Ecuador, medios de prensa: “Amigos y enemigos de clase”

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“Pero tú eres enemigo jurado de los medios de comunicación. No vas a querer que los medios te tengan alguna simpatía”, me decía un viejo conocido, en una conversación de amigos. Y yo le respondía: “no soy enemigo de los medios de comunicación; es todo lo contrario: ellos son mis enemigos.  | ALBERTO MALDONADO S.*

Además —digo—, no estoy interesado, ni hago nada por las simpatías o antipatías de los medios o de sus periodistas estrella.Y remato: “Mi problema siempre ha sido que soy franco, y digo lo que pienso; y a mucha gente no le gusta que le digan las verdades”

Ese tipo de discusión solo puede darse entre amigos-amigos; de esos que ni se enojan ni toman a pecho lo que uno puede decir. Es un ejercicio de sinceridad que debería darse en público, cara a cara. Pero nadie podría garantizar la paz y la tranquilidad, entre los contendientes, en especial, si uno de ellos o los dos, tienen aspiraciones políticas (lo cual es legítimo) y quieren aprovechar la ocasión para lucirse ante sus “fans”

En lo personal, no me considero tan importante como para que se me considere enemigo de los medios de comunicación o de sus “principales”. Prefiero creer que son ellos los que me han declarado su enemigo de clase, ya que suelo repetir, con el célebre José Martí: conozco al monstruo por haber vivido en sus entrañas. Y sé de qué pata cojean. Siempre será bueno que, aunque sea una sola persona, discrepe de la supuesta infalibilidad y objetividad, de las que ellos
suelen considerarse los únicos.

Tuve que repetir al amigo del diálogo un pasaje de hace décadas (de cuando comenzaba mi carrera de periodista profesional) no para ofendera nadie (en especial, si ya están muertos) sino para graficar que ellos (los medios y sus principales) son defensores de clase, desde sus orígenes.

Ocurrió que, como joven reportero (y serrano, además, recién llegado a Guayaquil) fui designado para cubrir una importante reunión que se había programado en uno de los lugares más exclusivos del viejo puerto (el Guayaquil Tenis) con el Presidente de la República, que, si mal no recuerdo, era el Dr. Camilo Ponce Enríquez (1958-1962). Realice mi trabajo pero omití, sin quererlo, el nombre de un caballero que, para esos años, era personaje obligado de cualquier crónica social.

Redacté la crónica y así se publicó. Al siguiente día, me llamó el director del diario. Me preguntó: usted, señor Maldonado, ¿qué tiene contra el doctor fulano de tal? Le respondí que nada, que ni le conocía.

No señor —me contrarreplicó— usted le ha visto bien a él y él a usted; pero no le nombró en su crónica. Vaya y redacte unaaclaración que diga que, en forma involuntaria, se ha omitido el nombre de tal caballero; y que le pedimos disculpas, por esta omisión. No olvide nunca —me recomendó el viejo director— que esta casa (el periódico) tiene amigos y enemigos. Y usted, mientras trabaje para nosotros, debe saber quién es quién.

Desde entonces, supe que los medios tenían sus “amigos y enemigos de clase” y que era una mentira eso de que eran independientes, objetivos, neutrales. Ese criterio pude ratificarlo semanas después, cuando supe que el director de otro diario, había dado la consigna a sus tituladores de que a los comunistas no se les podía dar primeras páginas si, por alguna circunstancia muy especial, eran entrevistados. Y que la censura era para todo lo que oliera a comunismo, en especial, los países que en esos tiempos eran comunistas (la ex URSS y algunas naciones europeas). La consigna era que solo se les podía mencionar; pero en contra, nada a favor.

Cuando sostuve que los peores enemigos de la libertad de expresión eran los propios medios de comunicación, fue cuando la discusión se puso acalorada. “No hables pendejadas” me dijo el amigo y remató su réplica: “Si son los medios de comunicación los únicos que defienden la libertad de expresión” Otro amigo, que escuchaba la conversación, reforzó la tesis y expresó: “O por lo menos eso es lo que dicen”. Sin perder la compostura, me propuse darles una explicación:

Eso se dice; pero no es así. Todo medio de comunicación tiene un propósito, un fin. Si ustedes deciden publicar un semanario que defienda lo cultural, local y nacional, ¿no es cierto que no permitirían que en ese semanario se ataque a la cultura ecuatoriana? No podemos obligarle a que, en la hojita dominical, que reparten las iglesias católicas, publiquen artículos defendiendo o promoviendo otras religiones; o que se ataque a la Iglesia Si un partido político (de derecha, de centro, de izquierda) difunde su pensamiento ideológico a través de un medio comunicacional, no le vamos a exigir que publique textos en su contra o a favor de otros partidos políticos.

Desde siempre, los medios de comunicación (impresos, radiales, televisivos; y ahora, de internet) tienen un objetivo, un fin. Y eso no está mal. Los grandes periódicos, las grandes redes televisivas y radiales son, en primer lugar, empresas privadas; y su obligación número uno es defender la sociedad de consumo; de eso viven. Como empresas, su primera aspiración es hacer dinero; y algunas, bastante dinero. Y como defensoras del sistema imperante, tienen que decir y sostener que es muy bueno, beneficioso para todos, porque de lo contrario corren el peligro de que la publicidad disminuya. ¿Pueden estas empresas ser modelos de libertad de expresión?
 
