Ejercicios navales en el Mar Caribe: Una apuesta fuerte por la disuasión

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Diego Ghersi *

El anuncio ruso-venezolano acerca de ejercicios navales combinados en el Atlántico materializa el desagrado del Mercosur por la presencia de la IV Flota estadounidense en el área. 
 
El anuncio del vocero de la marina rusa, capitán de navío Igor Digalo, acerca de que buques rusos realizarían maniobras combinadas con naves venezolanas en aguas del Atlántico, ha sido considerado por los analistas internacionales como un nuevo capítulo del enfrentamiento entre el Kremlin y Washington. Sin embargo el tema no se agota en esa simplificación.
 
A su vez, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez dijo que la presencia de dos bombarderos estratégicos rusos, que aterrizaron el miércoles para realizar entrenamientos en suelo venezolano, es un "aviso" al "imperio" estadounidense.
 
De hecho, es posible reconocer en esta coyuntura al menos tres matrices de pensamiento estratégico: la estadounidense, la rusa y la nueva matriz propugnada desde los estados componentes del bloque Mercosur.
 
La primera, coherente con las doctrinas del “Destino Manifiesto” y “Monroe”, es impulsada por Estados Unidos desde sus orígenes como nación y ha hecho que hoy, los ”intereses” de Washington abarquen territorios mucho más allá de sus fronteras.
 
La segunda, consiste en un marcado expansionismo territorial impulsado desde la época de los zares, continuado durante la era soviética y propugnado hoy por el gobierno de la repotenciada Rusia post Unión Soviética.
 
El choque entre estas dos visiones -que dominó gran parte de la última mitad del siglo XX- se inmortalizó bajo el nombre de “Guerra Fría”.
 
La tercera matriz estratégica, de origen sudamericano, pretende la consolidación del continente -no anglosajón- en una unidad sustentada por un pensamiento propio y concentrada en la defensa de sus cuantiosos recursos naturales y el logro de la justicia social interna. Su aparición reciente en el Gran Juego internacional ha logrado modificar el escenario mundial.
 
De hecho, si las maniobras navales ruso-venezolanas se hubiesen previsto a mediados del siglo pasado el mundo habría asistido a otra “crisis de los misiles cubana”. Afortunadamente algunas cosas han cambiado desde entonces.
 
El primer cambio se constituye en las presencias de los actuales gobiernos “populistas” de Sudamérica que intentan consolidarse cómo bloque regional desde el Mercosur.
 
Tanto Venezuela como Brasil y Argentina, han manifestado reiteradamente su intención mancomunada en pro de una soberanía territorial que -a ultranza- apunte a la defensa de los recursos naturales de sus áreas de influencia.
 
En ese sentido, el domingo 7 de septiembre, el presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva, manifestaba a un diario argentino su “preocupación por la presencia en el área de la IV flota de Estados Unidos” al tiempo que se mostraba a favor de establecer una organización militar combinada de los países del bloque.
 
Pero una cosa es decir y otra es hacer. El Mercosur, que es una asociación muy avanzada en temas comerciales, se encuentra retrasado en el establecimiento de instituciones de bloque supranacionales que la consoliden y, la cuestión defensa (¿o guerra?) no es una excepción a esta realidad.
 
Frente a la acuciante necesidad impuesta por los hechos y ante la ausencia de medios materiales y planes tácticos que respalden la visión estratégica de defensa del bloque Mercosur, Venezuela ha optado “en solitario” por buscar en Rusia a un aliado extra continental poderoso que respalde su malestar ante la injerencia en el área del militarismo estadounidense.
 
El anuncio del Presidente Hugo Chávez -confirmatorio de los ejercicios navales combinados- debe ser interpretado como un recurso que pretende dar una clara y material señal disuasoria a la Casa Blanca acerca de que su presencia en la zona no es justificable y que no será tolerada.
 
Un segundo cambio que puede invocarse radica en que la complejidad del nuevo escenario internacional ha dejado poco discurso que justifique la aplicación de la “Doctrina Monroe”, al tiempo que ha puesto en evidencia el “Destino manifiesto” auto invocado por Estados Unidos.
 
Tal es así que -con un poco de imaginación- desde el Kremlin se podría invocar “Eurasia para los rusos” y eso dejaría en fuera de juego la flota “humanitaria” de la OTAN que actualmente navega por la “ratonera” del Mar Negro, algo impensado treinta años atrás cuando era fácil convencer al mundo de que los soviéticos –hoy rusos- eran los malos de la historia. En resumen, el discurso de la “Guerra Fría” al que Estados Unidos intenta reflotar hoy para justificar sus acciones en la zona caucasiana, ha quedado fuera de lugar.
 
En los hechos concretos, los ejercicios anunciados por Rusia y Venezuela que involucrarán unidades atómicas de última generación y que oficialmente se concentrarán en la ejecución de tareas de comunicaciones y de búsqueda y rescate constituyen una señal muy clara, emitida en solitario por parte del país sudamericano, en materia de defensa continental.
 
En este sentido, el choque de Rusia y Estados Unidos fundado primero en la resistencia rusa al escudo antimisiles que Washington pretende instalar en Europa y, en segundo lugar, por el choque indirecto que ambas naciones hegemónicas protagonizaron en Osetia del Sur por cuestiones de reparto de los recursos naturales del área, ha suministrado a Venezuela la oportunidad de sumar a Rusia como un aliado poderoso para disuadir a Estados Unidos.
 
Resulta interesante detenerse en la coyuntura “solitaria” de la acción venezolana y sus causas.
 
En principio y en voz baja, la acción es compartida por Brasil, cuyo ministro de defensa manifestó días atrás, el desagrado de Brasilia por la presencia naval de Estados Unidos en la zona. Dicha afirmación está fundamentada en la conciencia estratégica del Planalto que otorga mucha importancia al desarrollo naval pero que, a la vez, comprende que el armado de una flota a la altura de las circunstancias requiere de mucho tiempo no acorde con la urgencia de la situación planteada.
 
Por otra parte, por razones de política local Brasil está más forzado a la prudencia. En ese sentido deben entenderse las declaraciones del presidente Lula Da Silva en relación a que “su amigo” Hugo Chávez cuenta con mayor libertad de maniobra para gobernar de acuerdo a su “espíritu inquieto” frente a las urgencias.
 
El problema político interno de Brasil puede extenderse al resto de los países que componen el bloque y explican el retraso institucional del Mercosur.
 
Una mirada de la situación interna boliviana, dónde Evo Morales debe perder el tiempo lidiando con la oposición fraticida encarnada por la “Media Luna”; del presidente Lugo quien camina con muchísima dificultad sus primeros pasos en Paraguay o de Cristina Fernández, azotada por una oposición irracional de las clases medias y altas argentinas, explican lo difícil que es consolidar un marco institucional supranacional a la velocidad requerida por los hechos del escenario mundial.
 
En este contexto, el portavoz de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, Sean McCormack, anunció que la Administración Bush seguirá de cerca el desarrollo del posible ejercicio naval conjunto entre Rusia y Venezuela, informó una publicación de este miércoles de la agencia Ria Novosti.
 
Seguramente, la realización de estos ejercicios pasen sin pena ni gloria y su continuidad en las agencias noticiosas se acorte en virtud de otras urgencias, pero, sin embargo, es necesario dejar en claro una vez más, que la defensa territorial del Mercosur requiere de aprestos urgentes porque, en palabras de Ignacio Lula Da Silva “juntos saldremos adelante pero solos estaremos condenados”.

* Publicado en APM

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