El avance del gigante sudamericano: Si “Dios es brasileño”, ¿América del Sur qué será?

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Sebastián Pellegrino*
 
El país tropical se desarrolló con la convicción de llegar a ser una potencia y líder regional. El siglo XX, el del “milagro brasileño”, consolidó la supremacía del Gigante. Perspectivas para la región.

“Dios cuida a todos los países, pero parece que decidió vivir en Brasil”. Tal fue la expresión del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, en relación al hallazgo de los megacampos petroleros frente a las costas de San Pablo y Río de Janeiro, en un discurso realizado a fines de agosto.

Se sabe que la metáfora es un dicho popular del país en cuestión, utilizado en múltiples contextos, incluso en la historia política brasileña para hacer referencia a las bondades del territorio, para ilustrar proezas y personajes deportivos o para calificar procesos económicos. En fin, puro optimismo cultural, aunque muchos contemporáneos duden (no sin motivos) de la supuesta estancia de Dios en el pulmón de Sudamérica.

Sin embargo, la mención del Presidente permite (quitando la carga de superstición y orgullo), crear una imagen del escenario sudamericano, en el que uno de sus países atraviesa un formidable período de consolidación y expansión económica (Brasil es la novena economía del mundo según el Banco Mundial, y el crecimiento del primer trimestre de 2008 llegó a 5, 8 por ciento respecto al mismo período del año anterior). Además, se constituye paulatinamente en el centro geopolítico de la toma de decisiones en la región.

TRES ESCENARIOS: BOLIVIA, PARAGUAY Y ECUADOR

En ese orden de ideas, conviene repasar algunos de los recientes acontecimientos políticos celebrados entre los gobiernos, que indican el creciente protagonismo de Brasil en la resolución de tensiones interestatales, incluso en crisis que se dan hacia el interior de un país (como el caso boliviano).

También hay que considerar la constante iniciativa del gobierno de Lula Da Silva para elaborar programas e instancias regionales que reduzcan la influencia militar extranjera y la dependencia económica de Sudamérica respecto de los países europeos y de Estados Unidos.

Claro que no es este un intento de tergiversar el significado de los procesos de integración que se llevan a cabo en esa parte del continente. En el actual contexto, más que en cualquier otro, es indispensable el afianzamiento de los bloques regionales (como el Mercado Común del Sur y la Comunidad Andina de Naciones) y de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR).

El enfoque de la indagación debe estar puesto en cómo y bajo qué condiciones (respecto de sus vecinos) asumirá Brasil el rol de potencia regional, en el contexto de la inminente reestructuración del bloque mundial de poder.

En los últimos días aumentó la tensión entre Paraguay y Brasil en torno al reclamo del presidente paraguayo, Fernando Lugo realizado desde su asunción al poder, de revisar los términos del tratado de la represa hidroeléctrica de Itaipú.

En agosto, el canciller brasileño Celso Amorin ya respondía a la cuestión de las asimetrías de la región: “Brasil no quiere ser visto como un país imperialista, que apenas quiere sacar ventajas. Quiere el progreso del conjunto”. En relación al reclamo por la represa de Itaipú aclaró que: “ya pasamos la época en la que se podía pensar ‘somos grandes y que el resto de América del Sur se adapte a nosotros`. El presidente Lula da Silva sabe que no puede ser así. Tenemos que tener una visión generosa. Y la generosidad es también ver el propio interés a largo plazo, ver una región pacífica”.

La represa, situada en el fronterizo río Paraná, es un condominio bilateral, por lo que corresponde la distribución de la energía en partes iguales aunque Paraguay, hasta ahora, sólo utiliza el 5 por ciento de la producción y el resto lo destina a Brasil en condiciones estipuladas por el tratado.

A cambio de la cesión de energía, Paraguay obtiene de su socio alrededor de 550 millones de dólares, aunque Fernando Lugo pretende obtener el valor de mercado de esa energía, que ha calculado en 2.000 millones de dólares.

Brasil ha dado señales de no querer acceder al reclamo, pero ofreció financiar la instalación de una línea de transmisión entre Itaipú y Asunción, la capital paraguaya, para que pueda aprovechar mejor la energía generada. Pero las negociaciones diplomáticas se estancaron a partir del 13 de octubre, cuando el ejército brasileño dio inicio a los ejercicios de entrenamiento de la llamada Operación Frontera Sur II, para la cual desplegó en la Triple Frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil, más de 10.000 soldados con el objetivo de adiestrar tropas para el combate contra las actividades ilegales.

