El imposible caso del Dr. House homeópata

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Alejandro Agostinelli.*

Quién más, quién menos, habrá visto a Dr. House, las andanzas hospitalarias de un médico especializado en diagnósticos imposibles cuya despiadada genialidad discute la ética médica a niveles exasperantes. Nadie imagina al héroe de la serie, el non pus ultra del pensamiento crítico, recetando globulitos para que un moribundo los disuelva bajo la lengua.

Ahora, semejante cuadro, es más difícil de imaginar: la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de rechazar la aplicación de tratamientos homeopáticos para tratar enfermedades con un alto índice de mortalidad, como el sida, la tuberculosis, la malaria, la gripe común y la diarrea infantil.

En la Argentina –cosa rara ¿no?– la noticia pasó inadvertida. Digamos entonces que la declaración de la OMS sigue una iniciativa propuesta por The Voice of Young Science (VoYS, en castellano: La voz de la ciencia joven), un grupo de científicos dedicado a la atención de las zonas rurales más empobrecidas de los países subdesarrollados. Y la noticia tiene interés porque la OMS, a partir de la escasez de médicos en las naciones más pobres, había resuelto “reconocer el rol de los proveedores de las llamadas medicinas tradicionales (entre ellas la homeopatía) a la hora de proporcionar atención sanitaria”.

El nuevo documento afirma lo contrario: “Cuando la homeopatía reemplaza tratamientos efectivos, se pierden vidas”.

Agua María purísima

Desde los tiempos de don Samuel Hahnemann los principios centrales de la homeopatía fueron la Ley de los Similares (según la cual una sustancia será eficaz si, al ser suministrada a una persona sana, provoca iguales o parecidos síntomas a los causados por la misma enfermedad) y la Ley de los Infinitesimales, según la cual, cuanto menor es la dosis, más poderoso será el efecto. Para sus partidarios, los efectos de la sustancia son potenciados con la dilución (también llamada “potenciación” o “dinamización”). Así, según los seguidores de Hahnemann, cuanto mayor sea la dilución, más poderoso será el efecto.

Si llevamos esta práctica al extremo, el más potente remedio homeopático –diluido, dinamizado, despojado de la más pequeña molécula de la sustancia original– recibirá un nombre melódico y armonioso: agua. El mejor remedio debería ser, entonces, agua pura. Esto, que parece un chiste, no lo es: el dogma homeopático no sigue los conocimientos (ni los razonamientos) de la ciencia terrestre. De hecho, los homeópatas describen malestares o desequilibrios localizados en planos energéticos o espirituales. Si no hay agentes físicos en juego, ¿a quién le interesa respetar los principios de la Física?

El negocio del globulito

Hablar de homeopatía, entonces, es hablar de una doctrina, de creencias y de negocios. No es hablar de medicina. Y no lo es por un motivo obvio para cualquiera menos para los homeópatas y las personas que –de buena o mala fe, en casos de vida o muerte da igual– aseguran haber sido curadas gracias a un preparado homeopático: su eficacia es comparable a la de cualquier placebo.

Siempre habrá un mal pensado que dirá: “Lo que pasa es que a usted le pagan los laboratorios, le pagan”. ¡Ojalá!, este modesto "blogger" no está en condiciones de rechazar auspiciantes. Lástima que el argumento es reversible: las mal llamadas “medicinas alternativas” mueven un negocio enorme. Un dato: en 1990, los gastos asociados al uso de estas terapias en los Estados Unidos era comparable a la cantidad invertida en todas las hospitalizaciones. Y sus practicantes tienen mejores razones que los laboratorios medicinales –que tampoco son unos santos, cuidado– para invertir en propaganda favorable: los “alternativos” zafan de los controles que reglamentan la medicina basada en la evidencia. Y para mantener el statu quo hacen falta “amigos” en puestos clave.

Peor el remedio…

Los homeópatas tropiezan con otro problema. Para demostrar la validez de sus pócimas deben seguir los mismos protocolos experimentales que usan los científicos que intentan determinar la eficacia terapéutica de cualquier medicación. (Vaya usted hablarle de energías a un biotecnólogo que busca la vacuna para combatir el Alzheimer, o de espíritus a un oncólogo ante un niño con cáncer). Y a los homeópatas siempre les fue malísimamente mal a la hora de corroborar sus especulaciones metafísicas.

En definitiva, los muchachos de VoYS lograron hacer reaccionar a la OMS, que ahora advierte: “hay situaciones donde la homeopatía pone vidas en peligro”. Para Joe Martines, director del Departamento de salud infantil de la OMS, “nada prueba que la homeopatía pueda beneficiar el tratamiento de la diarrea infantil. La homeopatía no se centra en combatir la deshidratación, y entra en total contradicción con las bases científicas y con nuestras recomendaciones para tratar la enfermedad”.

Robert Hagan, investigador biomolecular de la Universidad de St. Andrews (Escocia), destacó la necesidad según la cual “los gobiernos reconozcan el peligro de promocionar la homeopatía”. Y definió a esta práctica como “potencialmente desastrosa”.

Juliet Stevens, del Hospital Somerset State en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), consideró que en nuestros países “el costo mínimo de la salud pública es prohibitivo para la mayoría, y eso hace a la población muy vulnerable a las terapias sin fundamento”.

No pocos médicos homeópatas se desentienden de pacientes con enfermedades graves o avanzadas y los derivan a centros de salud “ortodoxos” para que la ciencia arregle lo que los globulitos no pudieron remediar. ¿Por qué? En las salas de terapia intensiva no hay homeópatas. Y si los hubiera, las situación sería igual a la que presenta una emisión de That Mitchell and Webb Look que descubrió Carolus, autor de Hipótesis (ver enlaces abajo).

Enlaces
En la página http://criticadigital.com/magiacritica –donde se publicó originalmente este artículo– encontrará el vídeo y los siguientes enlaces:

– That Mitchell and Webb Look (BBC, vídeo, subtitulado).
– La OMS desaconseja el uso de la homeopatía para el tratamiento del sida o la malaria.
– Voice of Young Science (VoYS).
Medicina tradicional. Necesidades crecientes y potencial (Documento de la OMS, mayo de 2002).
– M.Y. Hasan, M. Das y S. Behjat Alternative medicine and the medical profession: views of medical students and general practitioners, en Health Journal, Volume 6, Issue 1, 2000, Page 25–33.

* Periodista.

Director de www.dios.com.ar

 

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