EL ESTADO SECULAR Y SUS ENEMIGOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Desde que Samuel Huntington publicó su famosa tesis del Choque de civilizaciones, que predice que los mayores conflictos armados se darán entre representantes de civilizaciones definidas religiosamente, se ha convertido en el trabajo más citado y discutido de la última década para caracterizar las relaciones internacionales contemporáneas.

Sin embargo, pocos estudiosos de la política internacional, simpatéticos o críticos de la tesis de Huntington, se han unido a él para afirmar la importancia de la religión en las relaciones entre Estados.

La literatura especializada en el tema le dedica una mínima porción de su espacio en comparación con el lugar creciente que ha venido adquiriendo en diarios y revistas y solo un pequeño grupo de historiadores empiezan hoy a reconocer su influencia creciente (La revancha de Dios, La desecularizacion del mundo, La religión publica en el mundo moderno…).

Profundamente inmersa en el sistema internacional hay una autoridad estructural secularizada que surgió como respuesta a las luchas calamitosas entre la autoridad espiritual y la autoridad temporal. Esta estructura se presenta como una solución a esta lucha que diferenció claramente estos dos tipos de autoridad y, subsecuentemente, expandió los términos de esta solución a un dominio global que aun perdura.

Es este fenómeno el que aun configura la estructura internacional y que es conocido como la síntesis de Westphalia de 1648 que empieza a tomar forma mucho antes y continúa redefiniéndose décadas después. Solo a partir de esta fecha la religión deja de ser mayormente la causa de guerras en Europa, con excepción de Irlanda del Norte y Yugoslavia en el siglo XX.

Después de Westphalia la religión ocupo un papel mayor sólo en tres guerras, todas ellas entre europeos y musulmanes. Dirigentes de organizaciones internacionales, personeros estatales, académicos sociales o cualquiera relacionado con guerras, comercio u otros negocios entre naciones han venido considerando la autoridad de esta estructura internacional como algo dado.

Si religión es provisionalmente considerada como un conjunto de creencias acerca del último fundamento de la existencia, aquello que es incondicionado, no creado o causado y las comunidades y practicas que se forman alrededor de estas creencias, entonces, secularización es la declinación de las diferentes formas y grados que tienen relacion con el compromiso religioso. La forma primaria de secularización es la erosión de las creencias subjetivas en un último fundamento en la forma de una divinidad o Dios y las practicas asociadas con esta creencia. Es el rechazo de la religión.

Una noción menos restrictiva es la que es distintiva a las prácticas políticas. Secularización es diferenciación, un proceso a través el cual cada sector se hace mas especializado. En el campo político la religión interactúa menos íntimamente con instituciones gubernamentales, como fue en el pasado.

Las constituciones explícitamente liberan al individuo de la lealtad a Dios. Las ideologías políticas (marxismo, liberalismo, fascismo, nacionalismo) junto con las leyes, instituciones y organismos internacionales desarrollan propósitos que tienen muy poco que ver con la religión. Lo temporal se distingue de lo espiritual, la política de la religión. Este estado de cosas que, en mayor o menor medida, ha funcionado hasta el día de hoy ha empezado a ser desafiado de manera imprecedente.

Durante las tres centurias siguientes a la síntesis de Westphalia, África, Asia, Oriente Medio y América fueron colonizadas para luego rebelarse en contra de esta dominación al establecer la independencia basada en la idea de la nación heredada de los conquistadores. El resultado fue la expansión global de la síntesis de Westphalia que hace al Estado soberano la única forma de autoridad política que alcanza al globo entero.

La motivación política es el poder y la seguridad en un ambiente anárquico y la cooperación ocurre solo cuando ciertas condiciones están presentes. Liberales, marxistas, constructivistas o posmodernistas, por mucho que disientan entre ellos, se desvían muy poco de las presunciones seculares. La tesis secular afirma que en la medida en que la industrialización, la urbanización, la racionalización y la ciencia continúen su desarrollo la secularización se extenderá a todos los dominios de la vida. El ataque terrorista a Nueva York, dentro de este esquema, se presenta como una sorpresa conceptual.

Un creciente numero de analistas han venido descubriendo que, de hecho, las practicas, creencias y fines religiosos no han declinado (Peter Bergen, Rodney Stark…) y que las organizaciones religiosas han aumentado su poder para configurar el debate publico y las políticas gubernamentales (India, Oriente Medio, EEUU, Israel, Rusia, América Latina) y ejercer una influencia transnacional en la política de los Estados foráneos.

(La Iglesia católica lo hace en Polonia, Portugal, Filipinas, España y América Latina. Las organizaciones islámicas como la Hermandad Musulmana, Hezbolá y Hamas proveen servicios sociales en varias naciones creando seguidores leales capaces de articular la política islámica a través de la violencia).

Y, mas aun, la religión configura no solo la política de Estado, sino, también, su constitución misma, transformándose en “estado de derecho”.(Desde la resurgencia islámica, la sharia se ha transformado en ley publica en Irán, Sudan, Arabia Saudita, Pakistán, Malasia y gran parte de Nigeria).

