Discusión. – NO VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Parafraseo al poeta prerromántico Gustavo Adolfo Bécker: «No volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar».

Un escritor chileno –Cristián Joel Sánchez, a quien ya le ha dado las gracias por su texto– publica en su país un artículo para lanzar sobre mí una gravísima acusación: «tercerista», me llama. Según él, quien no esté defendiendo a la revolución de esta oleada de estudiantes es cómplice antirrevolucionario. Por otra parte, quién no esté con el gobierno deberá pertenecer a la resistencia oligárquica e imperialista. No concibe el colega escritor que algunos venezolanos nos propongamos otra cosa, una democracia del siglo XXI.

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Si no recuerdo mal, desde mi condición de abogado en retiro, tercerismo es un término esencialmente jurídico. Se refiere a quien tiene una pretensión propia e independiente. Es, pues, lo acepto, perfectamente trasladable al campo político, uno eminentemente jurídico y, en efecto, es lo que estamos haciendo cada día más venezolanos: tener una pretensión independiente, una ajustada a los tiempos, una a la que no renunciaremos jamás: decir que no aceptamos otra cosa que democracia, que la democracia no es un cuerpo muerto sobre el cual ya no se puede innovar, que tenemos ideas y conceptos para nutrir a la democracia de la energía para seguir su camino deslastrada de los vicios que dieron lugar a su caída en Venezuela.

Un dirigente político amigo que ha ocupado altísimos cargos en la vida nacional un día me increpó: «Ustedes los intelectuales no sirven para políticos porque no les gusta repetirse». En verdad no nos gusta hacerlo en nuestras novelas o en nuestros poemas, pero sabemos, cuando estamos en la acción cívica, que la labor pedagógica pasa por repetir. Además, soy un político, por la sencilla razón de interesarme por la vida pública, de opinar sobre lo que pasa, por ejercer mis derechos ciudadanos, por protestar contra los abusos del poder y por intentar desarrollar un cuerpo conceptual que he definido como una democracia del siglo XXI.

Todos deberíamos ser políticos, es decir, ciudadanos.

Es necesario concretar una oferta. He dicho que lo que sucede en el mundo apunta hacia el centro. Desde el centro se abre el abanico hacia la izquierda y hacia la derecha. Yo, en lo particular, creo que soy un hombre de centroizquierda, pues en la teoría política que intento desarrollar, tengo una honda preocupación social. Esto no quiere decir que entre quienes parten del centro hacia la derecha no la haya, sólo que creo que se aferran en demasía a conceptos establecidos en lugar de innovar.

En cualquier caso, he dicho que una centroizquierda buena y una centroderecha buena juntas pueden colaborar activamente a eliminar una serie de contradicciones falsas que es necesario exceptuar para hacer posible un mundo mejor. Por otra parte he aseverado, y creo que la realidad lo confirma, que en este mundo de hoy los cuerpos doctrinarios cerrados sobre sí mismos carecen de validez, de sostén y de futuro. Quizás es lo que se ha dado en denominar «la muerte de las ideologías», lo que no excluye para nada que se tenga un cuerpo de pensamiento sólido y organizado.

En este sentido soy un pragmático y un convencido de que la construcción de una democracia del siglo XXI debe ser lo más antidogmática posible, pues creo que esa democracia sólo es factible si parte del principio esencial: la democracia se construye a su propio paso, mediante el ejercicio continuo de la imaginación y de la inteligencia, de la tormenta de ideas a las cuales no se puede oponer resistencia indebida.

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En estos muchachos que andan por las calles han abundado los elementos que acabo de enunciar. En consecuencia, este escritor que pretende dar nuevos elementos al Derecho y que habla de las formas económicas que pueden desarrollarse independientes dentro del capitalismo abriendo las puertas a la inserción social y a la justicia, tiene que ver en ellos una manifestación clara y concisa de una democracia del siglo XXI. Es obvio, claro y rampante, que estos muchachos no se identifican con el pasado venezolano, a no ser en la idea de democracia y de libertad.

En su estupendo mensaje ante la Asamblea Nacional secuestrada han dejado claro que no son ni socialistas ni neoliberales. Lo que son, en verdad, es la avanzada de esta democracia de quienes tenemos una pretensión propia e independiente.

Hay muchas victorias que pueden enumerarse: el despojarse de las camisas rojas ante los diputados oficialistas es un gesto simbólico de altísima importancia, tan grande como la del joven chino deteniendo una columna de tanques. Los discursos de la presidenta de la Asamblea Nacional y del señor Chávez –en cadena nacional de muchas horas– no indican otra cosa que un pavoroso temor ante una manifestación ya victoriosa: el país emergente no acepta un pensamiento único, el país emergente no acepta una dictadura, el país emergente es libre e impedirá que avance este proceso de conculcación.

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Pero es mucho más grave el mensaje, ante los discursos estereotipados de los jerarcas del régimen y de los jóvenes adoctrinados que repiten la cartilla: somos distintos, tenemos pensamiento propio, somos la encarnación de la posibilidad de construir de manera diferente, creemos en la democracia y ni siquiera quienes la enlodaron nos han hecho cambiar de opinión, somos la manifestación tangible de una democracia aireada, no pueden acusarnos de los vicios en que incurrieron nuestros antecesores, somos la manifestación clara y contundente de una democracia emergente. Lo que dice este humilde escritor: estos muchachos son la expresión de la democracia del siglo XXI.

Es así, como el régimen se ve atolondrado y repetitivo, acorralado y debilitado. Es así, como quienes no creemos en que las sociedades paran viejos sino niños, le hacemos saber a la democracia venezolana que «no volverán las oscuras golondrinas».

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* Escritor.

tlopezmelendez@cantv.net.

El artículo a que se refiere el autor se encuentra aquí,

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