Ecología, ciencia y desarrollo

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

ELOGIO DE LA ECOLOGÍA

… Ya sea por tiburones mutilados en los océanos, cisnes de cuello negro o glaciares cordilleranos.

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Marcel Claude*

Hasta antes de la aparición de la “cuestión ecológica”, expresada en los grandes conflictos ambientales como son el calentamiento global, el efecto invernadero, la desaparición de especies, el colapso de las pesquerías, entre otros, el optimismo acerca de las posibilidades de desarrollo era más o menos generalizado.

No fue sino hasta la Cumbre Mundial de Estocolmo y la publicación en la década del ‘70 del informe del Club de Roma, Más Allá de los Límites del Crecimiento, y más tarde la publicación de Nuestro futuro común, por parte de la Comisión Mundial para el Medioambiente y el Desarrollo de Naciones Unidas -más conocida como Comisión Brudtland- que se produce una toma de conciencia sobre la amenaza global que significa el deterioro de los recursos naturales y sobre los nuevos límites para el desarrollo de la humanidad.

Con esto, la “cuestión ecológica” contribuyó ostensiblemente a la desaparición de la certeza que se había alcanzado gracias al “imperio de la razón”, respecto a la posibilidad del desarrollo pleno, permanente y en armonía con la justicia y la libertad. La duda está instalada y la legitimidad con que la “cuestión ecológica” contribuye a ello, no es menos poderosa que la de aquellas figuras claves de nuestro tiempo, tales como Joseph Ratzinger, actual Papa, quien en enero de 2004 sostenía que “si antes no podíamos eludir la cuestión de si las religiones propiamente no eran una fuerza moral positiva, ahora no tenemos más remedio que plantearnos la duda acerca de la fiabilidad de la razón”.

En cierto sentido, la “cuestión ecológica” nace como parte de la crítica al consenso generalizado sobre los beneficios del racionalismo científico antropocéntrico que estableció una relación funcional entre el hombre y la Naturaleza, en donde ésta sólo se explica como insumo para las necesidades de la sociedad humana, sin vida propia y menos aún como sujeto de derechos, al punto en que, en aras del bienestar de la especie humana y del progreso científico, se ha llegado hasta la crueldad y la tortura de los animales, lo que constituye uno de los abusos más extendidos de la era de la razón.

En cierto sentido, la “cuestión ecológica” es una expresión del desencanto en relación a un orden que prometió mucho y que, no obstante sus pretensiones paradisíacas, provocó enormes frustraciones. No es para menos, dado que la era de la razón se planteó como meta la emancipación de todas las formas de esclavitud, a través de una conjunción armoniosa entre lo bello, lo bueno y lo verdadero.

A pesar de lo anterior, debemos cuidarnos de entender la ecología como una corriente que tiende a legitimar el espíritu nihilista y desesperanzado que tanto abunda en nuestros días. Mas bien la ecología es una revalorización de la Naturaleza y en esa dirección comparte la búsqueda del primitivismo como una forma de superación y de refundación que aparece regularmente en las sociedades desgastadas, corruptas y decadentes.

Es, entonces, un intento por reencontrar las esencias primarias, un entusiasmarse de nuevo con la Antigüedad, a partir de la constatación de que la cultura existente se está disolviendo. La idea de volver a nutrirse, del retorno, es una idea permanentemente resucitada en los períodos de decadencia civilizacional.

La ecología es también una crítica profunda al totalitarismo de la razón instrumental, esa que ha soslayado la razón ética y estética y que ha convertido toda forma de vida en insumo para la acumulación de capital. En consecuencia, la ecología comparte el mismo espíritu que impulsó a Lutero en la búsqueda del primitivismo, a partir de una crítica radical de su tiempo. Así también, los primeros humanistas y los utópicos del Renacimiento, movidos por la revalorización de la Naturaleza y un profundo descontento con el orden heredado, reseñan claramente el espíritu que se anida en la ecología del presente.

En ella, entonces, el humanista encuentra las fuentes nutritivas para redefinir y revitalizar la sociedad humana. A su vez, el místico encuentra en el espíritu de la ecología una aproximación a la idea de Dios, a través de mirar la perfección de su obra.

Por lo tanto, la ecología es profundamente abierta a la esperanza, es una búsqueda de trascendencia, pretende redescubrir la belleza y va tras la idea de la perfección, del equilibrio y de la armonía que están contenidos en la Naturaleza.

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* Economista, Fundación Océana.

Tomado del Portal del Medioambiente (www.portaldelmedioambiente.com).

CIENCIA Y DESARROLLO

El impacto ambiental de la actividad humana emerge con celeridad y cada vez son mayores las conexiones que relacionan sus efectos con problemas de salud, problemas sociales, economía y seguridad nacional.

fotoAlejandro Buschmann*

Para comprender estas interacciones, debemos primero entender el significado del concepto medio ambiente y cómo éste se relaciona transversalmente con todos los aspectos mencionados anteriormente.

En primer lugar, debemos establecer que éste es un concepto dinámico que ha cambiado y seguirá cambiando porque el mundo siempre está cambiando. Vivimos en un mundo dominado por el hombre, donde la demanda creciente de recursos está alterando la Tierra en una forma sin precedentes. Por todo ello es que científicos han denominado al presente siglo como el del medio ambiente. En este escenario conflictivo es necesario resolver cómo enfrentamos la problemática ambiental de una forma racional.

Este contexto coloca a científicos ante la responsabilidad de responder a estas demandas modernas. Este nuevo contrato social para la ciencia (sensu Lubchenco 1998, Science 278: 491-497) debe significar que el sistema de ciencia y tecnología instalado en el país comience a realizar una labor cada vez más importante.

No se trata sólo de servicios, monitoreos y muestrear algunos datos necesarios para la toma de decisiones lo que el país requiere. Chile necesita un compromiso global ante ciertas materias que si no son tratadas seriamente, y en forma equilibrada, no seremos capaces de responder a las demandas sociales y económicas que el país requerirá en tan sólo unos pocos años más.

Chile ha basado su crecimiento económico en la explotación de recursos naturales con bajo nivel de inversión en investigación y desarrollo debido a que en la gran mayoría de los casos sólo se ha trasladado conocimiento y apropiado tecnologías existentes en otros países y situaciones, en ocasiones incomparables, forzando su acomodación a nuestra situación nacional.

La problemática ambiental chilena debe y tiene que ser estudiada en y desde el país, y en este contexto el desarrollo científico de las Ciencias Ambientales requiere aun alto grado de desarrollo. Sólo entonces, la capacidad de emprendimiento será la que este país necesita y está pidiendo a gritos, de lo contrario seguiremos tropezando, y cada vez con más frecuencia, en problema tras problema, y en un tiempo más corto que largo perderemos nuestro potencial de desarrollo.

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* Doctor en Ciencias Biológicas. Artículo publicado en el diario El Día, La Serena, Chile (www.diarioeldia.cl).

Ilustración de apertura tomada de www.azul.net/m31/utopia/7/7d1_soc_eco.html

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