Ecuador, ¿de qué libertad de expresión hablamos?

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Alberto Maldonado S.*

El 25 de julio de 2011 falleció, en Terruel, España, Tohuami Hamdaoui, de 41 años de edad. Tohuami murió después de cuatro meses de huelga de hambre por cuanto había sido sentenciado a 16 años de cárcel por un delito de agresión sexual. Se declaraba total y completamente inocente.

Para la gran prensa española, apenas si la muerte del inmigrante mereció alguna nota informativa, a pesar de que murió después de una huelga de hambre y algunos meses de haber recibido alimentación forzada. Y no hace falta decir que este fallecimiento no mereció ni una nota informativa de relleno en la gran prensa internacional o en lascadenas internacionales de la “prensa libre” mundial.

En cambio, ¿recuerdan ustedes la cantidad de tinta y de videos que dedicó esa misma prensa internacional por el fallecimiento en La Habana de Orlando Zapata? Zapata –un delincuente común que había sido sentenciado por algún delito cometido según leyes penales cubanas— fue elevado por la prensa internacional al pináculo de “preso de conciencia” y, como tal, promovido por prensa escrita, radio y televisión ya que había muerto por una huelga de hambre que había declarado al final de sus días.

Ni corto ni perezoso, un señor Fariñas, que hace huelgas de hambre por todo, en Cuba, y las damas de blanco y algunos corresponsales de la prensa internacional (que están a la espera de cualquier suceso para “demostrar” que en Cuba no se respetan los derechos humanos) convirtieron (ya de muerto) a Orlando Zapata, en una víctima más de tan arbitrario gobierno (y sistema). Nunca publicaron las versiones oficiales que Cuba tuvo que expedir ante el despliegue publicitario de la prensa sipiana (de la SIP-CIA)

Traigo a colación estos dos casos porque la gran prensa universal sipiana (escrita, radial, televisada, digital) ha resuelto volver a aplicar una vieja táctica mediática: cansados de mentir, de tergiversar, de manipular, informaciones y versiones; y ante tanto desmentido que, a regañadientes, deben difundir en sus propios espacios, han recordado que es mejor no publicar nada, respecto de algún suceso “que puede perjudicarles o perjudica al sistema imperante” (los sipianos de la televisión privada dicen que lo que no está en la televisión, no existe) O, lo contrario, magnificar aquellos que “comprueban” que ellos tienen razón, como es lo habitual contra Cuba revolucionaria.

Respecto del silencio, la táctica es aplicada desde hace rato por el gran imperio USA. En ese gran país (380 millones de seres humanos) en primer lugar, la gran prensa sipiana (miles de periódicos, revistas, redes de radio y televisión) está administrada por exactamente 10 grandes monopolios informáticos. Y ellos son los que deciden qué puede decirse y qué no; qué es bueno y qué es malo para la sociedad. Y la gran sociedad norteamericana no se caracteriza por ser muy inquisitiva. Cree, sin más, lo que le dicen sus líderes. Hasta hoy, por ejemplo, siguen pensando que EE.UU. y sus aliados debían intervenir Irak solo porque el malo de Hussein, tenía listas unas bombas de destrucción masiva; bombas que, desde luego, no se han encontrado en años de ocupación.

Olvidaron los “silenciadores” que el desmentido viene de la misma sociedad desinformada. Unos “malos ciudadanos” (académicos y estudiantes de la Universidad Sonoma, California) publican, desde hace años, un anuario que, en castellano, tiene el nombre de “Proyecto Censurado” y que recoge las principales y más importantes informaciones (noticias) que la gran prensa norteamericana ignora (las oculta) religiosamente. El periodista chileno Ernesto Carmona las traduce y difunde todos los años.

¿Resultado? El gran pueblo USA, que se precia de ser tan democrático, libre y respetuoso de los derechos humanos, ignora, por ejemplo, que su Congreso es tanto o más corrupto que cualquiera de los latinoamericanos; y hasta hoy no conoce que en la invasión de Irak han muerto más de 5.000 “héroes” (la mayor parte mercenarios) y que han sido asesinados “colateralmente” más de un millón doscientos mil civiles iraquianos, entre mujeres, niños y ancianos. Y que todo se ha reducido a un control imperial de una importantísima fuente energética (petróleo)

En cuanto a magnificar sucesos o situaciones creadas, la misma prensa norteamericana ha logrado ensamblar mecanismos mundiales (redes) que les permiten estas magnificaciones. Para ello, cuenta con apoyos incondicionales como de la SIP-CIA, el Grupo de Diarios de América (GDA) los Reporteros sin Fronteras, Fundamedios (en Ecuador) o cualquier otro membrete, nacional o internacional. En lenguaje popular, se diría que “para eso están; o para eso les pagan” Ellos y ellas (más los medios sipianos) son las cajas de resonancia de este ejercicio operacional, que confunde a mucha gente, en el planeta Tierra.

