Eduardo Pérsico / ¿Y si dios quiere barajar de nuevo?

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El 19 de noviembre del 2012, el sacerdote Roy Bourgeois —de la Orden Maryknoll, EEUU— fue excomulgado de la Iglesia Católica por la Congregación Vaticana en Doctrina de la Fe. La razón fue su apoyo a la ordenación de mujeres como sacerdotes (se leyó en los diarios).

 

La antropóloga mexicana Marcela Lagarde, estudiosa y contendora a favor de los derechos de las mujeres en países donde persisten prerrogativa de género, algunas medievales, sostiene que la violencia con motivación religiosa quizá sea actualmente la más peligrosa contra la población femenina.

 

Y consciente de que la política del Vaticano ha causado en México más daño a las mujeres que el narcotráfico, afirma que «la cruzada de la Iglesia católica en los siglos XX y XXI es una política global contra los derechos humanos de las mujeres en España y Latinoamérica». Y esta misma científica mexicana puntualiza que el derecho al aborto en su país fue construido «por mujeres de a pedacitos y en los últimos 50 años»; excelente definición.

 

Ubicarse a favor de la libre elección de la sexualidad y del aborto, que en países como Argentina cuenta el apoyo mayoritario de la sociedad, es desoído por un clericalismo primario que nos viene de lejos: durante el segundo mandato de Juan Domingo Perón, en 1954, fue sancionada la Ley 14.394 de divorcio vincular que duraría hasta setiembre de 1955, cuando el golpe militar católico que usurpara el gobierno, ante el revoleo de sotanas de inmediato la derogó.

 

Luego, en junio de 1987 y bajo el gobierno del radical Raúl Alfonsín se sancionó la avanzada ley 23.515, un avance jurídico en la relación familiar todavía denostado por la misma tendencia confesional y adversa —por reflejo— a todo criterio racional modernizador del inconsciente colectivo de la sociedad.

 

Basta con atender las prédicas de esos referentes religiosos al bendecir tanto a la persona creyente como a su riqueza, reverenciando así la tenencia material que —hilando finamente— a los curas de barrio les origina una dualidad inexplicable frente al sacro precepto de igualdad entre los hombres.

 

Y no resulta esa la única contradicción en los púlpitos menos pudientes: al evaluar las publicitadas y fastuosas catedrales de lujo, que al creyente más honesto y común lo deja en solitario esperando que dios le ofrezca algo parecido. Una sobria aspiración nada compleja en este tiempo realista y relojero en el que transcurre la humanidad que nos contiene, en cuanto desde la época de Galileo fue aprendiendo que las congregaciones ultraterrenas son impiadosas con todo avance científico que no comparta su reinado —según ocurriera por ejemplo al ubicar al Sol como centro del sistema planetario, certeza científica que para esos religiosos destronaría a la Tierra en el origen de la Creación negando al «único Dios» y otras convicciones medievales.

 

Como ilustración también, en Argentina persisten los magros avances en hechos cometidos por religiosos—pedofilia y otros abusos sexuales deleznables— que indicarían el trato preferencial y desparejo frente a toda acción delictiva de un personaje religioso. Predilección que hace unos años pidiera el Vaticano con sagaces discursos en los púlpitos, donde hasta su más elevada jerarquía se animó a exigir la inmunidad jurídica por los abusos de sus «servidores de la Fé», incluyendo en ese trato a quienes violan internos en los seminarios o practican la pedofilia como un servicio piadoso.

 

Aunque estos excesos no se dan fácilmente en otros países y en Irlanda y Bélgica, a saber, algunas entidades religiosas soportarían sanciones económicas por denuncias similares contra sus miembros. Así también sucediera en  la justicia de California, Estados Unidos, en el año 2011 hubo reclamos a la Santa Sede como institución en un caso amparado por la Corte Suprema de ese país; se le rechazó la inmunidad en un hecho de pedofilia y el fallo dictó «que el Vaticano estaba  advertido de la perversión del religioso pero el papa y la Congregación para la Doctrina de la Fe, (la misma que hace una semana excomulgó al sacerdote Bourgeois) no removieron al cura pedófilo».

 

Un poco al margen y en cuanto no se muestran tantos casos de curas excomulgados por pedofilia o violación de menores, recordamos a un televisivo cura joven que en un retiro casi espiritual en Argentina se mandó un miserable abuso pedófilo contra un chico de doce años. Y pareciera que de milagro el tipo anda libre, pero bué…

 

Estos deslices y perversiones deberían inquietar a los seguidores doctrinarios de buena fe, o al menos parecerles un pésimo antecedente para todo miembro institucional que pretenda ser una persona normal. En instancias cuando por otro andarivel y entre ruegos y sermones, hay católicos opuestos al uso del condón, a la unión entre seres del mismo sexo y al aborto bajo cualquier circunstancia, que son civilizadas expresiones que junto al divorcio vincular pretenden una sociedad más libre, quiérase o no.

 

Y si los honestos y auténticos creyentes advirtieran que un exceso de represión sexual por religiosidad no sólo alimenta las perversiones y genera desfasajes éticos, el retrógado discurso político que despobló las iglesias católicas en América Latina tiene esa explicación en primera línea.

 

Sin olvidar jamás que la más alta jerarquía católica de la Argentina fue una ferviente involucrada en la aberrante dictadura militar autora de horripilantes torturas; desaparición de treinta mil personas y la escabrosa apropiación de niños cuya búsqueda prosigue pese al diario Clarín.

 

Si bien no todo creyente es deudor de alguna cruenta infamia, si su señera institución prosigue con sus guiños hacia el diablo sería propicio barajar de nuevo.
——
Escritor.
www.eduardopersico.blogspot.com
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2 Comentarios
  1. Alejandro dice

    Excelente

  2. Elena dice

    Muy bueno, comparto plenamente estos conceptos

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