Dicha controversia se suma a una serie de roces diplomáticos surgidos a partir de la decisión del gobierno de Paraguay de nacionalizar las tierras de propiedad extranjera, básicamente de colonos brasileños. (Ver: “Vientos informativos del Orbe”. APM 12/10/2008)

Fernando Lugo aclaró que “la postura del Gobierno es clara: la soberanía nacional no ha sido quebrantada (…) No hemos hecho ningún reclamo a estos ejercicios militares en la frontera con el Paraguay", aunque consideró una “provocación” las declaraciones del jefe del Comando Sur del Brasil, general Elito Carvallo Siqueira, quien aseguró que si el Gobierno de Lula da Silva lo ordena, los militares brasileños ocuparán la represa de Itaipú.

Hasta ahora parece que la situación bilateral se encamina a buen puerto. El pasado lunes 27 de octubre comenzaron los encuentros entre representantes de ambas cancillerías para destrabar el conflicto, en una cita realizada en la localidad de Fox de Iguazú.

Otro escenario de influencia brasileña es el boliviano. Desde la firma del decreto para la nacionalización de los hidrocarburos por parte del presidente Evo Morales, el 1 de mayo de 2006, el hermano mayor del Mercosur ha intentado influir en los términos del proceso estatizador. (Ver: “¿Qué le pasa al hermano mayor del Mercosur?”. APM 16/05/2006)

Y ello debido a los inmejorables términos de explotación petrolera de Brasil en el país andino (por intermedio de la empresa Petrobras, de propiedad mixta entre el Estado de brasil y capitales extranjeros), y su fuerte dependencia de los hidrocarburos producidos en Bolivia. Los precios de tal intercambio implicaban, y aun hoy es así, grandes pérdidas para el país exportador.

Ahora bien, días después de la firma del decreto, Lula Da Silva afirmó: “Me hubiera gustado que me avisaran”. Ésta y otras expresiones de funcionarios del gobierno de Brasil señalan las actitudes recurrentes de un país que se autoproclama juez y parte en varios procesos políticos que se desarrollan en los vecinos de la región, más allá de tratarse de meros intereses económicos que le incumben a Brasilia.

En el actual contexto boliviano, la postura de Brasil es muy distinta de aquella que existió tras la nacionalización de los hidrocarburos. Incluso, el presidente Lula Da Silva fue uno de los principales líderes de la región que influyó en el proceso conciliador de los departamentos secesionistas y el gobierno nacional boliviano. Pero esa situación no significa que Brasil deje de priorizar sus intereses estratégicos en el continente, sino por el contrario, aumenta la influencia entre sus vecinos.

Recientemente Ecuador se ha transformado en otro espacio de discusión y reproche por parte de la política externa brasileña, otra vez en torno a los intereses energéticos. Y es que allí también la compañía Petrobrás tiene sus campos de explotación petrolera, aunque no haya sido perjudicada por la decisión del presidente de Ecuador Rafael Correa, de expulsar por irregularidades a la constructora brasileña Odebrecht, encargada de reparar una planta hidroeléctrica construida por esa firma.

El conflicto tuvo como detonante la paralización por daños de la represa hidroeléctrica San Francisco apenas un año después de haber sido entregada por Odebrecht, que aceptó sus responsabilidades aunque luego fue acusada de sobrecostos e irregularidades en sus contratos.

Tras la decisión de Correa, su par de Brasil suspendió la visita de una misión ministerial a Ecuador, que estaba pautada para avanzar en la construcción de un proyecto interoceánico que involucra a Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela.

Por lo tanto, considerando los tres ejemplos examinados, queda claro que el llamado “Gigante dormido” no siempre actúa con sus vecinos como asegura el canciller Celso Amorin (“Brasil no quiere ser visto como que apenas quiere sacar ventajas, sino que quiere el progreso conjunto”).

INTEGRACION REGIONAL: DEL MERCOSUR A LA UNASUR

Si se deja de lado la cuestión energética, la preocupación por asumir el liderazgo del país tropical se expresa también en los organismos de integración regional, especialmente en la flamante Unasur (que agrupa a todos los países sudamericanos).

Dicho organismo es un espacio de integración y unión en lo cultural, lo económico y lo político, que se establece con miras a reducir las asimetrías de la región y afianzar el desarrollo sostenido de los países que lo integran, mediante la construcción, entre otras cosas, de nuevas políticas aduaneras y fiscales que conecte aun más las economías y superen las convenciones subregionales ya existentes. En fin, es un proyecto que aspira a diseñar un bloque similar al de la Unión Europea (UE).

Y por supuesto que es una inmejorable oportunidad para Brasil, en su consolidación como líder de la región. Ello se explica por la necesidad del gigante amazónico de asegurarse un mercado amplio en el cual insertar sus excedentes de productos manufacturados y bienes de tecnología que produce su colosal industria.

Asimismo, Sudamérica tiene todo tipo de recursos energéticos indispensables para sostener el aparato productivo brasileño. Bolivia, por ejemplo, abastece a su vecino (a precios muy bajos), con más del 50 por ciento de los hidrocarburos que consume.