Obviamente, mis interlocutores escuchaban por primera ocasión semejantes razonamientos. Tuve que ensayar una especie de explicación adicional, para tratar de hacerme entender:

Puse el caso del diario tal. ¿No es cierto que está constituido como empresa? Pregunté y yo mismo ensayé una respuesta: como empresa, ¿qué busca? Pues vender, mientras más, mejor. ¿Y qué es lo que venden? Pues, noticias. No es porque sí que, en el mundo entero, los periódicos de mayor venta son los sensacionalistas. Y, ¿qué venden estos periódicos? Noticias de crónica roja, principalmente.

En el Ecuador, el periódico que más se vende es el vespertino Extra. Y si ustedes toman un ejemplar y lo sacuden, pues cae sangre, semen. El mismo fenómeno vemos en algunos programas de televisión. Y en la radio, hemos llegado a situaciones ciertamente impensables, hasta hace poco. Y ¿qué es lo que difunden estos medios? Noticias de crónica roja, escándalos, farándula, chismes.

El amigo y otros amigos contra argumentaron: “Pero hay los diarios serios, los programas de televisión serios. No digo nada de los programas radiales porque no los escucho. Hay muy buenos programas, por ejemplo los del Animal Planet, los del Discovery Chanel. Además, se ha demostrado que el público exige programas interesantes, no aburridos. Yo prefiero mil veces ver la silueta de una buena modelo (no muy flaca) antes que al Gutiérrez o al Correa. Yo prefiero un buen partido de fútbol, especialmente que gane la Liga, antes que un debate político”.

¿Es decir, según tu tesis, es preferible que los niños, los adolescentes, se queden en casa, mirando esos programas bobos y violentos, antes que vayan a la escuela, al colegio, porque son aburridos? Traté de explicar que los programas aburridos no eran culpa de ellos sino de los productores; pero que aquello se está superando conforme avanza la tecnología y los recursos didácticos. Y dije que, inclusive los diarios llamados serios, ya están dando más espacios a la crónica roja, para poder competir, en circulación y en publicidad, con los diarios llamados amarillos.

La amena conversación avanzó, por vericuetos y decires. Yo expliqué lo mío y los interlocutores (que ya eran varios) los de ellos. Coincidíamos y discrepábamos, hasta que llegamos al meollo: ¿entonces un periodista es partidario de la censura? Y esa objeción me dio pie para explicar mis puntos de vista:

Un caso es la censura previa y, otra, muy distinta, es la responsabilidad posterior. Respecto de la censura previa, las dictaduras del mundo la ensayaron; y no solo persiguieron y mataron periodistas, sino empastelaron añaron] diarios y revistas, como lo hicieron Pinochet y su equipo “ideológico” o la dictadura militar de Argentina. Más cerca de nosotros, el señor Álvaro Uribe Vélez, a pesar de ser un presidente elegido y reelegido en las urnas, sin embargo, fue peor que cualquier dictadura de antaño. Solo que la Comisión de Derechos Humanos de la OEA o la relatora de medios para el sector, dijeron media palabra. Que para eso están.

Les recordé que el Código Penal del Ecuador contempla, desde hace décadas, la posibilidad de enjuiciamiento de periodistas y responsables de medios comunicacionales, para casos de difamación, injurias, acusaciones sin base sólida. Es cierto que no llegan a 10 los casos de enjuiciamientos, por este delito, en razón de que no todo agraviado está en la capacidad de disponer del tiempo y del dinero que demanda una denuncia como esta, que tiene tres instancias y que demanda muchos gastos, en abogados y judiciales.

Mi tesis —dije— es la de que esta posibilidad sea democratizada, de manera que más gentes puedan presentar y sostener este tipo de demandas. Además, no hay que perder de vista que es muy duro y difícil tener de enemigo a un medio comunicacional. Porque, lo más común y corriente es que perdure el medio. Y, si el interesado en la demanda tiene aspiraciones políticas, lo que menos  le interesa es tener de adversario a un medio y a sus periodistas. Esto que estoy diciendo, es más difícil en provincias que en ciudades grandes.

Como no podía ser entre gentes que se precien, topamos también la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa). La conclusión  a la que llegué fue que, en mucha gente, que se la supone bien informada, hay desinformación. No sabían que la SIP, desde su fundación, es una especie de sindicato de dueños de periódicos. Como tales, han logrado constituir una red muy poderosa, no solo continental (de América Latina) sino mundial. Y lo que está pasando es que estos medios pretenden que están constituidos por gentes especiales, casi intocables. Y que ellos están obligados a defender el sistema de consumo que puede reducirse a una frase: compre, compre y compre. Endéudese, endéudese nomás y pague después.

En gran parte, la crisis por las que atraviesa el gran imperio (EEUU) y los imperitos (Europa) viene de ahí. La burbuja se reventó y ahora no saben cómo sobrevivir, especialmente los bancos.

La imprevista conversación tocó varios puntos más. Entre ellos, la UNP, la Federación y los Colegios y, desde luego, Fundamedios, que estuvo en Wáshington, entre los quejosos ante la Comisión de Derechos Humanos. Yo di mi explicación y ratifiqué el criterio de que hay una gran desinformación sobre estos temas.

No sabían que presidía la UNP un compañero que trabaja para El Universo; y  como tal, lo defiende. No sabían que la Federación, por ley, es la que representa a los periodistas profesionales. Y no sabían que los periodistas profesionales tenemos una ley que data de 1975. E ignoraban que Fundamedios nada tiene que ver con los periodistas ecuatorianos y que es una ONG que depende de la USAID y la NED. Tampoco sabían que son la Usaid y la Ned.

En fin, llegué a la conclusión de que había una total desinformación sobre estas y otras materias. ¿Qué hacer?
 
* Periodista.
 

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