El corruptómetro

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Frei Betto*
La organización Transparencia Internacional divulgó el 17 de noviembre, en Alemania, el índice de corrupción en el mundo. En una escala de 0 (sin corrupción) a 10 (¡ojalá que con la linterna de Diógenes se pudiera descubrir a alguien honesto!), el Brasil obtuvo 3.7 puntos, con lo que avanzó de la posición 80 a la 75, entre las 180 naciones analizadas. Nuestro país quedó equiparado a Colombia, al Perú y a Surinam. El país donde hay menos corrupción es Nueva Zelanda.

¿Por qué hay tanta corrupción en el Brasil? Tenemos leyes, sistema judicial, policías y medios de comunicación atentos. Sin embargo prevalece la impunidad, que es la madre de los corruptos. ¿Conoce usted el nombre de alguna persona brasileña corrupta? ¿fue procesada y está en la cárcel?

El padre Vieira, en el sermón de homenaje a la fiesta de san Antonio, en 1654, preguntaba: "El efecto de la sal es impedir la corrupción, pero cuando la tierra se ve tan corrupta como está la nuestra, habiendo tantos en ella que tienen el oficio de ser sal, ¿cuál será, o cuál puede ser la causa de esta corrupción?" A su criterio había dos causas principales: la contradicción de quien debería salar y la incredulidad del pueblo ante tantos actos que no corresponden a las palabras.

El corrupto se caracteriza por no admitirse como tal. Experto como es, actúa movido por la ambición de dinero. No es propiamente un ladrón. Antes bien, se trata de un refinado chantajista, de ésos de conversación delicada, sonrisa amable, ademanes gentiles. Anzuelo sin cebo, pez que no pica.

El corrupto no se expone; extorsiona. Considera la comisión un derecho, el porcentaje un pago por servicios, el desvío una forma de apropiarse de lo que le pertenece, la segunda caja un privilegio electoral; y tontos los que hacen tráfico de influencias sin sacarle provecho.

Hay muchos tipos de corruptos. El corrupto oficial se vale de la función pública para sacar provecho para sí, su familia y sus amigos. Cambia la placa del auto, lleva a su mujer de viaje con pasaje costeado por el erario público, usa tarjeta de crédito a pagar por el presupuesto estatal, hace gastos y obliga al contribuyente a pagarlos. Considera natural la sobrefacturación, la ausencia de licitación, la competencia con las cartas marcadas.

La lógica del corrupto es corrupta: "Si yo no saco provecho, otro se aprovechará en mi lugar". Su único temor es ser cazado en flagrante delito. No se avergüenza de mirarse al espejo, apenas teme ver su nombre escrito en los periódicos. Confiado, jamás imagina a su hijita preguntarle: "Papá, ¿es verdad que tú eres corrupto?"

El corrupto no tiene ningún escrúpulo en dar o recibir cajas de güisqui en Navidad, obsequios caros de los proveedores o facilitar vacaciones. Lo ablandan con regalos y así disminuyen los trámites burocráticos que atañen a los dineros para las obras públicas.

Y está el corrupto privado. Nunca menciona cantidades, sólo insinúa, cauteloso. De ese modo se vuelve el rey de la metáfora. Nunca es directo. Habla con circunloquios, seguro de que el interlocutor sabrá leer entrelíneas.

El corrupto franciscano practica el toma ahí, da aquí. Su lema es "quien no llora no mama". No es ostentoso de las riquezas, no viaja al exterior, se presenta como pobretón para encubrir mejor la trapacería. Es el primero en indignarse cuando el asunto es la corrupción que embarra al país.

El corrupto exhibicionista gasta lo que no gana, construye mansiones y castillos, llena la hacienda de vacas, convencido de que la adulación es amistad y la sonrisa cómplice ceguera. Se vanagloria de su astucia para engañar y mentir.

El corrupto nostálgico se enorgullece de su padre ferroviario, de su madre profesora, de su humilde origen campesino, pero está íntimamente convencido de que, si hubieran tenido las mismas oportunidades de meter la mano en la bolsa, sus antepasados no las hubieran dejado pasar.

El corrupto previsor, calculador, ya está poniendo la vista en la Copa del Mundo de Fútbol en el 2014, y en las Olimpíadas en el 2016. Sabe que los juegos Panamericanos de Rio, en el 2007, tuvieron un presupuesto de US$ 350 pero acabaron gastando US$ 1,500 millones.

El corrupto no sonríe, agrada; no saluda, extiende la mano; no elogia, inciensa; No posee valores, sólo saldo bancario. Se corrompe de tal modo que ya ni se da cuenta de que es corrupto. Se tiene por un negociante exitoso.

Melifluo, el corrupto tiene dedos largos, se junta a los honestos para aprovecharse de su sombra, trata a los subalternos con una dureza que lo hace parecer el más íntegro de los seres humanos. Además, el corrupto cree piadosamente que todos le consideran de una inocencia capaz de causar envidia a la Madre Teresa de Calcuta.
El corrupto se juzga dotado de una inteligencia que lo libra del mundo de los ingenuos y le vuelve más agudo y experto que el común de los mortales.

En tanto los corruptos brasileños no vayan a la cárcel, al menos nosotros, electores, el año entrante podemos impedirles ser elegidos para funciones públicas.

*Teólogo y escritor brasileño

 

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