El desastre iraquí y los espectros de Viet Nam

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoSe nos mintió sobre las armas de destrucción masiva. Se nos mintió sobre los nexos de Saddam Hussein y el 11 de septiembre de 2001. Se nos mintió sobre los insurgentes (¿recuerdan que eran sólo «remanentes» y «nostálgicos desesperados»?). Y se nos mintió sobre la mejoría en Iraq cuando el país se escapaba de las manos de los poderes de ocupación y del gobierno títere que aquel instaló. Sospecho que también se nos miente sobre las elecciones de este mes.

Durante el año pasado hubo evidencia de que todo nuestro proyecto en Iraq es erróneo y sin esperanza, que a los ejércitos occidentales -cuando no torturan prisioneros, matan inocentes y destruyen una de las más grandes ciudades iraquíes- los elimina una guerrilla feroz, una como nunca se había visto en Oriente Medio.

Mis cálculos sugieren -de manera probablemente conservadora, pues nunca nos enteramos de muchos actos de violencia- que en 12 meses al menos 190 suicidas se hicieron estallar, a veces dos por día. ¿Cómo sucede? ¿Hay un supermercado de suicidas disponibles en anaqueles? ¿Qué hemos hecho para crear esta industria?

En otro tiempo, en Líbano, un atentado suicida ocurría una vez al mes. En Palestina e Israel, se ejecutaba un ataque así una vez a la semana. Ahora, en Iraq, hay uno o dos al día.

El genocidio

Los soldados estadunidenses envían a casa historias cada vez más terribles sobre asesinatos sin sentido de civiles por sus fuerzas en poblados y ciudades de Iraq. Aquí, por ejemplo, está la evidencia presentada por el ex sargento de marines Jimmy Massey, en su testimonio ante una audiencia en Canadá, a principios de diciembre.

Ante el tribunal canadiense que deberá decidir si le otorga el estatus de refugiado al desertor de la Brigada 82 aerotransportada, Massey declaró que él y sus compañeros mataron a más de 30 hombres desarmados, mujeres y niños, incluyendo a un joven que salió de un auto con los brazos en alto. «Matamos al hombre», afirmó. «Disparamos a un radio cíclico de 500 balas por vehículo». También dijo suponer que los iraquíes que murieron no entendieron los gestos con los que los soldados les ordenaron detenerse.

En otra ocasión, según Massey, los marines -respondiendo a una bala perdida- abrieron fuego contra un grupo de manifestantes y transeúntes desarmados, matándolos a todos. «Estaba yo profundamente preocupado por las muertes de civiles», señaló Massey. «Lo que ellos -los marines– hacían eran asesinatos». Otro desertor de la Brigada 82 aerotransportada, Jeremy Hinzman, dijo a. tribunal: «Se nos ordenó considerar a todos los árabes como terroristas potenciales, para así cultivar una actitud de odio que te haga hervir la sangre».

Todo esto, desde luego, es parte de la «información reservada». Tomó meses para que se hicieran públicos los abusos y torturas en Abu Jraib, pese a que la Cruz Roja Internacional ya había alertado de esto a las autoridades estadunidenses y británicas. También tomó meses para que el gobierno británico reaccionara a las palizas -y a un asesinato- perpetrados contra iraquíes indefensos en Basora, caso que se informó primera vez en The Independent.

El «control» del país

Durante los primeros siete meses del año pasado, las autoridades insistieron en que aún «controlaban» Iraq. Pero cuando yo conduje 112 kilómetros al sur de Bagdad, en agosto último, sólo vi puestos de control abandonados a lo largo de las carreteras llenas de los restos quemados de camiones estadounidenses y vehículos policiales.