En línea con lo anterior, Brasil tiene otro motivo para mirar con buenos ojos a Unasur: disminuir la influencia estadounidense en las economías de la región, principalmente en gobiernos cercanos a Washington como el de Álvaro Uribe, de Colombia; y Alan García de Perú. Ambos intentan obtener la realización de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. (Ver: “Perú adopta el concepto de acción militar preventiva”. APM 20/06/2008)

La propuesta del presidente brasileño sobre la necesidad de conformar un Consejo Sudamericano de Defensa (actualmente una comisión especial de Unasur trabaja sobre el proyecto, que estará destinado a intercambiar información militar y experiencias en materia de seguridad regional), constituye una clara señal de que Brasil aspira a contener todo brote posible de tensión entre los países vecinos y a evitar el aumento de la militarización estadounidense.

Sobre ese punto, cabe insistir que el presente artículo no se trata de una acusación arbitraria sobre la política exterior de Brasil, sino un análisis de los procesos que implican a un bloque cada vez más integrado. Y, nuevamente cabe reflexionar: ¿de qué modo el gobierno de Lula Da Silva (o los próximos) emplearán el liderazgo regional, tanto económico, como político y militarmente?

Brasil, en tanto reconozca la soberanía de sus vecinos en materia de políticas de estado, será el eje principal en el que se asiente el crecimiento de esta parte del continente.

EL FACTOR BOLIVARIANO

Ahora bien, ¿Cuál es la situación del líder bolivariano, Hugo Chávez, que cuenta con la aprobación de su política continental por parte de los gobiernos ecuatoriano y boliviano, además de contar con la simpatía de administraciones como la de Argentina?

En los últimos años se han producido varios roces entre los presidentes de Venezuela y Brasil, principalmente en torno a las actitudes del mandatario de Miraflores en respuesta a las provocaciones de Washington.

Desde el fallido golpe de estado contra Chávez en 2002 (un golpe apoyado y financiado por Estados Unidos que fracasó, según el politólogo Luis Moniz Bandeira, porque no tenía soporte interno ni las condiciones, internas y externas, eran las mismas de los años 60 cuando el Pentágono, la CIA y otras agencias de inteligencia patrocinaron los golpes militares en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y otros países de América Central), se polarizaron las posiciones diplomáticas y discursivas entre el mal vecino del norte y Caracas.

Sobre esta compleja relación, las autoridades de Brasil han dicho recurrentemente que Hugo Chávez actúa dentro de la lógica de la Guerra Fría para enfrentar a Estados Unidos. Interpretación aislada del contexto venezolano, si se toman en cuenta las reiteradas provocaciones de Estados Unidos realizadas básicamente por intermedio de su aliado colombiano, Álvaro Uribe. (Ver: “Una frontera caliente”. APM 25/05/2008)

Y es que el gobierno de Lula Da Silva apuesta a reforzar su imagen de líder conciliador mediante la persuasión diplomática, pero en una realidad y en condiciones muy distintas a las de Venezuela. Lo cierto es que no en todas las tensiones de la región Brasil ha actuado según los parámetros de integración y estabilidad sudamericana.

Además, resulta desacertada la visión que niega a Venezuela como un actor fundamental para el desarrollo de los países de sur, teniendo en cuenta su capacidad de financiar proyectos interestatales y bilaterales, en la búsqueda de mayor articulación de las economías en expansión. Asimismo, las reservas de hidrocarburos (situadas principalmente en la faja del Orinoco), aseguran la sustentabilidad energética en tiempos de altos valores en ese tipo de materias primas.

LOS CAMINOS DEL SIGLO XXI

En la actualidad, el tablero sudamericano se articula con grandes perspectivas para las próximas décadas. Todas sus economías mantienen tasas de crecimiento elevadas (comparadas con el ritmo del resto de las economías del mundo) y los gobiernos -con sus particularidades- comienzan a avanzar en la reindustrialización como forma de consolidar la estabilidad y evitar los trastornos de un posible cambio en el rumbo del ciclo capitalista actual, con precios de comoditties que superan el nivel de las manufacturas.

En esta oportunidad histórica, Brasil se constituye cada vez más en el motor y coordinador del rumbo progresista y sustentable de Sudamérica. Llegados al máximo nivel histórico de integración, los países de la región encuentran en Brasil (y en menor medida, en Argentina) la alternativa geopolítica para hacer realidad el anhelo libertario definitivo, respecto del bloque hegemónico del Atlántico Norte.

Pero ello se logrará con el trabajo conjunto y solidario de Sudamérica, empezando por reducir las asimetrías entre sus miembros y respetando las soberanías respectivas. No es poco lo que falta. El “Dios brasileño” tendrá mucho para trabajar.

 

*Periodista. Artículo publicado en la Agencia Periodística del Mercosur, Argentina. (www.prensamercosur.com.ar).

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