El fracaso de Dios

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Alexander Cockburn*
Al encender la televisión escuchará los rebuznos predecibles de tipos también predecibles como Mort Zuckerman, Zbigniev Brzezinski, John Bolton y de todo el lobby israelí de que, se diga lo que se diga, Mubarak, el presidente expulsado de Túnez Ben Ali, y otros tiranos probablemente tambaleantes son “nuestros hijos de puta”, como dijo Franklin Delano Roosevelt, y deberíamos apoyarlos en reconocimiento a sus décadas de servicio útil al Imperio.

Los republicanos machacarán a Obama por “perder” Túnez , Egipto y tal vez etc. en el próximo ciclo electoral.

El modelo ahora es el de 1979, cuando el Imperio “perdió” Irán y Nicaragua durante el mandato de Carter. Henry Kissinger hizo discursos apasionados sobre la ingratitud estadounidense hacia el Sha mientras éste volaba por el mundo buscando refugio (antes de que finalmente se instalara en Egipto). El punto de vista intelectual –aunque sea una palabra demasiado lisonjera– fue presentado por Jeane Kirkpatrick en un artículo en la edición de noviembre de 1979 de Commentary de Norman Podhoretz, publicado en aquel entonces bajo los auspicios del Comité Judío Estadounidense.

El truco de Kirkpatrick fue utilizar dos palabras diferentes para los dictadores de los otros y los nuestros. Los de los demás eran “totalitarios”, los nuestros “autoritarios”, una fina distinción que fue rápidamente aprovechada por los comentaristas en general y se celebró como una maravilla de perspicacia intelectual. Los regímenes “autoritarios” pro occidentales eran siempre preferibles y más susceptibles de reforma que los regímenes “totalitarios” que podrían sucederlos.

Tanto Irán como Nicaragua, concedió igualmente Kirkpatrick, estaban “dirigidos por hombres que no habían sido elegidos en elecciones libres… que a veces invocaban la ley marcial para arrestar, encarcelar, exiliar y ocasionalmente, se afirmaba [sic], torturaban a sus oponentes.

Pero por otra parte “eran amistosos con EE.UU., enviaban a sus hijos y otros a que se educaran en nuestras universidades, votaban con nosotros en las Naciones Unidas y apoyaban regularmente los intereses y posiciones de EE.UU., incluso cuando implicaban un coste personal y político. Las embajadas de ambos gobiernos eran… frecuentadas por poderosos estadounidenses. El propio Sha y Somoza eran ambos bien recibidos en Washington y tenían numerosos amigos estadounidenses”. Entonces, “en vista de desarrollos internacionales en términos de… una versión contemporánea de la misma idea de progreso que ha traumatizado las imaginaciones occidentales desde la Ilustración”, el gobierno de Carter cometió un error fatal: alentó el cambio de régimen”. (Gracias a Serge Halimi, director de Le Monde Diplomatique por recordarnos la visión de Kirkpatrick, en la edición actual de LMD.)

Ataque contra la ilustración, tortura legítima… Kirkpatrick iba de camino al éxito. Llegó a ser una gran estrella y Reagan la nombró embajadora en la ONU.

De modo que el Imperio fomentó su cordón sanitario de “regímenes autoritarios”, que iba desde hijos fanáticos del Islam (Ul-Haq en Pakistán, el reino saudí), a Hussein en Iraq y Mubarak en Egipto, hasta llegar al Magreb.

El embajador de EE.UU., Godec, envió desde Túnez su famoso cable de julio de 2009 al Departamento de Estado, filtrado por WikiLeaks, describiendo “un Estado policial, con poca libertad de expresión o asociación y serios problemas de derechos humanos”, gobernado por una familia de ladrones codiciosos. Washington suministró rápidamente 12 millones de dólares de ayuda militar a Túnez, un obsequio del cual, como señala Noam Chomsky, “Túnez sólo fue uno de los cinco beneficiarios extranjeros: Israel (rutinariamente); las dos dictaduras de Medio Oriente Egipto y Jordania; y Colombia, que ha tenido desde hace tiempo el peor historial de derechos humanos y la mayor ayuda militar de EE.UU. en el hemisferio.”

En 1979 Kirkpatrick estaba totalmente obsesionada por las teorías de desarrollo económico promovidas por Rostow y otros en los años sesenta, argumentando que nuestro sistema podría suministrar los bienes económicos a sus satélites mejor que ellos mismos.

Ahora estamos en 2011 en medio de los escombros de esas teorías, tres décadas de neoliberalismo y “reestructuración” a la fuerza. Los antiguos satélites soviéticos también están aprendiendo la lección. Queréis capitalismo. Hay que pagar una cuenta. Pero existe un límite para lo que la gente está dispuesta a aceptar. Como dijo Simone Weil en su gran ensayo sobre la Ilíada, “los fuertes nunca son toralmente fuertes, ni los débiles son totalmente débiles”. En estos días, en medio de la inmensa inflación en el precio de las materias primas básicas, el aumento acelerado del desempleo, las perspectivas nulas para los jóvenes, el parasitismo plutocrático en su clímax, todo tiene que caer, como ha sucedido en Túnez y Egipto y sucederá en otros sitios.

Como escribe la cineasta y escritora egipcia-estadounidense Suzy Kassem en nuestro sitio:

dijeron que había que bombardear ese sitio. La Antigua Babilona. ¿Por qué? Porque la Biblia nos dice que es la sede –ahí mismo– de un imperio, el imperio global del mal.

“Turquía fue originalmente la sede del Imperio Otomano, el último califato. La actual Turquía moderna tiene un gobierno islamista que está derivando agresivamente en favor de Irán y contra Israel.

“Arabia Saudí, que dios los ayude, no sé qué les pasa a esos muchachos. Los Estados del Golfo son todos pequeños y están casi indefensos. Añadidlos. ¿Me entienden?

“Y ahora, ¿qué pasa? Pasáis a Asia y los agarráis, una vez que las piezas de dominó comienzan a caer y los musulmanes comienzan a ver, oh dios mío, podríamos tener un califato. Podríamos ver que el Islam impone la Sharia en todo el mundo.

La península ibérica es muy débil.

Hablamos de cerca de un 22% de desempleo en España. También fue un país musulmán. Tiene muchas poblaciones musulmanas. Ya tiene problemas. Mala situación económica, los precios de los alimentos aumentan.

Bueno, quisiera preguntaros lo siguiente. Aquí está España. Aquí está Francia. ¿Qué pasa en Francia? Ya hay muchos argelinos. Si vais a Italia hay libios en ese país. Tenéis Gran Bretaña, donde muchos son de Pakistán”

*Periodista, codirector del bimensual CounterPunch

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