Nada más que como ejemplos de esta táctica, podríamos recordar que, Hugo Chávez es para muchos despistados, un “dictador”, un “autócrata”, un “enemigo de la libertad de expresión” a pesar de que es el presidente que más elecciones libres y democráticas ha ganado en Venezuela. Y en ese país, no se ha sabido que ha sido asesinado o ha tenido que exilarse un periodista, por opositor, como si ha ocurrido en la “democrática” Honduras del señor Lobo. O en México.

Por el mismo camino, marcha Rafael Correa y su Revolución Ciudadana. Para ciertos adversarios, Correa es un “dictador”, un “autócrata” porque ha enjuiciado a un “editorialista” (Emilio Palacio) y a tres empresarios de la comunicación; y ha logrado una sentencia de primera instancia. Y si en Loja, un juez sentencia a otro periodista enjuiciado por un exalcalde, por difamador, el gran culpable es Correa. Y si hay un terremoto, o una tragedia (de las tantas que se dan) el gran culpable
es Correa.

A lo que voy. Aun cuando sea una voz aislada, lo que pretendo es advertir que no estamos frente a actitudes esporádicas, espontáneas, que pueden producirse frente a una situación política, económica o social dada. Como fue, por decir algo, la reacción de los “forajidos” contra el impopular y corrupto gobierno de Gutiérrez. Esas tendencias, como tales, vienen desde afuera. Son ejecutadas por los sujetos locales, los medios de comunicación masiva, en primer lugar.

Es decir, a los mecanismos habituales de la información (tergiversación, manipulación, descontextualización) se une una actitud de silencio, en unos casos, y de exageración en otros.

La gran prensa sipiana (en Ecuador) “ha resuelto” que el ya famoso 30-S (septiembre 30 del 2010) no fue un fallido golpe de estado sino una rebelión policial exacerbada por el propio presidente Correa. Y hasta hay un asambleísta de oposición (de Pachakutec) que en busca de publicidad (ya que es un solemne desconocido) acusa al presidente Correa de las muertes (8) que se dieron ese día convulso; y respalda la tesis por la cual fue sentenciado a 3 años de prisión y una multa millonaria, el propio editorialista de El Universo, Emilio Palacio. Y el principal diario sipiano de Ecuador (El Comercio de Quito) no pierde un día en intrigar, juzgar, manipular informativamente contra el gobierno. Y es el primero que reclama “tranquilidad y tolerancia” del Presidente.

La llamada “prensa escrita” (periódicos, revistas, semanarios, etc.) están en serias dificultades de edición y circulación, en el mundo entero. El escándalo inglés del norteamericano Murdoch no es sino una función de lo mismo. En varios países, los pequeños y medianos medios impresos cierran sus ediciones normales (no por clausuras ni cierres) sino porque ya no pueden más con los problemas económicos. Es que la gran publicidad (que no repara en asuntos ideológicos y que lo único que le importa es que las sociedades compren, compren y compren) prefiere, desde hace rato (estamos hablando de miles de millones de dólares) la televisión (85%) como el medio más idóneo para sus objetivos y fines. En cambio, la prensa escrita demanda grandes capitales para una renovación técnica constante, el usuario (lector) debe pagar por cada ejemplar, los espacios publicitarios son cada vez más caros y además exige que el perceptor sepa por lo menos leer y
escribir. Mejor si tales medios se convierten en “digitales” como se está ensayando actualmente.

Pero, por supuesto, eso no significa que el medio impreso va a desaparecer de pronto. En países del tercer mundo (como el nuestro) sigue dando pautas de comportamiento, sigue siendo “muy útil” para muchas estaciones radiales y televisivas (que los leen como si fueran de sus servicios propios) y aún quedan unos cuantos millones que, más por costumbre que por ilustración (¿?) siguen comprándolos. Y, lo último, el medio impreso sigue siendo más creíble que el medio naudiovisual; y los empresarios del mundo entero (especialmente los grandotes) como que encuentran que sigue siendo una inversión que vale la pena, aunque se pierda. Pierden de ganar los miles de millones a
los que han estado acostumbrados; pero, en cambio, sirven para mantener el sistema, para decirle a los ingenuos qué es lo bueno y qué lo malo; sirve para engañar y mentir; y hasta hay quienes le
encuentran útil para otros quehaceres, como envolver compras en la tienda de la esquina.

