El debate sobre los transgénicos

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En marzo de 2004 el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en su informe Geo 2003 advierte sobre el riesgo que representan los cultivos transgénicos. El informe refleja una óptica diametralmente opuesta a la del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que consideró en 2001 a los alimentos transgénicos una opción válida para combatir el hambre y por tanto aconsejaba su utilización, en especial en las áreas más pobres del planeta.

Geo 2003, presentado en marzo en México como resultado de una investigación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), señala que los países de América Latina y el Caribe, deben seguir con atención el uso de la biotecnología -en cuanto permite el cruce de genes de diversas especies animales y vegetales- puesto que puede poner en peligro la diversidad natural.

Aunque la referencia a las semillas transgénicas ocupa sólo dos de las 281 páginas del documento -que es una investigación sobre el estado general del ambiente en América Latina y el Caribe- los grupos y organizaciones ambientalistas lo aplaudieron por su signficado ante a las investigaciones y campañas de promoción de semilas modificadas que realizan las grandes transnacionales, como Monsanto.

La advertencia más seria del PNUMA se refiere a la posibilidad de que genes modificados sin control alteren el desenvolvimiento y desarrollo de las especies naturales, lo que pondría en peligro la biodiversidad, que «es fundamental para la seguridad alimentaria de la humanidad», según el informe.

De hecho en Oaxaca, México, la posibilidad se convirtió en trágica realidad, al contaminar semillas de maíz genéticamente modificado a las plantas naturales. La empresa comercializadora del maíz genéticamente modificado había aseguradso que los granos eran estériles. México es la cuna del maíz, uno de los granos claves en la lucha contra el hambre en el mundo.

El PNUMA indica que en el debate sobre los transgénicos «interfieren posiciones polarizadas y grandes intereses comerciales, por lo que el principio precautorio debería aplicarse como regla principal hasta que exista un consenso científico sobre el tema». El derecho de precaución fue consagrado en el Protocolo de Cartagena, primer acuerdo internacional que rige la transferencia, manejo y uso de organismos vivos modificados, vigente desde setiembre de 2003.

El principio de precaución establece que los gobiernos tienen derecho a evaluar el riesgo que presentan todos los organismos genéticamente modificados antes de adoptar decisiones sobre su importación; también establecer normas para su uso confinado dentro de alguna región de su territorio.

La siembra transgénica

El área sembrada con semillas transgénicas fue en 2003, de unas 67,7 millones de hectáreas, nueve millones más que en 2002, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas, organización no gubernamental que las promueve como parte de la batalla universal contra el hambre.

Las variedades agrícolas «transgenizadas» de mayor utilización comercial son: soya -o soja-, maíz, algodón y colza, cuya producción y venta están controladas por cinco empresas transnacionales. La Argentina, Canadá y Estados Unidos concentran más del 90 por ciento del área sembrada con estos productos bio-tecnológicos.

En América del Sur, además, la soya transgénica ha comenzado a cultivarse en grandes cantidades en el sur de Brasil, Paraguay y Uruguay.

En 2001, el informe de desarrollo humano del PNUD indicó que hay 850 millones de personas subalimentadas que podrían mejorar su estado con el producto de este tipo de cultivos. Según el PNUD el impacto ambiental de los organismos genéticamente modificados no está comprobado.

El Informe Geo 2003 contradice la política que anima la Casa Blanca y las empresas biotecnológicas, que sostienen que los transgénicos -variedades modificadas en laboratorio mediante la introducción de genes de otras especies, animales o vegetales- son la fórmula para acabar con el hambre en el mundo.

Monsanto, Dupont, Syngenta, Aventis y Dow, son las corporaciones que encabezan la investigación producción y venta de plantas genéticamente modificadas; todas afirman que no existe ningún peligro para el ser humano o la biodiversisdad de las áreas silvestres, y que su «único interés» es luchar contra el hambre.

Tal vez, pero sus contratos de venta impiden a los campesinos que utilizan semillas modificadas reutilizar parte de las mismas -obtemidas de sus cosechas- lo que les obliga a no seleccionarlas, que es la práctica de mejoramiento de cultivos más antigua de la humanidad.

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Más información
www.ipsenespanol.net

www.tierramerica.org/2001/0909/dialogos.shtml

www.rel-uita.org/old/transgenicos/pnud%20monsanto.htm

www.rebelion.org/ecologia/pnud207001.htm

www.ecoportal.net/articulos/hambre.htm

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