El BNDES y el desborde imperialista de Brasil

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Luis Fernando Novoa Garzón*
La trayectoria histórica del Banco Nacional de Desarrollo Económico e Social (BNDES), que apareció en 1952 como Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDE), expone caminos y opciones de construcción, deconstrucción y reconstrucción nacional, según el arco hegemónico de fuerzas en cada periodo. La metamorfosis institucional del BNDES siempre fue lugar privilegiado para partir a nuevos procesos, un espacio selectivo de ejercicio de creatividad histórica, como veremos.

Fue el BNDES el que delineó los trazos del mercado interno brasileño en los años del nacional desarrollismo, garantizando cierta proporcionalidad entre el capital privado nacional, el capital estatal y capital multinacional. El modelo de sustitución de importaciones fue consolidado por el BNDES, en nombre de una burguesía con reclamos de primacía regional y que se proponía como socia del capital foráneo, aunque minoritaria en tal “asociación”.

Este ciclo, llamado desarrollista, perduró hasta comienzos de la década de 1990, aunque sufriendo espasmos entre 1964-1984, con una dictadura militar para asegurar la centralidad del capital monopolista en el bloque de poder. A partir de los gobiernos neoliberales (Color de Mello y Henrique Cardoso), el BNDES pasó a financiar y a planear la regresión de ese proceso, desvertebrando y mutilando el cuerpo económico que antes había formado y nutrido.

El BNDES siempre cumplió activamente el papel que se le requería. Durante el ciclo de sustitución de importaciones resultó indispensable para la constitución de la contraparte nacional frente a la estrategia de deslocalización del capital extranjero teniendo como blanco preferencial Brasil. Aunque estuviera con los núcleos dinámicos de su economía bajo el control del capital extranjero, en las fronteras accesorias de la manufactura (suministro de piezas, metalurgia) y en los sectores de base (acero e infraestructura), el Brasil, con su territorio continental, sostenía un pulsar económico constante, con relativa autosuficiencia, que permitía imaginar una nación en construcción.

En el ámbito discursivo [1], cualquier proyecto de nación, en un país con dos tercios de la población oprimida por siglos, requeriría un horizonte de integración social y una evocación de un "pueblo brasileño" con un mínimo grado de homogeneidad. El proyecto nacional desarrollista tuvo que recurrir ora al populismo ora al patriotismo “disciplinarizador”. No por mera casualidad, fue durante la dictadura, en 1982, que el BNDE gano su “S” de "Social" para evitar cualquier duda con relación al carácter nominalmente inclusivo del pretendido desarrollo económico. Incluso la izquierda de extracción marxista, con su proyecto nacional-popular, disputaría en paralelo el concepto de nación, llamando a obreros y campesinos a realizar las tareas democráticas y anti-imperialistas, tareas desde siempre extrañas a la nuestra desenraizada burguesía.

Sin embargo, los fundamentos frágiles de “nación en construcción” comenzaron a ser corroídos con el empeoramiento de la crisis de la deuda hacia la mitad de la década de 1980. El modelo de “integración competitiva” que más tarde se establecería como alternativa hegemónica fue conceptualizado originalmente por los técnicos del BNDES, ubicados en puesto avanzado de observación del agotamiento de la financiación pública de los sectores de infraestructura. En un seminario promovido por Julio Mourão, entonces director del Departamento de Planeación del Banco, fue vaticinado, en mayo de 1984, el fin del ciclo de sustitución de importaciones y la necesidad de la construcción de un nuevo paradigma de la política industrial.

Bajo la justificación de innovación y la carrera tecnológica se trató de trasmitir el pleno comando de la economía nacional para el sector privado y trasnacional. [2] Aún en el periodo de transición democrática del gobierno de Sarney, el BNDES presentó su nuevo Plan Estratégico (1987- 1990), que incorporaba los escenarios posibles de la anhelada “integración competitiva”. A los cien primeros días del mandato de Fernando Collor de Melo, el 26 de junio de 1990, fue lanzado el Programa Directrices Generales de la Política Económica y de Comercio Exterior, que prescribía desregulación, liberalización del comercio y privatizaciones como herramientas básicas para la llamada reestructuración competitiva de la economía brasileña.

En 1990, con un gobierno que expresaba el vaciamiento de la nación, el concepto de integración competitiva ganó fuerza propia y motora. “No solo la cultura del BNDES cambiaría, sino que diversos segmentos de sociedad habían absorbido la propuesta, y la nueva bandera ganó el mundo político, viniendo a representar los años 1990 la opción nacional para la participación de Brasil en el proceso de globalización” (Mourão, 2002, p. 37)

El BNDES, como agencia de comunicación instantánea con los grandes inversionistas internacionales, se hizo cargo del asalto a los sectores públicos rentables. Las privatizaciones fueron auto-expropiaciones que promovieron la desnacionalización y la reconfiguración patrimonial de las estructuras productivas del país, por intermedio de subvaluaciones de los activos de las estatales, del libre uso de títulos de deuda de dudoso valor y de indiscriminado financiamiento público. Fue el BNDES el que implementó el Programa Nacional de Desestatización (Ley 8.031/1990), aparcando empresas más atractivas, desarmando obstáculos administrativo-jurídicos, definiendo precios mínimos, articulando potenciales inversionistas y, aún después, financiando la trasferencia patrimonial (Pinheiro e Giambiagi, 2000, p. 21).

En la así conocida “Era FHC-Fernando Henrique Cardoso” (1994-2002), la reestructuración de la economía brasileña, aguzada por el discurso del “automatismo de mercado”, procuró excluir la posibilidad de cualquier trazo visible de autonomía en las políticas industrial y de comercio exterior. Los cortes de gastos y las privatizaciones no fueron lineales ni tuvieron una naturaleza simplemente geométrica. Surgieron nuevos intereses y reglas que impusieran como principio supremo la conectividad del territorio de todos los factores económicos en él puestos.

A partir de 2003, bajo la conducción de un Gobierno pretendidamente post-neoliberal, se recicla y se denomina de otro modo el modelo de inserción competitiva. En la búsqueda de un reposicionamiento relativamente ventajoso del país en la división internacional del trabajo, el BNDES mantendrá su posición nuclear en la concepción y en la ejecución de ese desplazamiento .

Sobre procesos de construcción institucional, ver Tapia (2007, p. 183-9).

Fuente original: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article2022

 

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