A lo que voy. Ahora que sigue en vigencia la discusión por la Ley de Comunicación (no de medios, como insisten los medios) la gran prensa nacional e internacional, persiste en su afán de hacernos creer que sin ellos se muere la libertad de expresión y que la libertad de expresión son ellos mismos. Con motivo de la sentencia de primera instancia que un juez de lo penal ha expedido contra un aficionado al periodismo de opinión y tres ejecutivos (herederos) del diario sipiano El Universo de Guayaquil, el aquelarre nacional e internacional como que se ha despertado. Ya Correa y su gobierno pasaron de “riesgo” de la libertad de empresa (de ellos) a dar “manotazos” contra este derecho que, siendo universal, se ha convertido en exclusivo de ellos.

El aquelarre ha sido fenomenal. De países que tienen situaciones conflictivas mucho más delicadas y graves que Ecuador, los medios comunicacionales y sus periodistas estrella se han esmerado en
“condenar” o por lo menos “rechazar” la sentencia judicial de primera instancia; y al pobre juez que “se atrevió a tanto” a pesar de que ni le conocen ni saben quién es, le han dicho samba canuta. Y hasta da risa que periodistas y medios que aparecieron seriamente comprometidos con las feroces dictaduras chilena, argentina, uruguaya, centroamericana, “hayan protestado por semejante atentado”.

Por todo ello y muchísimo más (ya es una larga historia que no ha sido debidamente evaluada) es que volvemos a preguntar: ¿de qué libertad de expresión hablamos? Porque, que hayamos sabido los ecuatorianos, la que está consignada en las Naciones Unidas e inclusive en textos como la OEA, no ha sido violada ni instrumentada. La prueba son los mismos que se quejan. Si no habría esa libertad, en la práctica, sería un imposible físico que los mismos “agraviados” (que se sienten) no habrían podido decir lo que han dicho, sin que les pase absolutamente nada. Y si hay alguna amenaza telefónica de por medio, de seguro que se descubriría que proviene de la misma fuente interesada. Por algo (tampoco es nuevo en nuestros países) que una forma de escapatoria de los delincuentes callejeros es que ellos mismos comiencen a gritar: “cojan al ladrón, cojan al ladrón”

Lo que pocos reconocen y dicen es que los principales enemigos prácticos de la libertad de expresión son los propios medios comunicacionales y sus editorialistas estrellas (o estrellados) Es
sabido, por ejemplo, que los grandes medios comunicacionales tienen sus políticas empresariales y que un periodista no puede transgredir esas normas sin correr el riesgo de un despido intempestivo. ¿Acaso la directora-propietaria del diario sipiano El Comercio, de Quito, no estuvo infringiendo la libertad de expresión cuando reunió a sus periodistas y les dijo (más o menos) lo siguiente: “de hoy en adelante el diario está en contra del gobierno del Sr. Correa. Y quien pretenda ser su partidario o el que tenga sentimientos socialistas, bien hará en irse a la casa”

Y no hablan de las listas de vetados permanentes de un medio comunicacional. Peor que la Iglesia Católica, en sus tiempos, los grandes medios tienen listas de personas o de grupos de personas que
simple y llanamente son excluídos permanentes y temporales de sus espacios promocionales. Y digo temporales porque estamos viendo que esos mismos medios que sentenciaron al ostracismo a determinados grupos o partidos políticos (MPD, Pachakutec, PRE, etc.) mientras les creyeron de izquierda, hoy destinan primeras páginas y espacios exclusivos para promocionarlos, solo porque están contra el gobierno.

Preguntamos: ¿es eso respeto a la libertad de expresión? Y ni que hablar de los tránsfugas que han dejado las filas gubernamentales para engrosar las de oposición. Hasta hace pocas semanas, esas gentes no aparecían ni en las redes radiofónicas, peor en programas informativos televisivos o de la prensa impresa. Hoy “tienen derecho” a espacios de privilegio y son entrevistados sin límites.

Por último (y para cerrar este comentario que está resultando largo) soy de la idea de que la nueva Ley de Comunicación, que debe dictarse les guste o no a los asambleístas sipianos, debe establecer que todo medio comunicacional se defina a si mismo, especialmente en sus objetivos. Esta definición (que es muy legítima, por cierto) permitirá al perceptor saber a ciencia cierta qué persigue un medio que lee, escucha o ve. Y si hay medios que prefieren seguir llamándose “independientes” (¿?) pues están obligados por lo menos a guardar los viejos principios éticos del periodismo informativo.

* Periodista

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