El fracaso de la Concertación

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Álvaro Cuadra*

Los resultados de las elecciones municipales hacen evidente un fracaso de la Concertación. La pérdida de comunas emblemáticas a través del país muestra los síntomas de un desprestigio y un desgaste de la coalición gobernante mucho mayor de lo que algunos imaginaban. La Alianza por Chile, con más astucia que virtudes, ha sabido capitalizar los desaciertos de sus adversarios políticos, fortaleciendo sus posibilidades de desalojar a la Concertación en las próximas elecciones presidenciales.

Si bien se hace necesario relativizar los resultados, en cuanto las elecciones de gobiernos locales están marcadas por factores que exceden los lineamientos políticos estrictos, no es menos cierto que estas cifras están indicando un rechazo a lo que ha sido el desempeño concertacionista estos últimos años. Si durante años, un conglomerado de gobierno exhibe sin pudor un espectáculo que muestra lo peor de sí ante los medios de comunicación, interesados en mostrarlo, lo que ocurre es que día a día se instila en la sociedad un sentimiento de molestia y frustración que se expresa a la primera oportunidad. Eso es exactamente lo que ha ocurrido.

Las causas de este fracaso son variadas y complejas. Basta revisar los temas más candentes de los últimos años para concluir que la Concertación, desde hace mucho, no ha estado a la altura. La tónica de estos últimos años parece resumirse en la fiasco del Transantiago, caso emblemático de ineficiencia, corrupción e ineptitud, un espíritu que recorre todos los rincones del país y se despliega en los más diversos ámbitos como delincuencia, tercera edad, salud o educación.

Si a este percepción se agregan las propias disputas en la coalición de gobierno, marcada por personalismos y bochornosos debates cupulares que han hecho de la política una cuestión de “mafias”, el resultado no podría ser sino una pérdida acelerada y significativa de apoyo. Si ya la política no resulta especialmente atractiva, en virtud de una clase política cerrada, sorda a las demandas y, en el límite, frívola, corrupta y mediocre, la política concertacionista  parece resumir todos estos defectos.

Por último, es necesario consignar la profunda irresponsabilidad política de la Concertación, que ha dejado los medios de comunicación al arbitrio del mercado, eufemismo que significa dejarlos en manos de monopolios ligados a intereses políticos bien definidos. Han sido los sectores de derechas los que han instalado la agenda política del país desde hace años, nada tiene pues de extraño que esta torpeza mayúscula de los gobiernos concertacionistas se ha traducido en una “derechización” del país.

Cuando un conglomerado como la Concertación, que fue depositaria de la esperanza democrática de una amplia mayoría de los chilenos llega al punto de perder su identidad, asimilándose en lo económico y en lo político a sus adversarios, entrando en una espiral demagógica carente de la más mínima ética cívica, defrauda los sueños y expectativas de sus propios adherentes.

Cuando un conglomerado como la Concertación de Partidos por la Democracia no ha sido capaz de cambiar radicalmente una Constitución antidemocrática, es hora de admitir que ha perdido su razón de ser. El verdadero fracaso de la Concertación estriba en que su derrota electoral a nivel municipal o presidencial ha dejado de ser relevante o significativa para el destino histórico de Chile.

* Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados ELAP.
En: Arena Pública, Plataforma de Opinión de Universidad ARCIS.

 

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