El Instituto Iberoamericano de Salamanca y el golpe de Estado en Honduras

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Juan Carlos Monedero*

La "objetividad" y el "rigor"  de las ciencias sociales no son, con demasiada frecuencia, sino formas de ideología al servicio de los intereses creados en sociedades que, además de desiguales, poseen democracias de baja intensidad (algo común en las democracias representativas) y están insertadas en posiciones de privilegio en el escenario internacional. La ciencia política, especialmente la que insiste públicamente en su cientificidad –forma elegante de buscar el debilitamiento de las críticas-, a menudo da el salto y asume directamente posiciones ya no propias de democracias débiles o delegativas, sino directamente golpistas.

Son momentos extremos, poco mesurados, que asustan más que convencen y que son bien contrarias al uso de la razón que parece propio del discurrir académico.

Pero una de las pocas virtudes de las crisis es que clarifican. Cavada una trinchera, cada cual escoge dónde situarse. Es igualmente una obligación de virtud republicana denunciar cualquier intento de socavar la democracia. De ahí que nos preguntemos: ¿debe la democracia española financiar con dinero público instituciones al servicio del irrespeto a la democracia? Con el golpe de Estado en Honduras, instituciones  prestigiosas y que pasan por progresistas, como el diario El país, la Fundación Elcano y el Instituto Iberoamericano de Salamanca (en este caso bajo la dirección de Manuel Alcántara), han hecho su elección: al lado de los golpistas. Si callar en determinadas circunstancias ya es una toma de decisión, hablar para hacer más digerible un golpe de Estado posiciona de manera inequívoca.

El Instituto de Iberoamérica (Universidad de Salamanca) ha publicado recientemente (agosto de 2009) un “Boletín especial de datos de opinión dedicado a la crisis de Honduras”. Su publicación coincide, por las razones que sean, con la fase final del golpe contra Manuel Zelaya –nótese que el Boletín no utiliza esta expresión sino que habla de “crisis”- y el fin de los plazos dados por la Comunidad Internacional a los golpistas.  Se trata de una investigación que lleva funcionando más de una década, la “serie de boletines de opinión sobre el Proyecto Élites Parlamentarias Latinoamericanas (PELA)”. El estudio en concreto lleva el título: “Un intento de explicación de la crisis de Honduras 2009 desde la mirada de sus legisladores" (disponible en: http://www.oir.org.es/Elites).

Veamos siete grandes problemas de la argumentación del Instituto salmantino.

Para ellos no hay en su análisis golpe sino "instrucciones imprecisas" (lo que justificaría, por su “imprecisión”, entrar disparando a la casa presidencial y secuestrar al Presidente constitucional). Esas instrucciones emanan de una decisión de la Asamblea Legislativa tomada  "por una abrumadora mayoría, que contó con la unanimidad". El resultado es la elección de "un nuevo Presidente" (a Presidente depuesto, Presidente puesto).

Además, argumento central, esa decisión fue ratificada por los diputados de los dos grandes partidos, de manera que el bipartidismo, expresado parlamentariamente, aparece como convertido en un nuevo sentido común científico. Las razones que explican por qué un Instituto financiado con dinero público creen en España en el bipartidismo, queda en el terreno de la especulación.

De pasada se recuerda que la consulta de la llamada cuarta urna era de “claro carácter inconstitucional” (pobre histórica Facultad de Derecho de Salamanca. Con la Constitución hondureña en la mano, no es posible señalar inconstitucionalidad alguna  respecto del hecho de hacer una consulta no vinculante. La pregunta acerca de la instalación de una cuarta urna que interrogase de manera consultiva acerca de la voluntad popular de cambiar la Constitución no era ni un plebiscito ni un referéndum, lo que habría generado inconstitucionalidad.

