Ecuador. – CUANDO EL RÍO SUENA, PIEDRAS TRAE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El patriotismo es el último refugio de los pícaros.
Samuel Johnson

Muchos han desvalorizado la manifestación «por la libertad y la democracia, por la dignidad de Guayaquil» del 24 de enero de 2008. Que muchos fueron persuadidos por sus patronos o jefes a concurrir a la marcha, bajo amenaza de sanciones: muy probable. Que en la manifestación confluyeron «pelucones y oligarcas» de diverso pelaje, también cierto. Que fue una manifestación amañada por los viejos partidos políticos, especialmente el Partido Social Cristiano (derrotados ampliamente en las últimas elecciones) también verdadera. Que la derecha retardataria de Guayaquil no encontró mejor motivo político que recurrir a unos supuestos agravios del presidente Correa «contra Guayaquil» para exacerbar ánimos siempre presentes, por aquel espíritu regionalista que ha estado vivísimo en la vieja y rancia aristocracia porteña, especialmente cuando advierte que sus privilegios y sus «derechos» están en peligro, también exacto.

Pero lo que nadie discute es que la manifestación fue ciertamente masiva; que los manifestantes no demostraban que estaban en la tradicional 9 de Octubre, a la soga; y que la derecha más recalcitrante había logrado aglutinarse en torno a la figura del alcalde de Guayaquil, a quien la gran prensa, no solo porteña sino nacional, le ha dado el «márketing» de gran ejecutivo metropolitano y de hombre «independiente» (a pesar de que sigue afiliado al PSC). Por ello –y quizá mucho más– me parece una ingenuidad política desestimar esa concentración y pretender superarla con un olímpico desprecio. Eso es lo que Lenín decía que es «infantilismo de izquierda».

No hay que desestimar al contrario

En la política, como en el fútbol, no hay que desestimar al adversario, por más disminuido que este aparezca. Y la vieja plutocracia ecuatoriana, si bien ha sido derrotada contundentemente en tres elecciones consecutivas (especialmente, la consulta popular de abril de 2007 y las elecciones de constituyentes de septiembre del mismo año) no es menos cierto que sigue vivita y coleando.

Es más, alertada esta vez de que con el presidente Rafael Correa, la Asamblea Constituyente y el apoyo popular, los anhelos de cambios profundos en la estructura del Estado pueden comenzar a darse y afectar sus intereses de siempre, pues es de esperarse que estos grupos de poder económico y social, por una elemental reacción instintiva, comiencen un proceso de reagrupamiento, de replanteamientos de estrategias y tácticas, que les permita ir recuperando terreno, poco a poco, ir boicoteando cualquier intento de que sus enemigos de clase aprueben y apliquen reformas, más allá de lo admisible; y, de ser necesario, planificando tesis y acciones que les permita recuperar el control del Estado e imponer sus propias reglas de juego, como siempre.

Esta actitud me recuerda una vieja sentencia de un viejo periodista norteamericano, sobre la moral del capitalista: «En Estados Unidos, hay tanta libertad y democracia, que se puede insultar al presidente y no pasa nada; se puede insultar a la madre del presidente; y tampoco pasa nada. Pero pretenda quitarle 5 centavos a un empresario capitalista; y entonces arde Troya; ese es un crimen contra la libertad y la democracia».

Si revisamos brevemente lo que ha acontecido en estos últimos meses (de manera especial, desde el día en que se instaló en Montecristi, la Asamblea Constituyente de plenos poderes y con amplia mayoría del proyecto de la revolución ciudadana) podremos entender que la derecha retrógrada del país está trabajando con orientaciones precisas para enfrentar la posibilidad –fuerte o débil, inmediata o mediata– de cambios largamente anhelados y demandados por los ecuatorianos y ecuatorianas.

Lo de Guayaquil fue un relucir de colmillos afilados y listos a comerse la presa, si esta se deja y no enfrenta al lobo feroz, en lugar de seguir jugando a la caperucita verde.

Por lo tanto, es cuestión de lecturas apropiadas y de toma de posiciones. Lo de Guayaquil y las amenazas socialcristianas, disfrazadas de madres teresas, así como no puede tomarse a la ligera, tampoco es como para creer que el tsunami ya está lanzado y sálvese el que pueda.

El rearme de la derecha plutocrática

En América Latina es casi un axioma que mientras la izquierda se obnubila con los triunfos, cree que los cambios y las transformaciones son cuestiones de trámite, la derecha ya está de vuelta, armada de tácticas y estrategias, lista para enfrentar «escalonadamente a los infieles», según estos vayan pretendiendo aplicar lo que han ofrecido en campaña.