Aún no se nos dice cuántos civiles murieron en el asalto estadunidense a Falujá. Que los estadunidenses afirmen que mataron a más de mil insurgentes -sólo insurgentes, enfatizan, no había ni un solo civil entre ellos- es absurdo. Todavía no somos libres de entrar a la ciudad. Tampoco es probable que nadie más pueda hacerlo, ya que aparentemente todavía hay insurgentes en la localidad. ¿Por qué los aviones estadunidenses siguen bombardeando Falujá, semanas después de que el ejército estadunidense aseguró haberla capturado? Es difícil, pensando en todo lo ocurrido durante 2004, pensar que algo no ha salido mal o empeorado en Iraq.

El sistema eléctrico está colapsado de nuevo, las filas para conseguir petróleo son más largas que en los días que siguieron a la invasión ilegal de 2003 y la seguridad no existe -con la sola excepción de la parte kurda, al norte del país-.

La propuesta de someter a juicio a los subalternos de Saddam parece cada vez más un intento de justificar la invasión y distraer la atención de los horrores por venir. Incluso las próximas elecciones empiezan a parecer cada vez más una distracción. Si los sunitas no pueden -o no quieren- votar, ¿qué vale esta elección? Donald Rumsfeld sugirió que las cosas podrían no resultar de acuerdo a lo planificado cuando -antes de las presidenciales- habló de llevar a cabo los comicios «por partes» en Iraq. ¿Qué quiso decir?

Sin embargo, los invasores nos dicen que las cosas van mejorando, que Iraq está a punto de ingresar a una hermandad de naciones. Bush inclusive fue reelegido después de decir esta mentira. Las bolsas con cadáveres «regresan a casa» con mayor frecuencia que nunca. Se supone que no debemos preguntar cuántos iraquíes mueren, pero aun así se nos dice que la invasión valió la pena, los iraquíes están mejor, la seguridad mejorará y -ésta es mi favorita- que la situación empeorará a medida que se aproximen las elecciones.

Es el mismo viejo cuento que Bush y Rumsfeld usaron la primavera pasada: las cosas están mejorando y es por esto que los insurgentes generan tanta violencia. En otras palabras; entre mejor vayan las cosas, más van a empeorar. Cuando uno lee estos absurdos en Wáshington o en Londres les puede encontrar algún sentido. En Bagdad es la locura. Yo no le diría esto a los jóvenes soldados estadunidenses a quienes Rumsfeld informó, con enorme arrogancia, que «se va a la guerra con el ejército que se tiene».

La conexión Palestina

Sería agradable poder dar una noticia feliz en algún lugar de Oriente Medio. ¿Elecciones palestinas en Año Nuevo? Bueno, sí. Pero si el gris y antidemocrático Mahmoud Abbas es lo más a lo que los palestinos pueden aspirar después del demasiado colorido Yasser Arafat, entonces sus oportunidades de lograr un Estado son tan deprimentes como cuando Arafat residía en su «búnker» de Ramallah.

El primer ministro israelí, Ariel Sharon, no intenta retirar de Gaza los asentamientos judíos ilegales porque quiera ser bueno con los palestinos, y las desdeñosas declaraciones de su vocero sobre Cisjordania -afirmó que el repliegue de Gaza «conservaría en formol» la estadidad palestina- no sugieren que vayan a recibir nada de los ocupantes. Significa, de una forma u otra, que la intifada volverá a comenzar. Llegando a ese punto, los israelíes se quejarán de que Abbas «no puede controlar a su propia gente», y entonces israelíes y palestinos volverán a su conflicto sin esperanza.

Es imposible reflexionar sobre el año en Iraq sin darnos cuenta de lo profundamente que la lucha israelí-palestina afecta a todo Oriente Medio. Los iraquíes siguen la batalla palestina con gran seriedad. El apoyo de Saddam a los palestinos era una de las cosas con que muchos iraquíes se podían identificar, por más que detestaran a su dictador. Y dudo mucho que la técnica del atacante suicida hubiera madurado tan rápidamente en Iraq sin el precedente de los suicidas palestinos, y antes de ellos los de Líbano.