6. La metodología utilizada por el Instituto Iberoamericano se basa en consultar a los miembros de las asambleas legislativas. Es decir, se trata de la elaboración de datos dentro de una ciencia política referenciada en exclusiva en la institucionalidad constituida. Por eso, pese a presentarse como "objetiva" lleva el sello de su parcialidad en su propia definición. De ahí que, necesariamente conduzca a donde pareciera desde un principio que debía conducir (justificar la tarea de los Parlamentos y de los diputados y diputadas). Pura ideología, insistimos,  presentada como ciencia. Reflejo, bien cierto, de esa concepción de la universidad como un aparato reproductor de sociedades poco democráticas. ¿Qué van a decir los diputados y diputadas respecto de su actividad política? Al final, la democracia representativa es el punto de partida y el punto final para solventar la “crisis” hondureña. Una vez más, cualquier intento de superar las formas del liberalismo político queda fuera del marco político, del marco científico y, de paso, de marco moral.

7. Como conclusión, en el análisis que propone el Instituto de Iberoamérica de Salamanca en este estudio dirigido por Manuel Alcántara, no hay una Constitución heredada de la dictadura y que blindó el cambio constitucional con el fin de dejarlo todo “atado y bien atado”; no hay golpe de Estado, sino apenas “una situación de fuerza”; no aparecen los Estados Unidos en la zona como potencia regional que no ha dudado históricamente en apoyar y fomentar golpes de Estado; no hay una nueva situación regional marcada por el ALBA como alternativa al ALCA; no hay oligarquías ni globalización neoliberal y, mucho menos, se considera como una nueva variable los vientos de cambio que estén atravesando el continente latinoamericano (y que en otros, aquí con coherencia, consideran pasajeros, pese a llevar el Gobierno bolivariano de Hugo Chávez diez años en el poder). Todo es, supuestamente, inodoro, incoloro e insípido. Muy propio de una academia que confunde objetividad y neutralidad (y que no es ninguna de las dos cosas). Los muertos, en Honduras, obviamente los ponen otros. Las cuentas, como decía Jesús Ibañez, molestan menos que los cuentos.

En conclusión, y pese a la dureza de esta afirmación, tenemos que con sus silencios, sus eufemismos, su valoración de Zelaya y de Micheletti y sus conclusiones basadas en las encuestas a los diputados y diputadas (precisamente las opiniones de los que rompieron con la legalidad vigente) los colegas de Salamanca, de facto, apoyan el golpe de Estado de Honduras.

Debemos pensar que sus razones tendrán. ¿O es que no saben lo que dicen? ¿Perdió Salamanca el respeto por el castellano? ¿Quizá es que se expresaron mal? ¿O es que la ciencia política, así considerada, lleva a un camino ciego que impide analizar más allá? La nueva administración norteamericana ha entendido que el papel de policía malo y policía tonto de la etapa Bush jr. No resultaba muy rentable. La smart politics del tándem Obama-Clinton ha optado por el más funcional reparto de “policía bueno y policía malo”.

En ese contexto, las rupturas de la legalidad se condenan pero se avalan. El golpe en Honduras, el bombardeo colombiano en Ecuador en el que murió el Comandante de las FARC Raúl Reyes, las presiones a Paraguay y Bolivia, el freno a la integración de Venezuela en el Mercosur, las acusaciones de narcotráfico, la apertura o intensificación del uso por parte de EEUU de siete bases militares en Colombia, son algunos casos que no dejan espacio para ingenuidades. No en un continente tan acostumbrado a la injerencia internacional y al financiamiento externo de golpes de Estado.

¿Qué hubiera escrito la politología española en caso de un golpe de Estado en, pongamos por caso, Italia, Alemania, Francia o Rumanía? ¿Harían una encuesta de opinión a los diputados que nombraran Presidente al jefe de los golpistas? ¿Echarían la culpa al Presidente depuesto? ¿Dedicarían tiempo, esfuerzos y dinero a presentar un trabajo científicamente validado cuya conclusión es que, golpe incluido, las cosas no están tan mal en la nueva situación política?

La responsabilidad de los intelectuales democráticos es otra. Y en el entorno del bicentenario de la independencia latinoamericana, cuando los países hermanos vuelven a mirar hacia la península intentando encontrar fórmulas de reencuentro, el Instituto Iberoamericano de Salamanca debiera, aunque sólo fuera por las formas, intentar hacer análisis más comprometidos con la democracia.

*Profesor titular de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid
 

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