El primer paso es «neutralizar al insolente» y obligarle a que vuelva al redil. De esa maniobra les puede contar con lujo de detalles, el coronel Lucio Gutiérrez Borbúa y su «family».Pero, con Rafael Correa y su Alianza País, más corrientes ciudadanas y grupos afines, según se aprecia, la maniobra no solo que ha fracasado sino que ha determinado una reacción contraria: la revolución ciudadana va, aunque recién comenzamos a advertir algunas de sus propuestas. Que no van a un revolución revolución (porque para eso hay que hacer primero la revolución) pero que apuntan a algunos cambios que, sin duda, afectarán a los grupos de poder económico y político, donde más les duele (en los sucrecitos, habríamos dicho hasta el año 2000).

Miremos a vuelo de paloma cuál ha sido la actitud de lo que llamaríamos la derecha tradicional ecuatoriana, frente a este fenómeno transformador.

Hasta la elección de Correa, la derecha pelucona seguía dispersa en apariencia, ya que los distintos sectores que la componen (como siempre) se disputaban el poder político, en vista de que tenían bajo su control, los poderes económico y social. Pero, frente al fenómeno Correa, no pocos sectores intermedios, que habían respaldado a los mal olientes partidos políticos, se plegaron al nuevo líder: joven, franco, honesto, bien preparado, con ideas renovadoras, denunciador.

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Y estoy seguro que inclusive algunos de ellos habrán recordado aquello que se dijo con sorna en alguna elección pasada: «Como te odio Alvarito que me obligas a votar por Correa» ya que el supermillonario, que compró electoralmente la primera vuelta, ciertamente que no inspiraba entusiasmo alguno, ni siquiera entre sus propios pelucones. Además, algunos de ellos habrán supuesto que Correa Presidente será todo lo contrario de Correa candidato.

Pero el Presidente Rafael Correa no solo que «no olvidó» sus propuestas de campaña sino que las radicalizó. Se propuso convocar a una Constituyente y lo consiguió, a pesar de la frenética oposición de la derecha recalcitrante, parapetada en el Congreso Nacional. Se enfrentó decididamente y sin tapujos a esa parafernalia mediática que tiene el nombre de medios de comunicación social (del sistema) y ha logrado deslegitimarlos en sus arrogancias: que son los dueños de la libertad de expresión (cuando son exactamente lo contrario) que pueden decir lo que les venga en gana sin que nadie ose contradecirlos, peor responderles en sus mismos niveles; que lo que ellos dicen es democrático; lo contrario, autoritarismo.

En esta materia, los medios impresos y televisivos, más radios (con excepciones) tienen su matriz «ideológica» en la vieja celestina de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y su declaración «de principios» de Chapultepec, que fue firmada por Mahuad y sus sucesores, hasta Palacios. En realidad la SIP (que siempre se caracterizó por una defensa a ultranza de la empresa periodística) se ha convertido desde hace décadas, en la transnacional de los mass medios del sistema, interesada única y exclusivamente en defender a capa y espada, el sistema (el neoliberalismo, la política social de mercado, la democracia representativa o las dictaduras más oprobiosas, tipo Pinochet, si estas se alinean con los intereses de sus dueños y/o financistas-publicistas). Por ello, los «sipianos» reunidos en Miami, no tardaron en calificar a Correa de «hostil a la prensa» y ordenaron a sus afiliados y afiliadas, enderezar todos sus recursos mediáticos contra «el infiel» y su Asamblea Constituyente.

( Sobre la Sociedad interamericana de prensa puede leerse en esta revista aquí un artíuclo de Edison Barría).

En el Ecuador vemos todos los días como funciona esta gran orquesta «punk». Olvidaron sus rencillas y sus oposiciones, especialmente de «márketing». Los pocos «analistas y colaboradores de casa» que pretendían pasar por libre pensadores, si es que no han sido desplazados de sus espacios, hoy son los más feroces impugnadores de la pretensiones de cambios y transformaciones.

Y todos a una (como en fuente ovejuna) compiten en quien desinforma más, especula más, miente o falsea más, desestima más o maximaliza más, ya sea lo que no se puede negar como positivo para el gobierno y la constituyente; o lo negativo, que no falta.

La manifestación de Guayaquil (y diversas reacciones de sectores sociales, inclusive sindicales y gremiales, conforme la Constituyente toma resoluciones o mandatos que les afecta) fue una clara demostración de que esta labor de zapa, más el desafío de la clase dirigente con el «nuevo líder» a la cabeza (el alcalde Nebot, que ya perdió dos elecciones presidenciales y que hasta ahora no se repone del triunfo de su archi enemigo Abdalá Bucaram, en noviembre de 1996) está dando sus frutos. El primero, haber logrado que los grupos políticos, tradicionalmente antagónicos en Guayaquil, hayan confluido a esta demostración de «dignidad» y hayan aceptado que la recomposición de la derecha plutocrática va por ahí.