Esta capacidad de sentar precedentes en los acontecimientos en Medio Oriente -y no los míticos «combatientes extranjeros» del mundo de fantasía de Bush- es lo que está costando tanta sangre en Iraq. Cuando Sharon trata de impedir la constitución de un Estado palestino, los iraquíes recuerdan que su aliado más cercano está representado en Iraq por un ejército que la mayoría del pueblo considera de ocupación.

Cuando las fuerzas estadunidenses aprenden de los israelíes sus técnicas de combate a la guerrilla, cuando bombardean casas desde el aire, cuando abusan de los prisioneros, cuando construyen barricadas de alambre de navaja alrededor de las aldeas recalcitrantes, ¿es de sorprender que los iraquíes traten a los estadunidenses como suplentes de los israelíes?

No necesitamos la evidencia del ex marine Massey para demostrar lo brutales que se han vuelto los ejércitos de ocupación, y lo irrelevante que es el gobierno «interino» de Iraq. En Wáshington o en Londres estos «ministros» juegan el papel de hombres de Estado, pero en Bagdad, donde viven escondidos entre los muros de su pequeño y peligroso enclave, tienen tanto estatus como alcaldes rurales. Además, ni siquiera pueden negociar con sus enemigos.

Han perdido el miedo

Esto nos lleva a un hecho fundamental sobre el pasado año de caos, anarquía y brutalidad en Iraq. Todavía no sabemos quiénes son nuestros enemigos. Con excepción del nombre «Zarqawi», los estadunidenses -con todos los miles de millones que dilapidan en inteligencia, el sistema de red computacional de la CIA y los enormes pagos a sus informantes- simplemente no saben contra quién combaten. Han «recapturado» Samara tres veces, y la vuelven a perder. Ni siquiera pueden controlar las calles principales de Bagdad.

¿Quién hubiera creído, en 2003, que las fuerzas estadunidenses que tomaron Bagdad, dos años más tarde estarían envueltos en la mayor guerra de guerrillas desde Viet Nam? Quienes predijeron que esto sucedería –The Independent> entre ellos- fueron tachados de negativos, profetas de la fatalidad, pesimistas. Iraq prueba, otra vez, lo que debimos haber aprendido de Líbano y Palestina en relación a Israel: los árabes han perdido el miedo. Ha sido un proceso lento. Hace un cuarto de siglo vivían encadenados, aterrorizados por ocupadores y regímenes represivos. Eran una sociedad sumisa y hacían lo que se les decía. Ya no.

El mayor desarrollo en Medio Oriente durante los últimos 30 años fue que los árabes se sacudieron el miedo. El temor, ya sea al ocupante o al dictador, no es algo que se pueda volver a inyectar a la gente. Sospecho que esto fue lo que ocurrió en Iraq. Los iraquíes simplemente no están preparados para vivir con miedo otra vez. Saben que sólo pueden confiar en sí mismos. Nuestra traición al convencerlos de rebelarse contra Saddam se los comprobó, y se niegan a ser intimidados por sus ocupantes. Fuimos nosotros quienes les advertimos sobre los peligros de una guerra civil, aunque nunca antes existió en Iraq una guerra de ese tipo.

Como pueblo, los iraquíes han visto a los occidentales aparecerse por miles para ganar dinero a costa de un país que fue derrotado por una dictadura corrupta y las sanciones de la ONU. ¿Es acaso de sorprender que estén enojados? El columnista estadunidense Tom Friedman, en uno de sus artículos menos mesiánicos, hizo una buena pregunta antes de la invasión de 2003. ¿Sabe alguien cuántos murciélagos saldrán volando de la caja en cuanto lleguemos a Bagdad? Bueno, pues ahora ya lo sabemos. Por lo tanto, debemos repetir la escalofriante aseveración de Lawrence, sin las comillas ni la fecha de 1920. No estamos lejos del desastre.

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* Periodista, corresponsal en Bagdad del diario británico The Independent, donde apareció este artículo por primera vez. Hemos seguido la traducción al castellano de Gabriela Fonseca.
Tomado de Counterpunch: The Ghosts of Vietnam

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