Diplomacia brasileña: Lo de Gigante sí, pero dormido ya no

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Sebastián Pellegrino*

Brasilia impulsa la primera cumbre de Latinoamérica y el Caribe. La diplomacia brasileña trabaja sin prejuicios para expulsar a Washington de la región. Los últimos pasos del país sudamericano.

Algunos analistas políticos sostienen que la diplomacia brasileña es hoy una de las más activas del mundo. Y puede ser cierto: hace tiempo que Brasil elabora una sólida red de alianzas con gobiernos del continente e impulsa instancias de integración regional más amplias que los actuales bloques del sur. La flamante Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), es un reciente ejemplo de la iniciativa brasileña. (Ver: “Si ‘Dios es brasileño’, ¿Sudamérica qué será? APM 31/10/2008)

Pero ahora el Gigante amazónico está decidido a dar el siguiente paso: disminuir la influencia estadounidense en el en la parte sur del continente americano, en la misma proporción en la que aumenta el liderazgo brasileño.

Hacia la Cumbre América Latina y el Caribe

En los últimos días el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva convocó a todos los gobiernos latinoamericanos a participar en la Cumbre América Latina y el Caribe que se realizará el 16 y 17 de diciembre próximo, en la ciudad brasileña de Bahía.

El encuentro estará destinado, según el Presidente anfitrión, a profundizar el intercambio de experiencias y avanzar en la integración comercial y energética.

Integración y desarrollo serán los temas centrales de la cumbre de Bahía, en una coyuntura global de crisis financiera que ya comenzó a golpear a las economías del continente, sumándose ahora la posibilidad de que el próximo Gobierno estadounidense, y las potencias europeas, retomen las políticas proteccionistas del período de posguerra para evitar el desempleo y la recesión.

Otros temas que serán tratados: comercio, cooperación financiera y agrícola. Racismo y prevención de desastres naturales estarían también en la agenda, que evidentemente no omitirá la consideración de las elecciones estadounidenses como tema clave para el futuro de la región.

La cita de Bahía será la primera ocasión en la que los gobiernos convocados se reúnan sin la participación de países europeos ni del vecino del norte.

La estrategia de Brasil es clara: afianzar un gran bloque económico y de negociación que, por fuera de los cónclaves de la hegemonía mundial, pueda hacer valer sus reclamos de mayor apertura en los mercados centrales y disminuir las asimetrías en los términos del intercambio comercial. Ambos temas centrales en el reciente encuentro del G-20.

En este sentido, es preciso tener en cuenta las frustradas negociaciones, en agosto pasado, de la Ronda de Doha (una instancia de discusión coordinada por la Organización Mundial de Comercio –OMC- para lograr la apertura de mercados en los sectores agrícola, industrial y de servicios en beneficio del mundo en desarrollo), por la negativa de las potencias industriales a abrir sus mercados de importación a los países en desarrollo.

La postergación de dichas negociaciones es lo que le quita el sueño al Gigante amazónico. El Canciller brasileño, Celso Amorin, señaló, días antes de la Cumbre del G-20, que "la última oportunidad de concluir (la Ronda) es ahora. Evitará que el futuro presidente de los Estados Unidos sea confrontado con la necesidad de decir nuevamente cada parte de la discusión".

Según Amorin, con un avance en la Ronda de Doha este mismo año “será difícil que los países impongan medidas proteccionistas al comercio en 2009”.

El jefe de la diplomacia brasileña confía en que el próximo Presidente de Estados Unidos, Barak Obama, permitirá la conclusión de la Ronda mediante un “acuerdo definido multilateralmente”.

Claro que, hasta ese momento, Brasil ya habrá tomado una serie de decisiones que apuntan cada vez más a la conformación de un nuevo sistema de equilibrio de poder mundial, con la alternativa de un posible bloque extendido desde México hasta Argentina, incluso con participación de Estados africanos. La diplomacia brasileña ya no descansa, ni tampoco aguarda el auspicio de Washington y compañía.

El “deber moral” de Brasil

"Obama es una persona que ha demostrado competencia política; espero que tenga una política más volcada hacia América Latina y ponga fin al bloqueo a Cuba, porque no hay ninguna explicación para eso", afirmó Lula Da Silva, en su primera intervención tras la victoria del candidato demócrata por la presidencia de Estados Unidos. Una expresión que permite imaginar el lugar desde dónde hablará, de aquí en más, el mandatario brasileño a su par estadounidense.

Más aun, si se tiene en cuenta las palabras del secretario de Relaciones Internacionales del Partido de los Trabajadores (PT), Valter Pomar, para quien "el Gobierno brasileño puede y debe presionar al nuevo gobierno de Estados Unidos para acabar con el bloqueo a Cuba".

El deber de presionar a Estados Unidos implica una gran apuesta en materia geopolítica, aun cuando la expresión haya sido de un dirigente partidario y no de un miembro del Gobierno brasileño. Supone una misión fraternal y reivindicatoria liderada por Brasil, a favor de la isla revolucionaria y contra los mandatos consagrados (en términos imperiales) por la potencia del norte. Toda una ruptura (por lo menos discursiva), en la dinámica de interacción continental.

En ese sentido, Barak Obama no sólo recibirá de su homólogo George W: Bush una economía estadounidense en llamas, sino también se enfrentará a un vasto concierto de Estados que reprueban ya toda iniciativa unilateral y exclusiva de Washington en materias de política exterior y de defensa.

