen, simplemente porque Dios ha dado esta ley; infinidad de acciones vergonzosas no se llevan a cabo, simplemente porque Dios ha prometido severísimo castigo a quienes violan sus leyes santas y justas. El terror que el castigo de Dios inspira en los malhechores, cohíbe sus actos malévolos, previene su conducta destructora e impide que sus manos sangrientas sigan en senderos de cada vez mayores crímenes.

Esta ley de Dios infunde temor en las conciencias y de ese modo impide un deterioro total entre las masas humanas.

Es ley ahora mismo, y para todos –sin excepeción. “Y hablò Dios todas estas palabras…..”
Exodo 20:1

* Misionero.
 

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