Dentro del espéctrum teológico político del islamismo es posible distinguir, primero, a los estatistas que consideran al Islam, doblemente, como una importante fuente de identidad nacional y como un impedimento a la modernización e integración nacional. El centro es ocupado por el islamismo internacional que, aceptando al Estado musulmán nacional, afirman obligaciones pan islámicas que transcienden el interés de los Estados individuales. Y en el otro extremo el islamismo cosmopolita que sostiene que la soberanía y los límites estatales son remanentes del imperialismo europeo. Su figura emblemática es el Ayatollah Khomeini. Es este grupo, y quienes piensan como ellos, los que definen al islamismo radical.

Esta posición surge como resultado de una crítica interna que ve al islamismo alejado de su verdadero significado debido a la influencia de la corrupción occidental. Los Estados y el orden internacional se guían por el secularismo y la religión es erróneamente confinada a la esfera privada. En contra de este mal es necesaria la declaración de la guerra sagrada (jihad). Los primeros en articular esta perspectiva formaban parte de la tradición Sunni en la primera mitad del siglo XX. Hasta los finales de los 70 su influencia fue mínima en comparación con el nacionalismo secularizado panarábigo.

¿Cómo la critica teológica del modernismo se traduce en vista del orden internacional? El último objetivo del radicalismo fundamentalista es la islamizacion de este orden, el reemplazo del orden secular por el orden divino, la nación-Estado por el sistema islámico, la democracia por la noción islámica de consulta, la ley positiva y la legislación humana por la sharia y el gobierno laico por el orden de Dios. Exactamente que forma de política internacional surgirá de esto es ambiguo.

Es la segunda generación del radicalismo fundamentalista, desilusionada por la falta de éxitos, la que empieza a promover la violencia (M.S.Faraj, islamista egipcio, declara que “los ídolos del mundo solo pueden desaparecer a través el poder de la espada”). La critica teológica del mundo moderno, el llamado al ataque violento del orden secular internacional y el enfoque en EEUU como el enemigo primario se unen en el movimiento al-Qaeda que, a diferencia de otras corrientes islámicas, profundiza el ataque a la síntesis de Westphalia al proclamar como meta el establecimiento de un califato panarábigo a través del mundo.

Lo distintivo en estos grupos es que están definidos, constituidos y motivados por creencias religiosas acerca del último fundamento de la existencia. A partir de estas creencias construyen una política teológica y una critica social que mide la distancia entre la teología y las condiciones sociales contemporáneas para prescribir acciones. Tales creencias constituyen redes de influencia global y motivan acciones que llaman a cuestionar la secularización de las relaciones internacionales, en la teoría y en la práctica.

El argumento que afirma el papel independiente de la teología política, su influencia en la formación del radicalismo islámico y su perseverancia a través de generaciones siempre ha sido puesto en duda por las posiciones reduccionistas que consideran las ideas como producto de fuerzas o estructuras materiales, de condiciones económicas y tecnológicas y que su importancia solo está en ser puntos focales que unen y coordinan fines independientes en persecución de avances políticos y económicos.

Su punto de partida es la pobreza y el reconocimiento de que su causa se encuentra en las estructuras internacionales que son las que motivan ideologías que identifican y atacan estas estructuras. Un segundo argumento, más complejo, agrega la falta de expectativas. Son los que poseen educación y profesión y han sido expuestos a la riqueza, el poder y sofisticación cultural los que, al no encontrar oportunidades para mejorar sus condiciones de vida, se inclinan mayormente a adoptar ideologías religiosas radicales. Otras explicaciones apuntan al rápido cambio social o modernización como causa.

El problema con todas estas explicaciones, es que los datos empíricos no apoyan la reducción del radicalismo islámico a cualquiera de estos factores. De las decenas de países en el mundo en donde estas estructuras existen la teología radical solo surge en unos pocos. La explicación debe estar en algo diferente. Probablemente, la mejor explicación es la que trata de identifica modelos causales complejos.

¿A quien le importa el secularismo? Si la homogeneidad social no es posible y si la existencia del otro es un hecho que nos obliga a confrontar nuestros puntos de vista, entonces la creación de dispositivos artificiales, de espacios reflexivos, es la posibilidad de prevenir el matarnos mutuamente. Es este espacio reflexivo el que permite acomodar la idea moderna de justicia. La construcción de ámbitos políticos que permitan la coexistencia de diferentes concepciones del mundo no es una tarea fácil. Y la globalización solo ha exacerbado el “vértigo secular”.

El pluralismo es un hecho importante e irreversible en este creciente mundo global que nos confronta con la necesidad de definir estrategias seculares. El llamado fundamentalista a la violencia es prueba de que en el mundo musulmán no existe consenso y, probablemente, nunca lo habrá para crear una sociedad cerrada. Pero, el peligro permanece. La sociedad secular ha luchado incansablemente con diferentes formas de fanatismo.

La amenaza actual de los fundamentalismos islámico y evangélico obliga a continuar esta lucha. En un mundo globalizado las cosas nunca serán solo de ellos o de nosotros. Vivimos en un pequeño mundo, pero a escala global.

1 El análisis del pensamiento religioso en la formación social estadounidense, –Evangelismo, tecnología, imperio… y vuelta al evangelismo– se encuentra aquí.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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