Quizás el futuro mandatario del país del norte inaugure una era de hegemonía multipolar (concepto grato para el líder bolivariano Hugo Chávez). En la cual, la primera potencia mundial deba aceptar, o por lo menos negociar las directivas de nuevas potencias. Quizás sea esa la perspectiva sobre la cual se apoya el accionar del Gigante amazónico en el continente y en gran parte del mundo.

"Obama debe entender que no existe una sola razón para mantener el bloqueo contra Cuba. Ninguna razón. La Guerra Fría se acabó, el Muro de Berlín cayó. Estados Unidos tiene la fuerza política para cumplir ese gesto", argumentó Lula Da Silva, interpelando de igual a igual al Presidente electo de Estados Unidos, con las mismas ideas progresistas que Obama parece defender.

Claro que la postura de Brasil con respecto al bloqueo de la Isla caribeña se complementa con el avance de su estrategia expansionista. La diplomacia brasileña (junto a los sectores vinculados al comercio, industria y energía), trabaja de manera eficaz en el proceso de articulación de las economías latinoamericanas en torno al colosal aparato productivo de Brasil.

La reciente visita oficial del mandatario de Planalto a Cuba, el 30 de octubre pasado, y los acuerdos firmados, ejemplifican lo dicho más arriba. Brasil aspira a convertirse en el socio comercial número uno de la Isla.

En materia energética, la corporación Petróleos de Brasil (Petrobras) firmó un acuerdo de cooperación con Cubapetróleos (Cupet), para la exploración y prospección de crudo en el bloque 37, de los 59 disponibles en el sector cubano del Golfo de México.

"Si existe la posibilidad de hallar petróleo aquí, en Cuba, despreocúpate Raúl, puede estar a 500 metros de profundidad, a 1.000 metros, a 3.000 metros, a 7.000 metros, vamos a buscarlo y vamos a hallarlo, vamos a transformarlo en energía", dijo Lula Da Silva tras la firma del pacto energético con su homólogo cubano.

Según el acuerdo, el área del bloque que comenzará a explorar la petrolera brasileña (a unos 140 kilómetros al este de la Habana), es de 1.600 kilómetros cuadrados y tiene una profundidad que oscila entre los 500 y 1.600 metros.

El mandatario brasileño y Raúl Castro inauguraron también la oficina de la Agencia brasileña de Exportaciones e Inversiones (ApexBrasil), la primera en Latinoamérica, con el objetivo de profundizar las relaciones económicas y los flujos de capital entre ambos países.

Respecto al interés brasileño por cerrar acuerdos petroleros con Cuba, cabe considerar la trascendencia que adquirió el Golfo de México en los últimos años, a partir del hallazgo de megacampos de hidrocarburos en las profundidades de los mares que abarcan las soberanías de Estados Unidos, México y Cuba.

La industria energética especula que grandes reservas submarinas de petróleo descansan en el Golfo aun sin ser explotadas. Está claro que Brasil entendió el mensaje y por eso, en gran medida, se autoproclama “mediador” entre el Gobierno de Raúl Castro y la próxima administración estadounidense.

Una vieja doctrina expansionista brasileña, conocida como Fronteras Vivas, podría integrar (de modo especulativo y con la salvedad de la actual coyuntura histórica), las menciones del “deber moral” contra el bloqueo cubano y la política exterior desplegada por el Gigante Amazónico, de la siguiente manera: hasta donde lleguen los intereses de los brasileños, llegará la acción de soberanía política.

Podría ser así, tanto como no serlo. Ello dependerá del carácter que adopte el creciente rol de liderazgo de Brasil en el continente, y de cómo lo utilice en relación a la soberanía económica y política de sus socios. De nada servirá obtener el cese del bloqueo cubano para fundar un sistema de poder latinoamericano controlado por el Hermano mayor del sur.

Brasil y la alternativa al Plan Colombia

En materia de Defensa regional también existen motivos para pensar en un verdadero contrapeso brasileño hacia la influencia militar estadounidense en el continente: el Gobierno de Lula anunció días atrás un “programa de combate al narcotráfico” junto a otros países sudamericanos, que constituya una alternativa al Plan Colombia. La iniciativa se da a conocer días después de que Bolivia suspendió las actividades de la DEA estadounidense en su territorio. (Ver: Una decisión……..

“El programa contra el narcotráfico” supone un nuevo desafío a los estrategas de Washington, que ven en el mandatario brasileño un vecino decidido a consolidar su liderazgo en Sudamérica. En este sentido, el Consejo de Defensa Sudamericano (otra iniciativa de Brasil, en el seno de la Unasur), marcó un precedente que parece no ser una mera formalidad.

Sobre esta tendencia a integrar militarmente la región, cabe recordar las palabras del Ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, a su par de Estados Unidos, Robert Gates, en el encuentro que ambos mantuvieran en marzo pasado con relación al Consejo de Defensa Sudamericano. El Ministro de Defensa aclaró, desde su llegada a Washington, que no viajó para “pedir permiso”.

Pero la expresión más contundente fue la siguiente: a la pregunta del secretario Gates “¿qué podemos hacer nosotros?”, Jobim respondió: “manténganse al margen. Es algo que está haciendo Sudamérica”.

Lo de Gigante sí, pero dormido ya no. Brasil apuesta todas sus energías a remover las estructuras estadounidenses que funcionan en el continente y no está dispuesto a negociar con el vecino del norte.

“Es algo que está haciendo Sudamérica”; "el Gobierno brasileño puede y debe presionar al nuevo gobierno de Estados Unidos para acabar con el bloqueo a Cuba"; “Dios es brasileño”; y tantas expresiones más, sintetizan las aspiraciones del Gigante sudamericano, y el contexto en el cual se debate el futuro de los países latinoamericanos y del Caribe.

*Publicado en APM

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