De tácticas y estrategias

Me parece que una lectura pragmática y política de lo ocurrido en Guayaquil y sus proyecciones, impone al gobierno de la Revolución Ciudadana, primero, una reflexión muy objetiva y real; segundo, definir e implementar planteamientos tácticos y estratégicos que le permita seguir por la camino de cambios y transformaciones trazados, al mismo tiempo que enfrentando los complots y las intrigas que se fabrican en su contra. Esto implica no solo una crítica de los errores que se hayan cometido (el presidente ya lo reconoció en su informe del primer año de gobierno) sino una estrategia para no cometerlos en el futuro y para responder debida y apropiadamente a los infundios y calumnias que seguirán cometiéndose en este 2008; un año ciertamente complejo y difícil.

De lo que son capaces la derecha cavernaria y sus voceros (periódicos, canales de televisión y radios, no todas) ya tenemos casos evidentes, que no necesitan demostración:

El «vuelco interpretativo» que le dieron a la nueva ley de equidad tributaria. Casi convencen a los más que era una nueva ley impositiva que iba justamente contra los que menos ganan. Fue necesario que se aprobara la ley y que las autoridades del SRI y analistas de gobierno, y el propio presidente, la expliquen y la analicen para que se sepa que lo que pretende este nuevo cuerpo legal es que los que menos ganan –el 85% de los ecuatorianos y ecuatorianas– paguen nada por este concepto; pero que paguen los que más ganan y quienes nunca han pagado un centavo (la evasión tributaria).

Así se conoció el caso de Teleamazonas-Canal 4 (un canal de propiedad de un Banco que ha asumido la misma función que la famosa RCTV venezolana), que en 2006 no había pagado un centavo por impuesto a la renta a pesar de que había tenido un movimiento financiero de cerca de doscientos millones de dólares. Pero, como de la calumnia algo queda, no serán pocas las gentes que a lo mejor hasta hoy crean que algo turbio y antipopular se tejió en ese mandato constituyente.

Eso de que Rafael Correa, un guayaquileño de origen popular, su gobierno y la Asamblea Constituyente, son una amenaza contra la libertad y la democracia y que «han agraviado a Guayaquil» y que quieren liquidarla, es otro cuento que no debería creerlo nadie en su sano juicio. Pero la manifestación del 24 de enero y la actitud de los manifestantes demuestra que algo o mucho de estas perversidades ha vuelto a calar en el alma del habitante guayaquileño.

Alianza País y el propio gobierno deben meditar muy seriamente en esta lectura para dar el tratamiento que corresponde, de manera que ni un guayaquileño siga tragando ruedas de molino con el cuento de Guayaquil independiente, Guayaquil autónomo con Constitución propia, y el Mandato de Guayaquil.

Fue suficiente que el presidente Correa mencionara que en la nueva distribución territorial que está discutiendo la Asamblea «hay que estudiar la función de los consejos provinciales», ya que es una institución que nunca ha logrado justificar su presencia en el desarrollo y la solución de problemas en las provincias del país y que desde hace mucho se ha planteado su desaparición a cambio el fortalecimiento de la municipalidad, para que los medios de la intriga y la manipulación, le digan al país que Correa plantea la desaparición de estos organismos seccionales; y, desde luego, que se produzca una reacción en cadena protagonizada por los propios prefectos y consejeros y, sobre todo, por empleados y trabajadores –estos últimos ante la posibilidad de perder sus escuálidos empleos–. Correa tuvo que reunirse con los prefectos del país para explicarles su pensamiento sobre esta idea. Pero ya sembraron la inquietud y mucha gente habrá quedado con la sensación de que el gobierno Correa es antipopular.

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En definitiva, que estos y otros antecedentes, en un año de gobierno y en pocos meses de Constituyente, sean causa para que urgente el sector de la revolución ciudadana vaya pensando en tácticas y estrategias que les permita caminar sin apremios ni interferencias indebidas. De manera especial, tiene que pensar que los «mass media» del sistema neoliberal, a pesar de todos los desmentidos y réplicas, seguirán cada vez golpeando donde más puedan y les dejen. Ya sin pudor, por ejemplo, citan la última derrota electoral de Hugo Chávez; y sacan como conclusión que la libertad y la democracia (de la que se creen dueños) se recupera frente «al mal» y es capaz de pararle nada menos que al líder latinoamericano de la dignidad nacional y el anti imperialismo.

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* Un despacho de ARGENPRESS, agencia independiente de informaciones argentina.
www.argenpress.info.

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