El dueño de los juguetes

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¿Se acuerdan, en la infancia, de aquel niño que ponía sus juguetes a disposición de los demás niños, a condición de que estos siguieran al pie de la letra sus deseos y de no ocurrir esto montaba en cólera diciendo “Pues entonces me llevo los juguetes”? Pensé en ese niño.  | DALIA CÉSPEDES

Acababa de escuchar las declaraciones de un vocero del gobierno estadounidense respecto a la retirada de los 60 millones de dólares de contribuciones a la UNESCO. Y eso porque la organización tuvo el atrevimiento de integrar a Palestina —podríamos decir a los niños de Palestina.

¡Qué soledad la de ese niño! Qué frustración ha de sentir al darse cuenta de que ni siquiera la posesión de un enorme montón de juguetes —entre los cuales, por supuesto, se encuentran las armas de fuego— garantiza que los otros se dobleguen ante sus expectativas.

Tendrá que encontrar niños iguales a él, odiosos practicantes de la perreta, malcriados y ostentosos infantes como él, con los cuales tirarse los juguetes a la cara. O tendrá que encontrar sumisos niños, hacendosos niños que dispongan los juguetes exactamente a la manera que él lo dicta, que escuchen su voz como aquel perrito de la RCA Victor y, como tiernos gramófonos, la reproduzcan.

Pobre niño, porque incluso entonces temerá que le roben, sospechará, no sin razón, que todo no es más que una mascarada predispuesta al uso de los juguetes, a la posesión de los juguetes: cuando desaparece el espíritu del juego, pues el juego no es esclavitud ni sometimiento, solo queda la fugaz soberanía sobre los objetos, sobre las propiedades; y los propietarios, con frenesí de propietarios, darán y quitarán lo que es suyo, aquello que antes, mucho mucho antes, hace tanto tiempo, fue de todos.

En un viejo libro de sicología infantil encuentro la siguiente parrafada:
“Cuando un niño de un año y medio o dos empieza a jugar con sus amiguitos, suele apoderarse de los juguetes de los demás sin ningún miramiento y una vez en su poder no los suelta de buen grado, llegando a golpear a su adversario o a arrebatárselos por sorpresa. Hay madres que se horrorizan cuando ven a sus hijos cometer tales actos de rapiña infantil, mas no creáis por eso que se trata de un tirano en ciernes o un futuro bandolero. Todavía es demasiado niño para experimentar sentimientos determinados ante sus semejantes. De nada sirve avergonzarle; tendría la sensación de que se le abandona y se tornaría más agresivo”.

Conviene, pues, tener paciencia ante la edad mental de ciertos de nuestros congéneres, no vaya ser que haciendo uso de alguno de sus "favorite toys" nos asesinen por un puñado de dólares.

* Periodista.
En Agua en canasta  —un "blog" adjunto a la revista Progreso Semanal  (http://progreso-semanal.com).

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