El docente del siglo XXI

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Francia Aponte D’Alessio.*

Cuando hablamos del siglo XXI, inmediatamente nos vienen a la mente ideas como tecnología, Internet, racionalidad científica, la sociedad del conocimiento, entre otros, y otra realidad asociada a ello, es que están cambiando a un ritmo sin precedentes. Podemos decir que es el siglo del saber. El saber cambia el mundo, y nuestro mundo está cambiando a la velocidad de los saberes nuevos.

Son hombres, antes que médicos, ingenieros o arquitectos. La educación deberá hacer de ellos hombres honestos sensatos y capaces, y ellos con el tiempo se transformaran en médicos, ingenieros y arquitectos, honestos sensatos y capaces.
John Stewar Miller.

En la sociedad del conocimiento, la ciencia y la tecnología van conquistando los distintos ámbitos que comprenden la vida. Transformando nuestro modo de pensar, de sentir, y de actuar como aspectos fundamentales de lo cognitivo, lo axiológico y lo motor, dimensiones esenciales del hombre.
 
Sumado a esto, nos encontramos con que los oficios de la sociedad del conocimiento tienen un creciente contenido técnico y cada vez es mayor el número de ocupaciones de alta tecnología. Cada día las competencias que exige la sociedad son mas exigentes, ya no es suficiente hablar de una profesión como Ingeniero o Administrador, sino que se exigirán unas competencias que cambiarán su perfil, para hacerlo apto al competitivo y exigente mundo global.
 
La actividad comercial y las industrias del siglo XXI más que dinámicas, son cambiantes. Las industrias dinámicas de la sociedad del conocimiento son las industrias de la inteligencia: la biotecnología, la informática, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la robótica, entre otras son las actividades bandera del nuevo siglo. Pero también es un hecho inalienable que estas industrias dependen de un nuevo factor de producción: se llama el conocimiento.

En la sociedad del conocimiento el valor agregado ya no proviene de los factores clásicos de producción “tierra, capital y trabajo”: viene de la tecnología antes que todo. El profesional del siglo XXI debe estar familiarizado con esta tecnología, ya que forma parte de su haber de conocimiento, forma parte de su vida.
 
Es entonces cuando nos encontramos con más que una corriente de pensamiento… nos encontramos con una realidad: la brecha que existe entre el profesional del siglo XXI y la escuela de hoy.

Se hace urgente que la educación replantee sus objetivos, sus metas, sus pedagogías y sus didácticas si quiere cumplir con su misión en el siglo XXI, y logre formar, no solo al profesional en cualquier disciplina, sino al profesional competitivo y de la mano de la vanguardia tecnológica; brindar satisfactores a las necesidades del hombre de este siglo. De allí que sea necesario desarrollar el pensamiento critico y estimular la actitud científica desde la primera escuela y a lo largo de toda su vida educativa.
 
Bill Gates dice, en lo que trae el futuro: “Las mismas fuerzas tecnológicas que harán tan necesario el aprendizaje, lo harán agradable y practico. Las corporaciones se están reinventando en torno de las oportunidades abiertas por la tecnología de la información, las escuelas también tendrán que hacerlo”.
 
Pero también es un hecho, que el inmenso devenir de tecnologías y la alta velocidad de cambio de nuestra sociedad de conocimiento, confluye muchas veces, en una realidad que no podemos dejar de lado: hombres con la única visión de sobrevivir en un mundo altamente competitivo, tecnócratas, cuya única visión es desarrollar y aplicar conocimiento, más que para transformar y crear, más que para vivir y ser.
 
Entonces podemos decir que el fin último de la educación del siglo XXI debe ser la formación integral del ser humano, entendido como un ser de necesidades, habilidades y potencialidades. Una educación capaz de intervenir en las Dimensiones Cognitivas (conocimientos) Axiológica (valores) y Motora (Habilidades y Destrezas). Más que formar a un ser intelectual se debe formar a un ser completo, holístico. La educación debe significar un cambio transformador.
 
Sabias palabras de Gabriel García Márquez, quien comenta: “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar, quiénes somos en una sociedad que se quiere a sí misma. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendia. Por el país prospero que soñamos al alcance de los niños”.
 
Hay que reconocer entonces, que es un gran reto al que nos enfrentamos: disminuir cada vez más la brecha existente entre el profesional del siglo XXI y la escuela de hoy. Es allí donde el docente juega un rol significativo. El docente para lograr seres transformadores y completos, debe ser un ser transformador y completo.
 
La labor educativa del docente del siglo XXI más que proveer un cúmulo de conocimientos, debe incluir también las condiciones(estrategias didácticas) que posibilitan la formación del individuo preparados para la vida, para que asuman responsabilidades y alcancen su plenitud. Es aquí donde nos encontramos entonces con la interrogante de cómo el docente del siglo XXI debe planificar su estrategia, su hilo conductor, para lograr el resultado esperado.
 
Es por ello que podemos afirmar que la planificación y la gestión educativa tienen como eje la dignidad humana, ya que la visión de todo proceso educativo finalmente es lograr la transformación y/o profesionalización del individuo independientemente de la disciplina o etapa de estudio.
 
Es preciso, por tanto, superar y cambiar las clásicas estructuras escolares sustentadas en un poder rígido y vertical, donde la planificación se subalterna al cumplimiento de objetivos preestablecidos. El valor del hombre le sitúa por encima de todo lo demás y hace que la dirección del centro escolar, más aún del sistema educativo y por tanto del plan macro del país, incluya y gire en torno al desarrollo personal íntegro del individuo. Un plan que incluya no solo lo académico sino la relación e interacción con los importantes y dinámicos cambios tecnológicos. La consagración de este planteamiento redundará en un avance significativo para disminuir la brecha, y lograr la educación que buscamos.
 
Al llegar aquí nos topamos con una cuestión que no debe pasar desapercibida: el impacto de la planificación para lograr el resultado esperado, es decir, para que se produzca el aprendizaje deseado, tanto desde el punto de vista del conocimiento de la ciencia que se dicta como desde las capacidades y habilidades de índole intelectual del individuo.
 
La planificación del proceso de enseñanza es responsabilidad del docente. Pero que es lo que debemos planificar? Como potenciar ese ser, como educar hombres y mujeres para la vida. La combinación de todas estas interrogantes, centradas en producir aprendizajes que potencien a la persona humana en sus capacidades más altas, es lo que hace la diferencia entre un docente transmisor de contenidos y un docente que potencia seres humanos.

El docente del siglo XXI se encuentra entonces ante un nuevo concepto de planificación: planificación estratégica. La planificación que va más allá de plasmar un plan de clases. La planificación con una visión global, flexible, como para ir rehaciéndose en el transcurso, que permite incluso no seguirla, manteniendo sus líneas generales.
 
Esta planificación permite que el docente tenga un tiempo para pensar la práctica, teniendo en mente un esquema donde pueda pensar los elementos que organizan la actividad, y secuenciar actividades. Implica un proceso formativo progresivo. Esto, con la finalidad de vislumbrar hacia donde queremos llegar, es decir, lo que debe tomar en cuenta el docente de hoy que está formando al hombre de mañana.

* Ingeniera.

En Democracia del siglo XXI, revista digital que dirige Teódulo López Meléndez.

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